A Ignacio, de cinco años, sus papás le han contado que esta mañana está en el sanatorio porque los doctores tienen que operarlo para que pueda curarse. Dentro de unos minutos, cuando lo vayan a buscar, va a dormir una pequeña siesta. Pero antes tendrá que elegir una capa de superhéroe y unos anteojos luminosos. Y eso lo tiene entusiasmado, con una sonrisa que no se borra del rostro. Tiene el pelo lacio, castaño y unos ojos vivaces que se agrandan apenas ve entrar a la doctora con una caja llena de disfraces. Mira entre las bolsas, y no duda: hoy quiere ser Superman.

¿Querés que te lleve como si fueras volando?, le propone Cecilia Puga Nougués, que es cirujana infantil y estará a cargo de la intervención quirúrgica. Ignacio mueve la cabeza de arriba a abajo. Se deja poner la capa azul y roja, los anteojos, y abraza a la profesional. “Ahora te voy a mostrar una nave espacial llena de televisores y computadoras”, le describe la médica. Y él accede a conocer ese lugar tan misterioso. Se despide de sus papás. Mientras los saluda, va contento en upa.

Después de colocar la mano sobre un dispositivo se abren dos puertas de vidrio. La nave espacial es en realidad el quirófano, al cual Ignacio entra pensando que la operación será como una misión. Le dicen que sople muy fuerte, como para inflar un globo, y enseguida empieza a hacer efecto la anestesia para que los doctores puedan operarlo de una hernia inguinal.

OPCIONES PARA TODOS. Hay distintos modelos de disfraces para elegir.

“Creo que todo este trabajo previo, con el juego, lo ayudó muchísimo”, coinciden los papás, Carolina y Matías Leguizamón. Cuentan que Ignacio, que va a jardín de 5, es el más chico de tres hermanos y, por ende, el más mimado de la casa. Es la primera vez que enfrenta una cirugía. Para los padres, en cambio, esta la segunda vez, ya que su hijo mayor pasó por lo mismo. “Pero ahora lo vivimos con más tranquilidad. Además, a él le encantó elegir un disfraz y entrar jugando a la sala de operaciones. Le ayudó a bajar el estrés y la ansiedad por la intervención”, relataron.

Iniciativa

La idea de que los chicos entren al quirófano de una forma divertida y relajada ha revolucionado la sala de cirugía del Sanatorio 9 de Julio, donde cada semana se operan a niños con distintas patologías.

FELIZ Y CALMADO. Ignacio eligió la capa de Superman y anteojos luminosos.

La iniciativa surgió tras una experiencia particularmente conmovedora, según cuenta Gabriela Salomón, directora médica del área de pediatría del sanatorio. Recuerda que a comienzos de este año hubo un caso de un niño que, antes de entrar al quirófano, lloraba sin consuelo. “Estaba muy angustiado y no se despegaba de su mamá. Tuvieron que recortar una bata y le dimos a la tela la forma de una capa. Eso le cambió el semblante”, detalla.

BESO DE DESPEDIDA. Antes de entrar al quirófano, el niño saludó a sus papás.

Ese día, sintieron que algo debían hacer para que los niños perdieran el miedo, y entraran tranquilos a la sala de operaciones. Por eso, pensaron en disfraces de personajes que les permitieran mejorar el estado de ánimo y hacer que se sientan valientes y poderosos.

Lo primero que usaron fue un auto eléctrico de juguete, cuenta Puga Nougués, que trabaja junto al cirujano infantil Gerardo Boscarino. La doctora considera que el juego es una herramienta poderosa para conectar con los niños y así lo hace desde la consulta médica. Cuenta que en gran parte este proyecto también se inspiró en las ideas que tenía junto a su esposo, Ricardo Dingevan, que también era pediatra y falleció hace unos años.

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“Es un ambiente lúdico que se crea entre todos, enfermeros, anestesista, doctores. La idea es que los chicos se sientan cómodos, en un espacio familiar y relajado. No queremos que una operación sea una experiencia traumática y estresante. Además, los juegos permiten que los niños pierdan los miedos y que tengan confianza en los médicos; se refuerza el vínculo entre el paciente y el doctor”, explica Puga Nougués, que también es coordinadora de Cirugías del hospital del Niño Jesús.

LA CIRUGÍA. Los profesionales operaron a Ignacio de una hernia inguinal.

Según la profesional, se ha demostrado que el juego también influye en el posoperatorio: “al no estar estresados, el impacto es muy positivo. Las mejoras en la recuperación son evidentes en los pacientes”.

Agradecidos

Los disfraces no solo benefician a los niños, sino que además tranquilizan a los padres, que ven a sus hijos felices y confiados antes de la cirugía. El impacto se reflejó en los comentarios que dejaron para una encuesta de satisfacción que hicieron en el sanatorio. “Los papás agradecieron que los trataran a sus hijos como niños y no como pacientes adultos, y que los hicieran sentir como si estuvieran en un jardincito”, resalta Salomón.

“Queremos seguir avanzando y ya tenemos un protocolo listo para que los padres, si lo desean, pueden ingresar a la sala de cirugía y acompañar a los niños hasta que se administre la anestesia, lo cual ayuda a que el proceso sea más tranquilo y menos angustiante, tanto para el paciente como para su familia. Para nosotros, es un doble sistema de seguridad”, apunta.

Lo que más eligen

Los niños suelen entrar al quirófano como Batman, el hombre Araña, Flash o Superman. Entre las chicas, los más elegidos son los disfraces de las princesas de Frozen. Los chiquitos son fanáticos de la patrulla de Paw Patrol. Algunos quieren ir volando sobre el hombro de un médico o enfermero. Otros prefieren ir corriendo por el pasillo hacia la sala de cirugía. Todos se sienten en una divertida misión. Y además, es un recuerdo positivo que trasciende el quirófano. “Tuvimos el caso de una niña que le pidió a su papá el traje de princesa y la corona que había usado para la operación. También tuvo que hacerle a medida una bata de médico que ahora la pequeña usa para operar a todos sus muñecos”, cuenta Salomón.

Según Puga Nougués, si en un adulto entrar a un quirófano puede dar miedo, imaginemos en un niño. “Sentimos que con un disfraz esa experiencia no es para los chicos un recuerdo difícil, sino una oportunidad donde ellos sacan su fuerza interior y se convierten en nuestros héroes por un día”, remarca.

El impacto trasciende el ámbito médico, demostrando cómo la empatía y la creatividad pueden transformar una experiencia potencialmente traumática en un recuerdo positivo, concluye.