“Tengo esclerosis múltiple, corrí 5K y siento que di un montón”, resume Gerardo Augier, de 51 años, con la serenidad de quien conoce sus propios límites… y los desafía todos los días.

Su participación en los 21K de Yerba Buena no fue casual: fue el resultado de una constancia diaria. “Todos los días corro entre tres o cuatro kilómetros. Corro porque es mi entrenamiento”, explica. Su enfermedad, neurológica y degenerativa, complica la transmisión de estímulos hacia las extremidades. “Tenés espasmos y algunas dificultades más”, agrega. Sin embargo, eso no le impidió completar la distancia con esfuerzo, perseverancia y, sobre todo, actitud.

Gerardo ya había participado antes en carreras más cortas, de 3K, pero esta fue la primera vez que se animó a los 5. Fue un salto enorme, no solo en distancia, sino en confianza. “Ahora quiero ver si me animo a más, alguna de 10K sería mi sueño”, confiesa.

A lo largo del camino, Gerardo no estuvo solo. El apoyo más fuerte viene de su hija Agustina, quien lo acompaña en su rutina diaria y representa una parte esencial en su motivación. “Me apoyo mucho en mi hija”, dice con ternura y orgullo mientras la abraza.

En una disciplina donde el cuerpo es el vehículo y la mente el motor, Gerardo demuestra que el coraje es la clave. “La enfermedad es limitante”, repite, pero nunca lo usa como excusa. Su constancia, su deseo de superarse y su mirada hacia adelante convierten cada zancada en un acto de valentía.

Cada kilómetro recorrido es una victoria contra la resignación. Su lucha diaria con una enfermedad crónica y sus ganas de seguir progresando lo van convirtiendo en un símbolo de tenacidad dentro de la comunidad runner amateur, él minimiza todo: "Me gusta hacerlo, disfruto mucho salir todos los días, quiero seguir por este camino", finalizó.