El Yeti era un supuesto abominable hombre de las nieves, una leyenda milenaria de un ser mitad hombre y mitad bestia de gran tamaño que habitaba el Himalaya, de origen tibetano, que ahuyentaba a las personas para que no se aventuraran por la montaña o era un espíritu del glaciar que traía fortuna a los cazadores, no buscaba atacar sino proteger, muchos perecieron por desafiar lo sagrado. Me dormí con mucho frío y soñé con el Yeti, pensando en la vida que pasan en esas noches de este duro invierno, en las penurias que pasan los integrantes de  familias de laburantes cartoneros y chatarreros, que escarban los basureros, que regresan cansados, empujando sus carros con sus pesadas cargas y deben preparar algo para comer con las sobras y descartes de alimentos y los “alguito”, que deambulan toda la noche buscando algo para vender, consumir o comer. Esta triste realidad nos golpea el alma; no sé si son culpables los otros o estos, pero hacen falta muchos Yeti protectores que ataquen y combatan a los malvados que destruyen las familias y que el bendito Dios los proteja a los hermanos en situación de calle, que cada vez son más.

Francisco Amable Díaz

Franciscoamablediaz@gmail.com