Dos días alcanzan para que baje el pulso y suba la lupa. El primer Atlético de Hugo Colace dejó señales claras: la idea existe, la ejecución está en deuda. En Buenos Aires se vio un equipo que conoce el libreto, pero que lo recita sin convicción, con entradas en falso y silencios bastante incómodos. Cambió el técnico, no cambiaron los vicios.
Colace eligió un aterrizaje prudente. Sin Nicolás Laméndola, no forzó su 4-3-3 y prefirió sostener la estructura que este plantel venía usando. El mensaje, en teoría, era sencillo. Había que ordenarse, competir y (tratar) de no desarmar lo poco que funcionaba. El problema es que los desajustes que arrastra Atlético aparecieron igual, multiplicados por la ansiedad de un ciclo que arranca con urgencias.
Atrás, Matías Mansilla volvió a mostrarse firme. Tapó un penal, desactivó varias pelotas de gol y ofreció calma en medio del temblor. Ese rendimiento no se explica por coyuntura, es algo que viene sosteniéndose hace semanas. Lo que lo rodea, en cambio, sí se explica por desconcentraciones. Marcelo Ortiz se equivocó en una salida decisiva y nunca recuperó eje; Ignacio Galván y Clever Ferreira se fueron expulsados y dejaron al equipo con nueve. Más que una anécdota, un costo que condiciona el armado de los próximos partidos y desnuda un tema de base: la toma de decisiones en momentos calientes.
El mediocampo fue una autopista a contramano, un espacio desprotegido, sin referencias ni sincronía. Sin el volante que venía dándole ritmo, nadie asumió el mando. Los Kevin no encontraron precisión ni altura competitiva, Adrián Sánchez alternó buenos gestos con una pérdida clave en retroceso. Las líneas se partieron y los rivales encontraron siempre zonas libres para avanzar. Con ese paisaje, cualquier intento de presión queda a mitad de camino y cualquier recuperación se vuelve efímera.
Arriba, la sociedad nunca arrancó. Mateo Bajamich quedó desconectado y se apagó muy rápido; Leandro Díaz repitió un viejo problema con el offside y perdió el mano a mano con las líneas más que con los centrales. Sin extremos naturales que ganen por fuera, el equipo llegó poco y mal, y cuando generó, se topó con un arquero que parecía la muralla china personificada. No es casualidad que las mejores ráfagas hayan llegado con Franco Nicola y, sobre todo, con Renzo Tesuri. El primero aportó decisión y frescura; el segundo, energía y carácter en su esperado regreso. En una noche adversa, Tesuri fue el único foco real de renovación.
Entonces, ¿qué dejó el Atlético de Colace? Un diagnóstico nítido: la base está, pero el equipo necesita una limpieza de cara competitiva. No alcanza con “respetar” la estructura; hay que acelerar decisiones. Intensidad sin volverse loco, orden sin parecer un robot, delanteros que piquen a tiempo y un medio que marque el compás, no que lo corra de atrás.
Qué debe ajustar ya, con el calendario al cuello
- Concentración y calma: las expulsiones contra Independiente costaron caro. En este tramo del torneo no se puede regalar jugadores. El primer paso es controlar la ansiedad, medir las reacciones y sostener la cabeza fría en los momentos decisivos.
- Salir mejor desde el fondo: el error que terminó en gol no fue casualidad. Hay que simplificar el primer pase y evitar riesgos innecesarios. Si no hay pase claro, despejar sin culpa también es una forma de ordenar.
- Un medio que haga jugar: sin Laméndola, nadie tomó el mando. Atlético necesita que alguien marque el ritmo y haga circular la pelota. El mediocampo no puede seguir siendo un lugar de paso para el rival.
- Profundidad por las bandas: si no hay extremos naturales, hay que generarlos. Los laterales necesitan apoyo y libertad para proyectarse, y los delanteros, recibir con espacios. El equipo se vuelve previsible cuando todo pasa por el medio.
- Efectividad en las áreas: Mansilla sostiene al equipo atrás, pero falta acompañarlo. En ataque, cada oportunidad debe aprovecharse. Menos toques, más decisión y remates que obliguen al arquero rival a responder.
El contexto aprieta y el fixture aprieta más. Atlético está noveno cuando entran ocho, con una diferencia corta en la tabla anual que obliga a mirar también para abajo. Llega Godoy Cruz al José Fierro, necesitado por su pelea de permanencia, y asoma Lanús en Buenos Aires, con la cabeza en su final continental pero con jerarquía para competir igual. No hay margen para el lamento. Atlético necesita volver a competir con convicción, sin dudar ni quedarse en explicaciones que después no se ven en la cancha.
Colace tiene claro lo que pretende. Ahora necesita que el equipo lo acompañe con decisiones correctas y piernas frescas. Si Tesuri gana minutos, si Nicola se afirma como socio y si el equipo baja el margen de error en salida y retroceso, Atlético puede volver a ser incómodo y competitivo. La temporada no espera. El “Decano” tampoco. Juega su lugar en los playoffs y, de paso, su tranquilidad en la tabla anual. Es tiempo de corregir en marcha y competir como si cada pelota fuese la última. Porque en estas dos fechas, lo es.