El polvo de ladrillo todavía respiraba el calor de la tarde cuando Oleksandra Oliynykova levantó los brazos, sonrió y miró al cielo. En ese gesto había mucho más que alivio: había historia. La ucraniana de 24 años acababa de vencer a Mayar Sherif, la máxima favorita, por 3-6, 6-2 y 6-2, y de quedarse con el título del Tucumán Open WTA 125. Su triunfo fue algo más que una estadística: fue una escena de conexión humana, una historia de lucha, de soledad y de un lazo invisible con un país en guerra.

Durante toda la semana, el público tucumano la adoptó como propia. No fue casualidad. Entre punto y punto, la tenista sacaba de su mochila pequeños juguetes para regalárselos a los niños de las tribunas. Su sonrisa constante, su energía y su manera de agradecer hicieron que cada partido se sintiera como una pequeña celebración compartida.

“No sé por qué se dio esta conexión, pero me encantó ver a todos. Estoy feliz de ver a los niños. Siempre intento poner un gran esfuerzo y compartir emociones; eso, para mí, es tan importante como ganar”, le contó Oliynikova a LA GACETA, todavía con las mejillas encendidas por el esfuerzo.

Sola en el camino, pero acompañada por la fuerza

Oliynykova viaja sola. No tiene entrenador ni preparador físico ni equipo detrás. Se encarga de todo: desde analizar rivales hasta lavar su ropa de entrenamiento. En Tucumán, esa independencia se transformó en una bandera.

“He viajado por un año sola. Estoy acostumbrada. La razón es que mi padre está en el ejército de Ucrania. Él es mi motivación. Cuando me siento mal o no sé qué hacer, pienso en él y encuentro fuerza”, relató con naturalidad, como si hablara de algo cotidiano, aunque la realidad sea durísima.

Su padre, Denys Oliynykov, combate como soldado voluntario en la guerra. Ella, desde cada cancha del mundo, intenta rendirle homenaje con su raqueta. “Cada victoria se la dedico a mi país y a mi padre, que defiende nuestra tierra. Cada punto que gano es también por él”, dijo. La frase cambió el clima. De repente, el título deportivo quedó en segundo plano: lo importante era la historia que había detrás.

El partido final reflejó su carácter. Comenzó incómoda, superada por la potencia de Sherif, pero nunca perdió la compostura. Ajustó detalles, se afirmó en el saque y atacó con precisión el revés cruzado de la egipcia. En un momento se dijo a sí misma que todo empezaba de cero. “En un momento me dije: de 0-0, sigo jugando. No jugué mal, solo necesitaba calmarme”, explicó. Desde ahí, el juego fue suyo. Controló los tiempos, ganó confianza y terminó celebrando un 6-2 que desató una ovación en la cancha central del Tucumán Lawn Tennis.

Una sonrisa en medio de la guerra

Cuando todo terminó, no corrió ni gritó. Caminó hacia la red, saludó a su rival, levantó la vista y sonrió. Tucumán la aplaudió como si fuera una heroína local. El polvo de ladrillo, su superficie favorita, fue también su refugio. Eligió cerrar la temporada en Sudamérica porque aquí se siente libre. “Elegí seis torneos en esta región porque son del nivel que necesito jugar. Prefiero el polvo de ladrillo. No me gusta el cemento; si puedo, lo evito. Tucumán es el lugar perfecto: me gusta la gente, el clima y la conexión con todos”, explicó.

Piensa quedarse unos días más en la provincia antes de viajar a Chile. Entrenará, descansará y disfrutará del cariño que cosechó. “Aquí me siento bien. Es fácil estar enfocada cuando te hacen sentir como en casa”, repite con una mezcla de timidez y gratitud.

Su camino no ha sido sencillo. Hace poco fue sancionada por la WTA tras una confusión administrativa: su padre, que también actúa como su mánager, no respondió a tiempo un correo porque estaba en una misión militar. Le quitaron los puntos obtenidos en otro torneo y la multaron. Ella no se quejó; siguió adelante. “He trabajado duro, sin apoyo de patrocinadores ni invitaciones. Cada punto que gano es con esfuerzo”, asegura.

Detrás de esa jugadora que brilla con glitter en la cancha y se ríe con los niños, hay una joven que convive con la distancia y la preocupación diaria. “Intento disfrutar del tenis y del proceso. Tener un look brillante me recuerda que esto también puede ser divertido”, explicó entre risas, cuando le preguntaron por su estilo. Pero su historia tiene otra cara: la de una hija que juega para un padre que pelea por sobrevivir.