Muy acertada la carta del Sr. Antonio Liberti titulada “Cuando fuimos potencia”, a guisa quizá de sátira de una entrega homónima de hace unos días que elogiaba la política económica de la generación del 80, la cual nos habría catapultado según su autor -y también Milei- a una suerte de paraíso en la tierra. Liberti se muestra afinado cuando se resiste a limitar el análisis a una fría y descontextualizada comparación estadística con otras naciones en dirección a comprender el fenómeno en relación a sus funestas consecuencias internas, sentido en el cual fue absolutamente deficitaria e hipotecó en gran medida el futuro del país. Porque con el portentoso ingreso de las exportaciones cárnicas, sufrió éste una parálisis industrial en beneficio de Inglaterra, a la cual le convenía seguir importando barato y vendiendo caro. E, ingresando a otro tópico particularmente deletéreo de esa política y que resulta inexplicable (o explicable bajo la óptica de una estrategia de colonización cultural) que no figure en los más elementales manuales de historia el tratamiento que se merecía la deuda externa de aquella época. A los financistas ingleses les resultaba un negocio redondo, aunque fuera muchas veces fraudulento, el que los gobernantes vernáculos siguieran contrayéndola y refinanciándola, cuando durante el gobierno liberal de Mitre solamente el pago de los intereses insumía un 40 % de las exportaciones. Deuda que según la máxima emblemática de Nicolás Avellaneda debía pagarse “sobre el hambre  y la sed de los argentinos” a la que los liberales posteriores intentaron -hasta hoy-  suavizar bajo el eufemismo de que hay que “honrar” la deuda. Qué manera extraña, hay que convenir, de entender la palabra honor el dejar que la población muera de hambre, insalubridad e ignorancia en beneficio del pago de los intereses a los usureros internacionales, como si los pobres del país hubieran tenido algo que ver en tan emponzoñado fenómeno. Más, volviendo al granero del mundo hay que recordar que mientras la parasitaria oligarquía local se conformaba con sentarse a ver engordar el vacuno y arrojar por snobismo cubiertos de oro al océano, los Estados Unidos fomentaban una política de importación de materiales para industrializar el agro y sus productos y que mientras en la concesión de tierras públicas para la construcción de tendidos ferroviarios alternaba fracciones que se entregaban y otras que no como eficiente método de quebrar la dependencia, aquí se entregaba sin tasa. Pues bien, la generación del 80 no fue sino el continuismo y la agudización de aquellas tendencias del comercio exterior y sobre todo del endeudamiento externo, en particular con los gobiernos de Roca y Pellegrini.

Clímaco de la Peña                             

climacodlp2001@gmail.com