El amor, la soledad, el hambre, la infancia, la pérdida; por todos esos campos transcurre la exploración de Teresa Orellana en “Al cielo al revés”. Un viaje -como apunta el poeta Pablo Romero- planteado desde una poesía sin ornamentos. Editado por el sello tucumano Gerania, en el marco de su colección Alucinaje, es el primer libro de Orellana, quien comparte esta pasión por la escritura con su condición de estudiante de Medicina de la UNT. Ese será uno de los temas inevitables durante la entrevista con LA GACETA.
- ¿Cómo y desde cuándo se trazó tu vínculo con la poesía?
- Empezó en la secundaria. Tenía una profesora de Lengua que era fanática de Cortázar -yo sentía que estaba enamorada de él- y hablaba de la literatura con muchísimo amor. Ella me impulsó a participar en los concursos de literatura del colegio. Pero mi verdadero encuentro con la poesía fue a los 23, en el taller de Pablo Romero: Poesía en la alfombra. Siempre digo que él me dio la mano y me llevó a la poesía. Nos compartía un dossier con distintos autores. Muchas veces no sabemos ni siquiera por dónde empezar a leer. Hasta entonces, no tenía ni un solo libro de poesía.
- ¿Qué encontraste ahí?
- Para mí, la poesía es un lugar al que voy cuando me faltan las palabras, y también cuando quiero encontrarlas. Es un espacio donde no hacen falta respuestas. Creo que estamos muy acostumbrados a necesitar explicaciones, a buscar certezas de forma urgente. La poesía no me exige eso. La poesía simplemente me da. Me da belleza. Me muestra que las palabras pueden servir para deslumbrarse, para quedarse un rato asombrada. En un mundo tan violento, necesitamos aprender a usar las palabras para hacer algo bello.
Adriana Lucero: “sin poesía, pienso que mi vida sería un abismo infinito”- ¿Cómo fue el proceso de escritura de “Al cielo al revés”?
- Bastante atípico. Desde los 19 tengo una cuenta de poesía en Instagram: @universotrasella. Al principio subía poemas muy cursis, casi como esas frases de (los chocolates) Dos Corazones. Pero, por suerte, siempre fui muy descarada. Digo por suerte, porque estoy muy contenta de haberme atrevido. A los 23 empecé el taller de Pablo y empecé a notar una mejora en lo que escribía, que vino de la mano de mis primeros libros de poesía: Roberto Juarroz, Alejandra Pizarnik, Idea Vilariño, Alfonsina Storni... Fueron mis primeras lecturas profundas. Nacho Jurao -en ese entonces editor de Gerania- empezó a seguirme en Instagram y me escribió con la propuesta de hacer un libro. Yo tenía un montón de poemas escritos, así que “Al cielo al revés” fue una recopilación de todos esos años de trabajo. Por eso fue un proceso poco convencional. El libro no nació de un proyecto planificado, sino del deseo de poner en papel todo lo que ya venía escribiendo. Y, sin embargo, cuando uno lo lee, no parece desordenado. Hay un hilo conector.
Poesía y cuentos, un viaje de la mano de Syl Bach y Diego Puig- En el prólogo se habla de tu poesía como un lugar de “refugio y resistencia”. ¿Lo sentís así? ¿Por qué?
- Sí, lo siento completamente así. Mi poesía es refugio y resistencia, sobre todo para nosotras, las mujeres, que crecimos con la exigencia de ser siempre correctas, buenas, hermosas, agradables. Escribo desde esa tensión. La poesía es un lugar donde puedo dejar de hacerme la buena. Ahí está el refugio. Y también la resistencia.
- Sos nacida en el siglo XXI, ¿qué elementos identificatorios encontrás en la literatura que está desarrollando tu generación?
- Creo que mi generación aporta una nueva voz que busca acercar la poesía a personas que no suelen leer poesía. En vez de resistir a las pantallas, yo decidí usarlas a mi favor: publicar fragmentos, compartir lo que escribo, abrir una conversación desde ahí. Estamos cada vez más lejos de la literatura tradicional, pero eso no tiene por qué vivirse como una pérdida. Podemos llevar la poesía al celular, a las redes, y lograr que más personas se interesen, se emocionen, y tal vez, desde ahí, quieran seguir leyendo a otros autores. Creo que esta generación comparte sus lecturas con amor. Dejando de pensar en la poesía como algo elitista o inaccesible. Poniendo la palabra al alcance de todos y todas. Y sin pedir permiso.
- ¿En qué punto se encuentran -si lo hacen- poesía y medicina?
- Hace unos días le dije a una amiga: la medicina, por sí sola, no alcanza. Ahí es donde entra la poesía. Para nombrar. Para apalabrar. La poesía necesita estar en lo cotidiano. Es una forma de resistencia frente al cansancio diario, frente a la falta de soluciones, a la falta de respuestas. La medicina intenta curar. La poesía, a veces, también. Otras, solo acompaña. Y eso, también, es suficiente.
- ¿Te imaginás una vida sin poesía?
- No. La poesía es una amiga para mí. Amante, a veces. Está en mi cabeza incluso cuando no escribo. Escribimos todo el tiempo, aunque no lo anotemos. Y creo que los poetas, más que nadie, saben de la musicalidad que tiene la vida cuando la poesía te visita todos los días.