Ante la carta “Infancias trans: escuchar (Ni derecho ni salud)” (10/10), de Santiago José Paz, donde se me alude de manera directa y agraviantemente personal, me veo en la obligación de responder. Quien suscribe, Jorge Bernabé Lobo Aragón, abogado, ex juez, ex fiscal y actual asesor de la Comisión de Salud de la Legislatura, ha sostenido en reiteradas oportunidades que escuchar a las infancias trans no implica legislar ni imponer ideologías, sino simplemente reconocer una realidad humana que merece respeto, empatía y diálogo. Cada una de mis cartas y publicaciones  jamás promovieron prácticas médicas ni ideológicas. Todas defendieron el derecho elemental a ser escuchado. La tergiversación deliberada del Sr. Paz constituye una ofensa no sólo personal, sino también institucional, al desvirtuar el espíritu de una reflexión que procuró tender puentes, no encender hogueras. Calificar de “aberrante” una postura que busca comprensión hacia niños y familias vulnerables es, en sí misma, una forma de violencia simbólica y moral, impropia de quien pretende participar del debate público. Nadie  -ni periodista, ni opinante- pueden pretender monopolizar la verdad desde el insulto o la desinformación. He servido a mi provincia y a la Justicia por más de cuatro décadas. He enfrentado mafias, he dictado sentencias bajo custodia, y he defendido siempre la dignidad humana como valor supremo del Derecho. No admito, por tanto, que se me injurie ni se me atribuyan ideas contrarias a la fe o a la ética que me sostienen. Defender la escucha no es negar la ciencia ni la moral: es humanizar el diálogo. Es reconocer que, antes que cualquier dogma o legislación, existe la persona. Y que en el rostro de cada niño, sea cual sea su identidad, habla el mismo Dios que nos pide no juzgar sino amar. Este Congreso de Infancias Trans, que debía celebrarse en Tucumán, fue suspendido precisamente por esa falta de escucha y de empatía hacia el prójimo. Lo que debió ser un encuentro de comprensión se convirtió en un silencio impuesto por el miedo. Por ello, reafirmo mi acompañamiento y solidaridad con el señor Vicegobernador Miguel Acevedo, quien ha demostrado sensibilidad y equilibrio al promover espacios de reflexión y respeto. Su decisión de abrir el diálogo -y no cancelarlo- es una muestra concreta de lo que significa gobernar con humanidad. No hay progreso sin compasión, ni verdad sin respeto. Los fanatismos que cierran los oídos también ciegan el alma. Por eso, esta réplica no busca confrontar, sino restaurar el sentido moral del debate público, que sólo puede edificarse sobre la verdad, la decencia y el amor al prójimo. Decía Teresa de Calcuta: “Si juzgas a la gente, no tienes tiempo para amarla.” Y recordaba Borges: “Nadie es la patria, pero todos lo somos”.  Ambas frases condensan el deber de este tiempo: escuchar antes de juzgar, amar antes de condenar, y comprender antes de hablar. Sólo así Tucumán - la tierra de la independencia y de la ternura-  podrá seguir siendo también la tierra de la empatía y la libertad interior.

Jorge Bernabé Lobo Aragón 

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