En el Tucumán Lawn Tennis se respira tenis antes de que la pelota bote. Desde temprano, cuando el sol apenas roza el horizonte, ya se escucha el murmullo de los primeros espectadores, de los empleados, de voluntarios y de jugadoras entrando en calor. Aunque el partido estelar sea a la tarde, el club se mueve como si fuera mediodía desde las 9. Los portones están abiertos, el ingreso es rápido y las canchas comienzan a poblarse. Los primeros saques oficiales salen a partir de las 11 y la acción se estira hasta la noche, porque el tenis en Tucumán decidió no dormir desde la llegada del WTA 125 Tucumán Open.
La vida del torneo se reparte en tres escenarios: la cancha Central, que es el "teatro mayor"; la cancha 1 y la 7. El público se mueve como en una peregrinación; sube, baja, se asoma, va y viene.
Y cuando el juego pide una pausa, aparece el otro ritual: la comida. Afuera de la Central, una hilera de foodtrucks arma un pequeño boulevard gourmet. Hay panadería, café, cosas dulces y, en una carpa blanca, el inconfundible logo amarillo de McDonald’s, sponsors oficial del torneo. Para los que buscan algo más clásico, la cantina del club funciona como una plaza central; y la variedad de platos va desde los tradicionales sándwiches o empanadas hasta algunos más elaborados que sorprenden a cualquier desprevenido.
¿Dónde se consiguen las entradas? ¿Qué precio tienen?
Las entradas se consiguen en el sitio Ticketek o en la puerta del club: $10.000 para acceder a la jornada y $15.000 para los días más fuertes. Los mismos empleados recomiendan llegar con tiempo, no sólo para encontrar lugar, sino para entrar en clima. Caminar por los pasillos del club es parte de la experiencia, como escuchar desde lejos el golpe seco de la pelota.
De noche, cuando se encienden las luces y la Central queda iluminada como un escenario de teatro, el torneo suena todavía más grande. El silencio previo al saque es casi religioso y, cuando llega el quiebre, el estallido en las tribunas recuerda que Tucumán también sabe parecerse al mundo.
El WTA 125 no es únicamente tenis. Es un club que por una semana se transformó en una ciudad deportiva. Es la invitación a hacerse un tiempo para ir, caminar y mirar. Y, si se puede, quedarse hasta el final porque a veces el mejor punto del día aparece cuando ya nadie lo espera.