La década de 1980 comenzó con una impactante renovación en el humor cinematográfico que abrió un exitoso camino especial en pantalla con el estreno de “¿Y dónde está el piloto?”. La irrupción creativa que conformaron en guión y dirección David y Jerry Zucker y Jim Abrahams (conocidos como el trío ZAZ) fue una honrosa heredera de la estética absurda de los Hermanos Marx de décadas atrás y se prolongó por varias producciones que satirizaban y parodiaban por igual el cine de catástrofe, el policial y el de terror.

En esa línea, en 1988 surgió “La pistola desnuda”, con una sucesión de gags físicos liderados por el torpe teniente Frank Drebin, cuyos intentos de frustrar atentados siempre bordeaban un desastre peor del previsto por los propios atacantes. Todo había surgido poco antes en la serie de televisión “Escuadrón de Policía”, otra creación del trío.

El personaje protagónico y su magnífico intérprete, Leslie Nielsen, se transformaron en iconos contraculturales en tiempos del conservadurismo republicano de Ronald Reagan. La historia continuó con otras dos entregas hasta 1994, cuando ya estaba el demócrata Bill Clinton en la Casa Blanca.

La referencia política no es gratuita. Si bien la saga no ofrece un explícito cuestionamiento ideológico, se enmarcó fuertemente en un período donde se reivindicaba una cierta forma de ser y de pensar que estaba en las antípodas de la irreverencia que presentaban los ZAZ.

Ahora se produce el renacimiento de “La pistola desnuda”, que mantiene el título original en inglés, pero que en su llegada hoy a las salas de la Argentina fue cambiado por “¿Y dónde está el policía’”, una mezcla entre las dos producciones que poco tiene que ver con el resultado prometido y mucho con la promoción de la distribuidora.

El actor Liam Neeson se mostró frágil y demacrado

Lo cierto es que la historia que se cuenta es un retorno a las desventuras que pasan en torno al inepto Drebin, pero sin los ZAZ (no quisieron ser parte del relanzamiento) ni Nielsen (fallecido en 2010) como respaldo. La posta para escribir la historia la toma otro especialista en el humor grotesco y desafiante como Seth Woodbury MacFarlane, el creador de las sitcoms televisivas animadas “Padre de familia” y “American Dad!” y director de la dos “Ted”, los filmes sobre un grosero peluche que cobra vida.

Sin embargo, el guión definitivo quedó a cargo de Akiva Daniel Schaffer, Dan Gregor y Doug Mand; y el primero es el responsable además de la dirección, con experiencia en el programa “Saturday Night Live”.

El hijo de...

Antes de ser Drebin, Nielsen había tenido su momento de reconocimiento en realizaciones dramáticas serias. Pero con su pelo cano se hizo famoso cuando ya tenía 62 años y como causante de risas. Su heredero -presentado en la película como el hijo del detective- es otro impensado para el género: nada menos que Liam Neeson, que se despidió de las producciones de violencia y acción para asumir un riesgo mayúsculo, porque las nostalgiosas comparaciones con el original serán inevitables.

En los adelantos se muestra al actor irlandés encabezando situaciones ridículas con el inexpresivo rostro pétreo y la seriedad de estar convencido de hacer lo correcto con alta efectividad, lo que claramente no ocurre. Y así como el enamoradizo Drebin tuvo sus seductoras de turno en cada realización, su vástago no va en saga: en otro guiño al pasado, aparece Pamela Anderson como Beth Davenport, una cantante de club nocturno que busca ayuda tras el asesinato de su hermano. En este caso, la pasión pasó de la pantalla a la vida real.

¿Romance confirmado?: Pamela Anderson y Liam Neeson aparecieron a los besos frene a las cámaras

El resto del elenco lo integran Paul Walter Hauser, Kevin Durand, Danny Huston, Busta Rhymes, Liza Koshy, CCH Pounder y el musculoso Cody Rhodes en casting ecléctico que también recuerda a los 80.

El desafío de conseguir un producto que evoque sin imitar, que rinda homenaje sin quedar desfasado, que recupere la sorpresa sin que parezca todo ya visto, está planteado. Del mismo modo, habrá que extremar la tolerancia ante una forma a veces provocativa de hace reír, en tiempos de sensibilidad muy distintos de los vividos hace cuatro décadas.