El escritor salteño Rafael Caro acaba de publicar Carpe Noctem, su nuevo libro de cuentos de ciencia ficción, editado por la casa tucumana Falta Envido Ediciones. La obra reúne relatos que viajan por distintos mundos y líneas temporales, donde lo tecnológico, lo humano y lo metafísico se entrelazan para explorar una pregunta esencial: ¿qué lugar ocupa el ser humano frente a la máquina y el tiempo?

En esta entrevista, Caro reflexiona sobre el origen del libro —concebido entre la ligereza inicial y la sombra de la pandemia—, el papel de la noche como refugio y espejo, las pérdidas personales que marcaron su escritura, y la manera en que la ciencia ficción del norte argentino empieza a construir una identidad propia dentro del panorama literario nacional.


¿Cómo nació Carpe Noctem? ¿Hubo un relato o una imagen inicial que detonó el libro?

Estaba escribiendo un conjunto de relatos antes de pensar siquiera en un libro. Quería escribir algo ligero y divertido por pura diversión. Ray Bradbury sugería escribir tantos cuentos como fuera posible para descartar la mayoría. De ellos se podía reunir un puñado de cuentos decentes o buenos y, uno por lo menos sería excelente. Estaba en eso cuando ocurrió la pandemia. Por lo tanto los cuentos viraron de lo cómico, optimista a la claustrofobia. Empecé a verme como un espécimen de laboratorio atrapado en una jaula para un experimento de propósito desconocido. Tenía la fantasía de escapar haciendo parkour por los techos. De ahí salió el cuento Safari urbano. Después me di cuenta de que la misma idea de escape se repetía a lo largo de gran parte de Carpe Noctem. Quiero destacar el trabajo de diseño de Zaida Kassab y Daniel Ocaranza en el trabajo del arte de tapa y las ilustraciones interiores. Si les interesa saber cómo fue la imagen inicial de cada cuento, admiren las ilustraciones que acompañan cada cuento. Captaron lo que imaginé al escribirlas.

¿Por qué elegiste la ciencia ficción como territorio para narrar?

Elegí los cuentos de ciencia ficción para este libro porque el contexto de producción de aquel 2020 de por sí parecía una fantasía distópica. Un virus (tal vez creado en un laboratorio) que obligaba a un planeta a encerrarse o morir parecía bastante un tropo común en el género. La mayoría de mis miedos y obsesiones llevados al extremo fluyen de manera natural hacia la ciencia ficción y sus subgéneros. El aislamiento, el riesgo biológico, los métodos de control social son temas recurrentes en las historias que consumo.

El título invita a “aprovechar la noche”. ¿Qué papel juega la noche —o la oscuridad— en tus cuentos?

Carpe Noctem inició a partir de un fragmento de El comentario patafísico, un poemario de mi amigo Benjamín Liendro. Había cierto tono sombrío en el texto que hablaba de la muerte y la noche. Comenzaba así: “Muerte te extraño / y todavía me parece verte/ […] como un carpe noctem del espejo”. Los versos mostraban una relación perturbadora de familiaridad o amistad con la muerte y la noche. La idea encajaba con los cuentos que iba seleccionando. Por esa razón el fragmento abre el libro como epígrafe.

En aquel momento dormía poco para administrarle los medicamentos entre las sesiones de quimioterapia a mi hija canina, Venus. Aproveché las horas nocturnas para escribir. Si tuviera que ponerle un subtítulo al libro sería: Cuentos para no enloquecer. Igual que en el Éxodo bíblico la muerte rondaba las calles y, pese a todos mis cuidados, se la ingenió para arrebatarme a Venus. Todos sufrimos perdidas de familiares, amigos y conocidos. Poco después también falleció mi hermana menor. No podía dejar de pensar en la fragilidad de la vida. Eso se reflejó en los cuentos.

¿Cómo dialogan tus historias con la realidad del norte argentino? ¿Hay rastros de lo local dentro de lo fantástico?

Mis historias dialogan con la única realidad que conozco a fondo la cual corresponde al noroeste argentino. Concuerdo con Angélica Gorodischer al decir que detestaba la realidad. Pero evadirse de lo real es un punto de partida tan bueno como cualquier otro. Recuerdo haber leído en internet un incidente similar a la caída de un ovni en Roswell en Salta durante la década del setenta. Puede que sea algo ficticio, pero me sirvió para imaginar una historia así.

Me cuesta mucho ubicar mis cuentos en coordenadas de nuestra región. Por eso elegí los desiertos reales o urbanos después de una catástrofe. Cualquiera puede imaginarse ciudades legendarias destruidas como la Atlántida o la localidad de Esteco para los salteños. Nos provoca curiosidad las civilizaciones reales desaparecidas como Babilonia. O ficticias como en Crónicas marcianas o el planeta Kriptón de Superman. Pertenecen a un imaginario común para todos. El espacio liminal de lo desértico constituye un territorio que obliga a confrontarse con uno mismo. Tiene mucho de místico. Imaginé qué pasaría si se atraviesa esa frontera en Todo intruso será exterminado. Se puede cruzar un no lugar huyendo o en busca de algo, pero es imposible escapar de lo que uno es y arrastra en el trayecto.  

¿Qué temas u obsesiones atraviesan el libro: el tiempo, la tecnología, la soledad, el futuro…?

Para los temas que toca este libro, pensé en llevar al extremo los últimos inventos sobre los que leía en revistas de divulgación científica desde un costado lúdico con algo de siniestro. Para mí la ciencia ficción debe tener mucho de juego imaginativo. Oscilar entre lo entretenido y lo aterrador. Creo que eso se nota sobre todo en el cuento que da título al libro.

Otra idea que sobrevuela es la del apocalipsis. El fin del mundo es inminente, está en proceso, acaba de suceder o se sitúa en un futuro donde hay pocos humanos o ninguno. Esto conduce al tema de la soledad. Las preguntas al comenzar estos cuentos eran ¿hay un futuro para la humanidad?, ¿vale la pena sobrevivir?, ¿de salvarnos lo haremos gracias a la tecnología o a pesar de ella?, ¿qué haría el último humano en la Tierra? Y más importante, ¿aprendimos algo de nuestros errores como especie inteligente? Al formular estas preguntas creo que sí vale la pena sobrevivir. En definitiva, desde que la humanidad salió de África nos convertimos en nómadas y sobrevivientes.

¿Por qué volviste a los cuentos, después de una novela?

Siempre estoy escribiendo cuentos. Hay una creencia de que la novela da más prestigio. Los cuentos se ven como cortometrajes o videoclips y la novela es el largometraje. Pero para hacer una buena película se necesita adquirir experiencia mediante los cortometrajes y los videoclips. Lo cierto es que una novela puede tardar un año o dos. Un cuento lleva una semana de escritura más dos de correcciones. Por eso conviene tener cuentos a mano por si aparece alguna convocatoria o para irlos acumulando y así ir dando forma a un libro. La técnica que se obtiene al escribir cuentos es imprescindible a la hora de abordar lo que será un año de trabajo. Cuando uno aprende a resolver varios cuentos de manera satisfactoria, recién se puede pensar en hacerlo. Ahora mismo estoy escribiendo una novela.

Respondiendo a la pregunta inicial, yo había enviado Carpe Noctem a la editorial, pero me explicaron que se produjo una pausa en sus lanzamientos. El proyecto editorial se reinició hace poco y por eso se publicó recién en 2025.

¿Cómo es tu rutina de escritura? ¿Sos de los que planifican o de los que escriben por impulso?

Se necesita planificar previamente, aunque haya una imagen fuerte previa que impulse la escritura, hay que planear cómo se llega a esa imagen. Una vez que tengo claro el conflicto y dónde va a aparecer la imagen mental, pienso en estructuras. Me gusta mucho el estilo de historias dentro de otras historias a la manera de Las mil y una noches. También me gustan las historias en paralelo que se tocan al final o las narraciones cíclicas. Alejandro Luna enseña en sus talleres de narrativa que, si a uno le gusta la estructura de un cuento, puede empleárselas para agregar en ellas elementos propios. Es igual de válido tanto para escribir un cuento o el capítulo de una novela. Las estructuras son universales, hay que usarlas.

¿Cuánto tiempo te llevó reunir los cuentos del libro?

Empecé a inicios del 2019 con la idea de escribir cien cuentos. Me gustan los números redondos y el porcentaje de los textos descartados sería exacto. Por suerte quedó un número suficiente para otro libro titulado Más oscuro que mil eclipses que publicó Alejandro Chiri en ¡Ay Caramba! Terminé el centenar de historias al final de la cuarentena más estricta, allá por el 2021. Fueron un poco más de dos años en total.

¿Hubo alguno que te resultara especialmente difícil o que haya cambiado mucho durante la escritura?

En Todo intruso será exterminado la historia cambió mucho durante el proceso de escritura. Tenía todo planificado, pero tendía a caer en descripciones interminables, sobre todo al inicio y al final. Gracias a las correcciones por parte del profesor Matías Baldoni, me di cuenta de que las partes descriptivas eran  innecesarias. Incluso volvían confuso el texto. El lector identifica mediante detalles mínimos el ambiente de una aldea o de una ciudad. Eso contribuía a diluir la ubicación temporal del relato como parte de la estrategia narrativa. Pienso que los asentamientos humanos y su organización social, ya sean provenientes del futuro o de un pasado remoto, tienden a parecerse bastante en muchos aspectos. Tendrán más puntos en común que diferencias.

¿Qué lecturas, películas o músicas te acompañaron mientras escribías Carpe Noctem?

Antes  de la cuarentena mi hermana me regaló Solaris de Stanislaw Lem. La idea de un mundo oceánico como entidad pensante me obsesionó y quise leer más de ese autor. Conseguí Summa Technologiae que era un compendio de ensayos sobre la tecnología que Lem escribió en los años sesenta. En ese compendio hablaba acerca de la idea de tecnoevolución. Allí, Lem trasladaba el concepto darwiniano de la evolución a las máquinas. Afirmaba que en el futuro las computadoras darían un salto cualitativo. Las especulaciones que él hacía sobre el futuro describen al detalle  nuestra realidad cotidiana actual. En especial con lo referente a la Inteligencia Artificial y sus avances.

Busqué novelas y cuentos ambientados en el desierto. Fue el momento justo para terminar de leer la trilogía de Dune escrita por Frank Herbert. Volví a ver Lawrence de Arabia; vi Doce Monos con el sonido de los tangos febriles de Piazzolla tantas veces que se me dificultaba distinguir el tiempo como categoría igual que al protagonista.  Pensaba que mientras mi perrita y yo permaneciéramos juntos, nada nos pasaría como en la película Soy leyenda. Escribía con música de Medio Oriente. A veces también escuchaba por horas la banda de sonido de Alien además de algo de pop suave para relajarme.

 Cómo terminó el manuscrito en una editorial de Tucumán

Con Marco Caorlin habíamos participado junto con otros autores de una antología de ciencia ficción y nos conocíamos desde entonces. Caorlin publicó ¿Dónde está Martita Kraut? como parte del catálogo de Falta Envido Ediciones y me avisó de la convocatoria de esa editorial. Así fue cómo el libro llegó a ellos.


Sobre la Ciencia Ficción y el contexto local


La ciencia ficción tiene fama de ser un género “urbano” o “tecnológico”. ¿Cómo se escribe ciencia ficción desde Salta o el norte argentino?


Estoy convencido de que se debe escribir sin pensar mucho en categorías como lo regional, lo nacional o lo universal. Hay escritores que siempre escriben sobre la misma área geográfica como lo hace Stephen King. Otros, acerca del más lejano exoplaneta como Robert Silverberg. Lo importante es que la historia sea convincente y atrape al lector. Edle Julve, escritora tucumana, describe una Tucumán  futurista o ciudades del primer mundo en decadencia. Es una buena táctica, escribir desde el medio donde uno creció y dejar que la historia se expanda. La ciencia ficción puede aparecer en ambientes rurales si, por ejemplo, un extraterrestre decide llegar a un sitio poco poblado. En cuanto a lo tecnológico, como argentinos adoptamos tarde las tecnologías y eso también sería una propuesta interesante. Por ejemplo, la llegada de Argentina a Marte cuando las naciones avanzadas ya colonizaron la galaxia. Se puede escribir desde la precariedad y lograr relatos divertidos o desgarradores.

En la ciencia ficción hay historias sobre la vida de los neandertales sin ciencia de por medio, lo que no implica que no haya investigación o rigor científico para escribirlo.

Otra táctica ingeniosa que estoy viendo es abordar los temas comunes del género contados desde la perspectiva de un animal doméstico como en Watson, el gato del apocalipsis zombie de Mauro Croche o la película de terror Good Boy de Ben Leonberg. También existen muchas historias contadas desde la visión de un visitante extraterrestre a la Tierra o a mundos desconocidos.


¿Creés que hay una ciencia ficción “del interior” con identidad propia?

Es un proceso todavía en etapas tempranas. Lo que sí se puede afirmar es que mientras más identidad propia adquieran los escritores locales, sucederá lo mismo con sus producciones. Cada quien hallara su voz narrativa particular lo que, con el tiempo se establecerá como características propias de la ciencia ficción del noroeste. Estamos en camino, es un terreno donde queda mucho por explorar. Todas las direcciones posibles se abren delante de nosotros. Se trata de un momento emocionante y único. Además de los avances en física, genética, inteligencia artificial junto con los descubrimientos en astronomía. Desde siempre el género se alimentó sobre el uso correcto o incorrecto de las tecnologías y el impacto de los descubrimientos acerca del cosmos. Hay que hacer especulaciones sobre cómo será la civilización en una década, un siglo o un milenio.

Tomo por ejemplo a Silverberg. Él está obsesionado con Roma y la vislumbra inmune al paso de los siglos en Alas nocturnas. También tiene una fijación con el cristianismo. Es irónico al mostrar en Buenas noticias del Vaticano cómo un robot es elegido Papa. A la hora de crear la ucronía de Roma eterna se pregunta ¿qué pasaría si el cristianismo nunca hubiera existido? Quizás los barcos llenos de legionarios hubieran llegado a las costas de América. Tal vez existirían coliseos en todo el mundo donde luchen gladiadores en la actualidad.  Acaso el imperio romano alcanzaría las estrellas. Es la clase de elucubraciones que tenemos que plantearnos.

Por lo que leí de la ciencia ficción local nos dedicamos a extrapolar invasiones extraterrestres, imaginar una megaciudad que fusione Salta y Jujuy o imaginar antihéroes que deambulan en un futuro arrasado como el de Mad Max. Es un inicio. Hay que obsesionarse con lo que sea. Hacer la gran Silverberg sin preguntarnos por las causas, sino por los efectos. Llevarlos a límites absurdos e ir más lejos. Los católicos deberían plantear el método inverso al de Silverberg y obsesionarse con el judaísmo. Puede ser. A veces saldrá bien; otras, no tanto. No importa. Es lo de menos. ¿Qué hubiera pasado si la peste negra hubiera hecho desaparecer Europa? Tal vez los aztecas descubrirían las ruinas del Viejo Continente. ¿Y si al volver trajeran con ellos la peste? ¿O qué hubiera pasado si la humanidad surgiera cuando había un único supercontinente como Pangea? La posibilidad de la conquista de América se reduce a cero. ¿Qué implicaciones tendría a corto o largo plazo? ¿Y si los Neandertales sobrevivieron a la glaciación y coexistieran con nosotros en la actualidad? ¿Los trataríamos como a iguales o como a seres inferiores? Habrá que arriesgarse cada vez más y lo identitario se dará. Recién entonces se verán los rasgos de la literatura de especulación científica del noroeste argentino.


¿Cómo ves la recepción del género en Tucumán y Salta? ¿Sentís que hay un nuevo público lector o todavía hay prejuicios?

Hace poco tiempo atrás se lanzó un concurso nacional de ciencia ficción, terror y fantasía. Parecía que, desde el centro del sistema literario, se intentaba dar impulso a géneros poco comunes en Argentina. Sé que el premio de ciencia ficción lo ganó una novela gráfica de Tucumán. Más allá del intento heroico, la novela no contó con una publicación nacional, así que todo se quedó ahí. En Salta el año pasado hubo un concurso provincial para la categoría de cuento fantástico. En Salta se asocia lo fantástico con un público receptor infantil o juvenil.  Todavía falta mucho para que surja un movimiento masivo de autores dedicados a la ciencia ficción dirigida a un público adulto. Creo que existe un público para esto. Hace falta que el mercado editorial no se quede con la idea de que los lectores serios no leen ciencia ficción. En Buenos Aires hay editoriales especializadas en el género, pero son más bien para un público de nicho, al menos por ahora. Creo que ese movimiento va a explotar en cualquier momento como en la época de las revistas Péndulo o Fierro. Habrá novelas gráficas argentinas desde todo el país con el nivel de El Eternauta. Soy optimista al respecto.

¿Qué autores latinoamericanos o argentinos te inspiran dentro del género?

En Latinoamérica es cuestión de buscar en revistas digitales especializadas en el género. Fue ahí donde tuve ocasión de leer muchísima ciencia ficción de excelente calidad. Son demasiados autores para mencionarlos, hay que explorar en los medios digitales y lo demás es cuestión de gustos personales. Si se animan, van a encontrar talento latino que no tiene nada que envidiarles a autores anglosajones de la edad de oro. En Argentina tengo que mencionar a Angélica Gorodischer y a Edle Julve, escritora tucumana, quien escribió una trilogía de ciencia ficción contemporánea en La trilogía de la Federación disponible en plataformas digitales. La New Wave de la ciencia ficción argentina es inminente y va a tener forma de tsunami. Ya es hora.