La música venía de lejos. Primero un bombo, después un par de voces y, en cuestión de minutos, la esquina del parque se tiñó de verdinegro. No eran locales, pero tampoco parecían visitantes. Con camisetas, pelucas, banderas y caras pintadas, la gente de Tucumán Rugby se hizo notar desde antes del pitazo inicial. Porque las finales también se juegan desde la tribuna, y ellos lo saben bien.
Las camisetas "verdinegras" se hicieron ver y escuchar desde temprano. Se reunieron al lado del ingreso, en pleno Parque 9 de Julio y entraron todos juntos, de la forma en la que se ingresa a una fiesta. Porque para ellos esto también lo es: una nueva oportunidad de escribir una página más.
Entre el ruido, el aliento y los abrazos asomó una cara conocida: Nicolás Calleri, exjugador de la Primera del club. Actualmente no forma parte del plantel, pero no se pierde una. “Siempre feliz por una nueva final. La ilusión es siempre la misma. El club trabaja muy bien para llegar y competir en estas instancias”, le dijo a LA GACETA.
Calleri dejó el rugby hace poco para enfocarse en otro objetivo: rendir el examen para ingresar a la residencia de medicina. “Tuve que dejar el rugby de lado, pero cuando puedo sigo jugando y alentando siempre; apoyando desde donde toque”, contó mientras lo llamaban desde el fondo sus amigos para que vuelva a agarrar el bombo.
La rivalidad con Lawn Tennis ya no necesita prólogo. “Esta final se convirtió en un clásico. Es un nivel altísimo y los antecedentes lo convirtieron en eso”, aseguró con orgullo y ansiedad.
Y así, entre canciones y expectativas, la hinchada de Tucumán Rugby también empezó a jugar su partido. Porque una final no se vive en silencio. Y el “Verdinegro”, como cada vez que llega el momento clave, llegó, alentó y avisó: “acá estamos nosotros”.