Cuando Luciana Corzo entró por primera vez a un gimnasio en Tucumán, hace más de una década, no imaginaba que aquel gesto inicial la llevaría, catorce años después, al escenario más prestigioso del fisicoculturismo mundial: el Mister Olympia, en Las Vegas. Ese mismo escenario que sus ídolas —Ashley Kaltwasser, Nathalia Melo y Larissa Reis— habían pisado antes que ella. Ese que representa el sueño máximo para miles de atletas de todo el mundo. 

“Conocí el fisicoculturismo alrededor del 2011 o 2012, cuando ya llevaba un año entrenando. Me contacté con personas de Córdoba que preparaban atletas y me vieron condiciones. Así empezó mi camino hacia el fitness, sin saber mucho, pero bien orientada”, recuerda. En ese momento, la categoría bikini fitness recién nacía dentro del circuito competitivo. “Fui una de las primeras y pioneras en el país”, dice con orgullo.

Desde entonces, su vida se organizó en torno a la disciplina. Entrenamientos diarios, alimentación estricta, planificación, sacrificios personales. En 2021, después de diez años de competencias, ganó su carné profesional en un torneo sudamericano. Fue el paso necesario para ingresar a la liga profesional. Y en 2024, tras obtener el primer puesto en la “SurPro Cup” de Paraguay, consiguió su clasificación al Olympia, la meta más alta del deporte. “Imaginate que es el torneo más importante del mundo para nosotros. Todos soñamos con pisar ese escenario. Trabajé toda mi vida para llegar a eso”, afirma.

Un viaje de obstáculos y fe

El camino hasta Las Vegas no fue fácil. Luciana decidió dejar Tucumán en busca de nuevas oportunidades y pasó por México, Chicago y Miami antes de concretar su participación. “Tuve muchos obstáculos. En algunos momentos no atravesé buenas situaciones económicas, me mudaba todo el tiempo, buscaba patrocinios y trabajaba mucho. Pero soy una convencida de que uno crea su realidad. Trabajé tan duro que todo terminó saliendo bien”, cuenta.

Sin grandes sponsors ni respaldo económico, financió cada paso de su carrera con su propio trabajo como entrenadora. “Siempre lo hice con el sudor de mi frente: pasajes, estadías, bikini, zapatos, comida, todo. En Argentina es muy difícil. Tenemos muy buenos deportistas, pero la financiación del Estado es casi imposible. Y en un deporte amateur como el fisicoculturismo, todavía más”, explica.

En Estados Unidos, en cambio, descubrió otro universo. “Me sorprendió la fuerza del fisicoculturismo allá, la cantidad de patrocinios, de marcas, de gente aficionada al deporte. Las entradas para las finales salían 700 dólares. Era un evento multimillonario”, relata todavía asombrada.

El sueño cumplido

En Las Vegas compartió escenario con 60 atletas profesionales de todo el mundo. “Competí con mujeres que admiraba desde hace años, que seguía en Instagram y trataba de imitar. Verlas en vivo me erizó la piel. Fue una experiencia increíble”, dice. No esperaba ganar, pero sí disfrutar. “Fui a vivir la experiencia. En el circuito profesional los equipos y los jueces más importantes están en Estados Unidos, y yo sabía que no tenía muchas posibilidades. Pero mi objetivo era disfrutar y conocer a mis ídolos del fitness. Ese era mi sueño”.

El Olympia, fundado en 1965, es el equivalente a un mundial dentro del fisicoculturismo: allí se consagran los mejores del planeta en diferentes categorías —entre ellas, bikini, figure, physique y bodybuilding—. La competencia es la culminación de un proceso selectivo que atraviesa años de torneos y exigencias físicas extremas. Para Luciana, fue el cierre de una etapa y el inicio de otra.

Una pionera con raíces tucumanas

Desde su Tucumán natal, Luciana sigue inspirando a muchas jóvenes que ven en ella un modelo de perseverancia. “No todo el mundo puede llegar a conseguirlo. Estoy muy agradecida de haber pisado ese escenario”, reflexiona.

Su rutina diaria, cuando está en casa, combina los entrenamientos personales con su trabajo como entrenadora y coach de otras chicas. “Ahora quiero dedicarme al crecimiento personal y laboral, ayudar a quienes quieren cambiar su estilo de vida o empezar en el mundo competitivo. Competí por muchos años y necesito una pausa, pero no es una puerta que se cierra”, dice.

Si alguna vez vuelve a competir, asegura, lo hará de otra manera: “Con un preparador dentro del circuito profesional de Estados Unidos, entendiendo qué se necesita para ser competitivo allí. Pero sobre todo, disfrutando del proceso”.

Luciana Corzo representa una rareza: una deportista tucumana que, desde un rincón del norte argentino y sin apoyos institucionales, llegó al escenario más codiciado del fitness mundial. Una historia de constancia, fe y trabajo silencioso que trasciende los límites del músculo y el espejo. Porque, como dice ella, “uno manifiesta su realidad con gratitud, esfuerzo y energía. Y cuando eso sucede, los sueños se cumplen”.