El motor zumba y la tierra se estira en planos interminables. Desde la ventanilla, la geografía del norte de Salta se lee como un mapa de atajos: caminos de ripio que se pierden entre montes, alambrados que bordean fincas y claros donde cualquier pista improvisada podría sostener una avioneta. Adentro, con auriculares, el legislador y ex comisario salteño Gustavo Orozco apunta la cámara y enumera lo que le llevó años de observación y decenas de denuncias: no es una sola vía la que traiciona al Estado, son dos las rutas aéreas que, dijo, los narcos usan a diario para ingresar cocaína al país.

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“Vamos a recorrer la zona caliente y vamos a simular el ingreso de un vuelo narco. La idea es demostrar lo fácil que es hoy, por la falta de controles y por la ausencia de una ley fundamental, que es la ley del derribo, poder ingresar al cielo argentino”. Lo dice abordo de una avioneta alquilada, con las mismas características que —según él— usan las que despegan desde Bolivia cargadas de cocaína.

El diputado decidió hacer el recorrido él mismo: despegar, cruzar la frontera y sobrevolar las rutas que, asegura, están activas y sin control. “Queremos mostrar cómo entran, dónde operan y cómo salen. Esto pasa todos los días”.

La frontera, un colador

La frontera entre Argentina y Bolivia, especialmente en el norte salteño, es una línea difusa que se pierde entre cerros, caminos rurales y extensos campos agrícolas. En muchos sectores del departamento San Martín y de Rivadavia, y hacia el sur del departamento Anta, las propiedades privadas se extienden a ambos lados del límite internacional, sin cercos ni controles visibles. Existen caminos vecinales que cruzan de un país a otro sin puestos de Gendarmería ni señalización alguna. En esos parajes, como describió Orozco durante su sobrevuelo, “los caminos pasan literalmente desde Bolivia a Argentina y viceversa, sin ningún tipo de control”. Esas condiciones geográficas y la falta de vigilancia permanente facilitan el uso del territorio como corredor aéreo y terrestre para el ingreso de cocaína boliviana que luego sigue su ruta hacia el centro del país.

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Dos rutas, dos propósitos

Desde el aire, la geografía parece una postal: grandes fincas, caminos de tierra, franjas despejadas que podrían servir de pista en cualquier momento. Orozco las conoce porque durante siete años fue jefe de Inteligencia en Rosario de la Frontera. “Hay dos formas de operar”, explica. “Una es venir hacia el departamento de Anta, donde se produce lo que llamamos la lluvia blanca: tiran la carga desde el aire, a baja altura, y la gente en tierra la levanta. La otra es llegar hasta Rosario de la Frontera, donde, por la autonomía de las avionetas, hacen escala para cargar combustible.”

La primera ruta —la de Anta— es la más directa desde Bolivia. El vuelo entra bajo, sin plan de vuelo, y a menudo de noche. En campos elegidos, los pilotos sueltan los bultos. “Tiran a cinco, diez metros de altura, con precisión. Ya está todo coordinado abajo. A los minutos, camionetas 4x4 entran, recogen los paquetes y desaparecen”, narra el diputado.

La segunda ruta, en cambio, tiene otro fin. “Cuando vienen más cargadas, muchas avionetas no tienen autonomía suficiente. Por eso aterrizan en Rosario de la Frontera. Ahí cargan combustible y, de paso, ya se ahorran varios controles de Gendarmería. Después tienen la ruta 34 al lado, que los lleva derecho a Tucumán, y de ahí a Rosario o Buenos Aires. Es una logística perfecta”, dice Orozco.

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La demostración: un vuelo sin control

Durante más de una hora, Orozco sobrevoló el límite entre Salta y Bolivia. El video que registró, fue reproducido durante la sesión ordinaria de la Cámara de Diputados de la Provincia de Salta.

“Llevamos más de una hora recorriendo el límite con Bolivia y hasta acá no tuvimos señal de ningún control. No veo ningún tipo de control en ese lugar. Unas personas pueden pasar tranquilamente en una camioneta… y hacia adelante, es de donde despegan las avionetas narcos.”

Horas después, la avioneta aterriza en el Aeroclub de Rosario de la Frontera. Orozco baja con chaleco, mira a su alrededor y comenta, con gesto de incredulidad: “Podríamos haber traído lo que se nos antojara, y nadie nos controló absolutamente nada. Si no te controlan en el aeroclub, imaginate en una pista privada o en un campo”.

El legislador asegura que en todo el trayecto —ni en el aire ni al aterrizar— fue inspeccionado por ninguna autoridad. “Eso demuestra lo que venimos denunciando hace años: el cielo está liberado. Si uno puede hacerlo con una avioneta alquilada, los narcos lo hacen todos los días sin que nadie los vea”, sentencia.

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Rosario de la Frontera: la escala ideal

El sur salteño es una zona estratégica. No sólo porque está lejos de los radares, sino porque ofrece vías rápidas de salida. “Desde acá, tienen acceso inmediato a la ruta 34. Es la autopista del narcotráfico: agarran camino hacia Tucumán, y de ahí la droga sigue hacia Rosario, Santa Fe, Buenos Aires. Es la última escala aérea antes de entrar a los grandes centros”, explica.

La escena cobra sentido al recordar el accidente reciente: una avioneta se estrelló en una finca cercana con 364 kilos de cocaína a bordo. Para Orozco, fue una muestra involuntaria del problema que él denuncia. “No es un caso aislado. Es parte de un circuito que ya está armado y que nadie quiere ver”, afirma.

Anta: el cielo de la “lluvia blanca”

El otro punto del mapa —Anta— funciona distinto. No hay aterrizajes, sólo descargas aéreas. Desde el aire, los campos se ven marcados por líneas claras. “Ahí abajo es donde tiran. Lo con coordenadas fijas. Le decimos lluvia blanca porque literalmente cae del cielo”, explicó, y vuelve a repetir lo que considera una evidencia de impunidad: “No hay radares, no hay patrullas, no hay nada”.

La modalidad es tan rápida como efectiva: la avioneta descarga y regresa a Bolivia en minutos. En tierra, la carga se reparte, y parte de ella —dice el legislador— queda para el consumo interno. “Por eso en los pueblos del norte se empieza a ver más droga. Porque ya no sólo pasan, también dejan”, asegura.

Reclamo y advertencia

Luego de exponer el video, Orozco retoma el eje político que dio origen a la demostración: la necesidad de sancionar una ley de derribo y de crear protocolos de interceptación.

“Una ley de derribo no significa que se va a disparar sin más —aclara—. Es una medida que permite al Estado actuar frente a una aeronave que no se identifica, que no responde y que puede estar vinculada al narcotráfico. Primero se la intercepta, se la obliga a aterrizar, y si no responde, recién ahí se la neutraliza. Pero hoy ni siquiera tenemos cómo interceptar.”

También reclamó control en los aeroclubes y registros de pistas clandestinas. “Cualquiera puede tener una pista en su finca y nadie la inspecciona. No hay registros ni sanciones. Mientras eso siga así, el narco tiene el camino despejado”, resumió.

Criticas 

La exposición de Orozco, sin embargo, no estuvo exenta de críticas dentro del ámbito legislativo. Algunos diputados cuestionaron que se hiciera público el detalle de las rutas utilizadas por el narcotráfico, advirtiendo que esa información podría ser aprovechada por las propias organizaciones criminales. Desde La Libertad Avanza, además, le recordaron al legislador que en Salta también se encontraron cargamentos de droga en ambulancias, patrulleros y hasta en un camión de bomberos, señalando que el problema no se limita al aire sino que también involucra estructuras estatales y corrupción interna.

Orozco también fue interpelado por el incremento del microtráfico en la provincia, una problemática que crece en barrios y localidades del interior. Pero el diputado no se quedó callado: respondió que “para combatir el microtráfico primero hay que cerrar la puerta de entrada de la droga al país”, y argumentó que “sin la caída de la droga del cielo ni el ingreso de cocaína desde Bolivia, los que venden al menudeo no tendrían con qué hacerlo”.

Al cierre del debate, la Legislatura salteña aprobó un proyecto de declaración en el que se insta a los legisladores nacionales por Salta a impulsar una ley de derribo. La iniciativa busca que el Congreso de la Nación debata un marco legal que autorice al Estado argentino a interceptar o derribar aeronaves sospechadas de ingresar droga al país, una medida que —según Orozco— “es indispensable para recuperar el control del cielo argentino”.