Este jueves, San Miguel de Tucumán será escenario de una actividad que ayudará a entender el contexto político que atraviesa el país y la región. El encuentro denominado “Argentina y América Latina en tensión: Democracia, recursos estratégicos y nuevas configuraciones políticas”, y organizado por la Fundación Federalismo y Libertad, se convertirá en un espacio de reflexión de la mano de las exposiciones de los analistas políticos Sergio Berensztein y Marcelo Cavarozzi.

En diálogo con LA GACETA, Cavarozzi adelantó que ante una realidad tan turbulenta e inestable, las categorías utilizadas por la Ciencia Política “muchas veces se vuelven bastante inútiles”. Además, el doctor en Ciencia Política remarcó la importancia de entender que la política hoy afronta una “crisis” por una serie de razones y resulta crucial tratar de ver cómo se manifiesta este fenómeno en la región y en buena parte del mundo.

- ¿Cómo observa el escenario local y donde crees que radican las tensiones de Argentina la región?

- En alusión a las relaciones de Argentina con sus países vecinos, creo que hay una continuidad de un periodo bastante largo en la cual hay pocas relaciones efectivas y eso es un problema. Para la realidad argentina y también para la realidad de los otros países sería fundamental encarar la situación actual con un futuro relativamente armónico, como pasa por ejemplo en el sudeste asiático con regímenes políticos totalmente diferentes. En un momento, Néstor Kirchner y Lula da Silva compartían cierta visión acerca de Paraguay cuando en realidad Argentina y Brasil llevan como 20 años distanciándose, ese es un problema yo creo para Argentina más que para Brasil dado incluso el tamaño relativo de la Argentina. Y otro ejemplo es Chile donde ha habido, en los últimos años, regímenes políticos de diferentes colores y es probable incluso que en el futuro inmediato retorne un presidente de centro derecha. Ese es el problema principal de esta región, que no hay una perspectiva regional que tome en cuenta los intereses comunes, como por ejemplo el manejo del río Paraná, que es una vía fundamental para el comercio, o el caso del noroeste argentino, que incluye por cierto a Tucumán, donde está todo para compartir una cordillera que lamentablemente ha funcionado más bien como una separación y no como un terreno para compartir toda la cuestión minera.

- ¿El sistema democrático está en peligro?

- Más que democracias en peligro, lo que tenemos son democracias de baja intensidad. Y precisamente ante esa baja intensidad preocupa hacia dónde va la democracia. En América del Sur, pensando en casos como los de Chile y todos los países de la cuenca del Paraná - Plata, no hay riesgos, en el sentido de que pueda derrumbarse. Si no más bien, yo creo que el problema es la baja intensidad de la democracia, que no estamos utilizando. Los mecanismos de la democracia política para efectivamente, con todas las posibilidades que ofrecen, resolver los inmensos problemas que tienen estos países. A pesar de todo esto, sin embargo, yo creo que una de las virtudes que se dan en prácticamente todos los países es que la democracia, en el sentido de dar la posibilidad de elegir a las ciudadanías, está funcionando. El asunto que nos falta, me parece, bastante más, es que la democracia, los funcionamientos institucionales de la democracia sean efectivamente utilizados para mejorar el bienestar de la ciudadanía. En ese sentido, nos encontramos con que la democracia que se está alejando, se sigue alejando de la vida cotidiana.

- ¿Lo sucedido en el Senado con el proyecto de Ficha Limpia es un ejemplo de esto?

- Qué importancia le puede dar a la ciudadanía en la Argentina cuando todos los días se enfrenta con sorpresas como esa. Cuando uno diría, bueno, el tener una ley de Ficha Limpia sería una especie de requisito de todo funcionamiento democrático más o menos serio, el Senado resuelve rechazar la posibilidad de tener una ley en ese sentido. Me parece que eso está indicando, precisamente, una democracia de baja intensidad, y que, de alguna manera, explicaría por qué buena parte de la ciudadanía, no sólo de la Argentina, sino también de la mayoría de los países vecinos, no se preocupan mucho por lo que pasa con las instituciones democráticas.

-¿A dónde nos conduce una democracia de baja intensidad?

- Perdemos la posibilidad de que la sociedad efectivamente utilice los mecanismos políticos para contribuir a una mejora de los problemas y los desafíos que se enfrentan, ese es el problema de una democracia de baja intensidad, que la política pierde la capacidad de transformar, de mejorar lo que sucede en la economía, lo que sucede en la sociedad, lo que sucede en la cultura, y ese me parece un problema por supuesto no sólo en Argentina, no sólo en América Latina, sino a escala global. El desprestigio de la política es un fenómeno casi mundial.

- ¿En Argentina se vislumbra voluntad de levantar la intensidad democrática?

- La experiencia argentina muestra que después de un par de décadas de camino relativamente bastante errado, los argentinos eligieron. Independientemente si estamos de acuerdo o no con esa elección, lo que está revelando eso es que en la mayoría de los países hay una posibilidad de que la democracia siga funcionando en el sentido de dar a la ciudadanía la oportunidad de elegir. Ahora, al mismo tiempo creo que la tarea de levantar o elevar la intensidad de la democracia es una tarea que no solo le compete a la dirigencia sino también a la ciudadanía. Es un tema que a veces la ciudadanía incluso por las mismas desilusiones que se ha llevado con la política, se aleja, no le presta atención. Las mediciones de Latinobarometro sobre las percepciones de la democracia indican que no solo a los argentinos sino que a la mayoría de la ciudadanía de América Latina la política no les importa demasiado y ese es un dato a tener en cuenta para pensar que no solo tiene que haber cambios en las estrategias y en los intereses y en las actitudes de las dirigencias políticas. También debe haber cambios en las dirigencias empresariales, en las dirigencias sociales y elevar la puntería en cuanto a sus conductas y a sus estrategias. Y parte del problema es la propia sociedad, la propia ciudadanía que debe contar con incentivos para tener un poquito más de esperanza en la política, pero al mismo tiempo ponga su cuota compromiso.