Todos tenemos miles de anécdotas del pasado escondidas en la mente, que se activan cuando charlamos con un viejo amigo o vemos algunas fotos que nos hacen exclamar “¿te acordás?”… y te vas metiendo en el tren de los recuerdos. Es lo que me pasó cuando vi la antigua foto de la Iglesia de San Roque, que gentilmente publicaron los amigos Federico y Jorge en LA GACETA. Con mi padre, Eulogio Díaz, tomábamos en la Plazoleta Dorrego el tranvía 3, hacíamos trasbordo para el 7, que nos llevaba al Policlínico Ferroviario en la Av. Sarmiento. Los 7 de agosto se celebra San Cayetano y el 16, San Roque, dos festividades muy populares y ligadas por la fe y las muestras de devoción con dos santos muy milagrosos, con concurrencia masiva a las misas, bendiciones, a las procesiones por la zona con la imagen del santo y las populares kermeses, con su famosa lotería familiar donde sorteaban de todo. Esa pícara inocencia de jóvenes años, con sana diversión, después de los actos religiosos, nos atraía jugar a la ruleta por chocolatines, tiro al blanco y a la lotería, que en San Roque sorteaba artículos para el hogar, chanchos, pollos y cabritos vivos. El tema era si tenías la suerte de ganar ¿cómo lo llevabas? Es lo que nos pasó a una “barrita” de ocho changos de Villa San Cayetano que habíamos tenido la suerte de ganar 3 gallinas y un chanchito, veníamos haciendo malabares para traerlo a casa, por medio del boulevard de ancha platabanda; todo iba bien hasta que al llegar a la Avellaneda y Córdoba el chancho se nos escapó y otra “barrita” de chicos que estaban sentados en la esquina lo capturó y no lo querían entregar. Se armó una pelea campal a piña limpia, hasta que alguien gritó: “¡Viene la cana!” Nos dimos la mano, nos entregaron el chancho y a correr, se dijo. Así éramos antes, a las trompadas o hablando todo se arreglaba; hoy los jovencitos de 13 o 14 años andan armados y drogados. ¡Gracias, diario LA GACETA, por hacernos recordar, pensar y volver en el tiempo!
Francisco Amable Díaz
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