En el día de la firma de renuncia, Rubén Moisello recibió a LA GACETA con una mezcla de serenidad y nostalgia. En la oficina, los balances resumían tres años de gestión en San Martín. “El acierto fue ordenar el club; el error, callarnos demasiado”, confesó.
Durante su mandato se inauguraron obras clave: el microestadio, el museo y mejoras en el “Natalio Mirkin”. “San Martín necesitaba modernizarse. Hoy es una institución sólida, con cimientos reales”, destacó.
Sin embargo, reconoció que el silencio fue su gran falla. “No mostramos todo lo que hacíamos. Si hubiéramos comunicado mejor, el final quizás era distinto.”
En diálogo con LA GACETA, aseguró que su equipo actuó siempre con honestidad. “Si nos equivocamos, fue por querer hacer más, no por ego ni intereses personales.”
Un legado que busca continuidad
“Dejamos bases firmes. Lo deportivo dolió, pero lo institucional quedó fuerte. Espero que los que vengan lo hagan crecer todavía más.”