Javier Girotto protagonizará el cierre de lujo de la sexta edición del Festival Tucumán Jazz esta noche, a partir de las 20, en el teatro San Martín (avenida Sarmiento 601). Su nombre es sinónimo de talento al interpretar el saxo y su extensísima trayectoria despierta admiración. Radicado desde la década del 90 en Italia, nunca perdió el vínculo con el país ni con su Córdoba natal, al punto que su propuesta combina sus raíces inspiradas en la creación tanguera de Ástor Piazzolla con las modalidades expresivas de la improvisación del jazz, dentro de una gran libertad expresiva.

Por eso, el músico se presentará con su grupo Aires Tango, que comparte con Alessandro Gwis (piano), Marco Siniscalco (bajo eléctrico) y Francesco De Rubeis (batería y percusión). El concierto será abierto por el guitarrista Juan Pablo Sampaoli. El festival es organizado por el Ente Cultural de Tucumán, con el acompañamiento del Consejo Federal de Inversiones y el Instituto Italiano de Cultura de Córdoba. Los socios de Club LA GACETA tienen 2x1 en entradas.

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La reivindicación de su identidad de origen es tal que uno de sus últimos discos (dentro de una impresionante cantidad de álbumes que lanza cada año) se titula, precisamente, “Cordobés”. “Se llama así porque tenía un tema con ese nombre y me gustó mantener siempre un pie en las raíces; pero después hice ‘Coliseus’, que se lo dediqué a mi segunda ciudad que es Roma. Son ya 35 años que vivo acá, pero me parece justo recordar siempre Córdoba que fue la que me dio la vida que continúa acá en Italia”, le cuenta a LA GACETA.

Su currículum indica que tiene 500 obras compuestas en más de 50 álbumes como líder y que dio miles de conciertos, junto a referentes como Enrico Rava, Ralph Towner, Rita Marcotulli, Randy Brecker, Danilo Pérez, Gary Burton, Avishai Cohen y la WDR Big Band Köln Germany, entre otros. Si bien se formó en Argentina, se perfeccionó luego en el Berklee College of Music antes de radicarse en Roma, donde se dejó influenciar con las tradiciones italiana y mediterránea.

- Parece que por más que se viaje, nunca se deja del todo el lugar de nacimiento artístico...

- Acá teníamos un grupo que se llamaba Córdoba Reunión, con colegas que crecimos juntos y en un cierto punto nos fuimos todos afuera de la Argentina. Dos de ellos viven en París; uno en el norte de Italia y yo en Roma. Y de vez en cuando nos juntamos y hacemos folclore de fusión. Es maravilloso ese encuentro, porque hablamos el mismo lenguaje habiendo tenido tantas experiencias en el exterior.

- ¿Se deja de ser argentino y -en tu caso- cordobés?

- No se termina nunca eso. Me siento también muy italiano porque son muchos años que vivo acá y mis costumbres son muchas de acá, pero estoy siempre yendo a Córdoba. Nunca se interrumpió el vínculo y yo tampoco nunca lo he interrumpido. Tengo muchísimos amigos, de eso que te dicen la verdad y eso lo cultive siempre. Estoy siempre atento a la historia, a las relaciones, a la cultura argentina y cordobesa y la sigo desarrollando en Europa.

- En tiempos de la pandemia sufriste distonía focal del músico (un trastorno neurológico que en su caso le impedía mover la mano), ¿te llevó a reconfigurarte como artista?

- Fue un desafío haber padecido la distonía, fue un período negativo del que pude salir con mucha fuerza. Hoy me encuentro reforzado en la tranquilidad, en la conciencia y lo que está sucediendo ahora. Soy una especie de médico, porque ayudo a un montón de artistas que están cayendo en esta patología rarísima para el resto, pero muy común y frecuente en los músicos; alguna vez se llamaba el mal del escritor. Fueron casi tres años muy jodidos porque no podía ni tocar, pero con fuerza y como por el covid tuvimos que estar un año parados, pude recuperar todos los automatismos.

- ¿Por qué grabás tantos discos?

- Porque me encanta escribir mucho en los momentos que no hago conciertos y no viajo para tocar. Siempre estoy estudiando y al mismo tiempo escribiendo mucha música. La toco y la grabo y tengo la suerte de que hay gente todavía que cree en eso y que me permite seguir lanzando discos. Será hasta que se acabe el juguete pero hasta ese momento, vamos para adelante.

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- ¿Qué implica Piazzolla en tu vida?

- Es la persona que hizo renacer el tango a través del nuevo tango. Un genio total. Mi idea fue hacer un grupo con músicos que no sean argentinos, para no caer en códigos que son identificables y entonces no se logra encontrar una personalidad. Así que voy con tres italianos que aprendieron a tocar tango, y no solo en la forma original, sino contaminándolo con las experiencias de ellos, del jazz italiano, de la cultura mediterránea. No tengo un bandoneonista, porque sino sería inevitable confrontar con Piazzolla, lo que me ha permitido encontrar un nuevo camino.

- ¿Qué significó haber recreado el encuentro entre Piazzolla y Gerry Mulligan?

- Fue una casualidad, porque me contactó Silo, que es el productor de un sello discográfico alemán que se llama ACT, muy importante y conocido en Europa. Cuando hicimos el acuerdo para empezar a hacer cosas juntos, la primera cosa que me propuso fue revisitar “Reunión Cumbre”, que acá se llama “Summit”. Al final me confesó que él fue el productor original del disco del 74, y tiene un grandísimo y hermoso recuerdo. Fue una experiencia maravillosa, porque yo medio que crecí con ese disco y fue una satisfacción enorme hacerlo a mi manera.

- ¿Cuáles son los espacios que comparten el tango y el jazz?

- Muchos y todo es un poco gracias a Piazzolla, que abrió las puertas y los caminos para hacer que estos dos mundos se unan con espacios para a la improvisación y al encontrar rítmicas que pueden andar bien juntas. El jazz puede ser todo, está contaminado por todos los géneros de todo el mundo. Habiendo vivido en Estados Unidos con una gran experiencia del jazz, cuando llegué a Italia me entró la nostalgia de todo lo que había vivido en mi infancia y adolescencia en la Argentina con el folclore y el tango, así que sentí la necesidad de hacer esa reunión de los dos géneros más el folclore, que me encanta y es muy indicativo de Córdoba. Tocando sólo jazz estaba todo bien, técnicamente todo fenómeno, pero no encontraba mucha emoción. Haciendo las cosas más mezcladas con nuestros ritmos, la emotividad se hizo muy fuerte, así que este es mi camino y es el que voy a seguir, mientras sigo haciendo otras cosas por curioso.

- ¿Cómo se conforma tu sonido?

- No sé, es una casualidad, como la casualidad de la vida, ¿no? Como quien encuentra el camino que va tomando en la vida, y en la música es igual. Mi sonido es una casualidad increíble, porque por haber peleado siempre con los vecinos, encontraba fórmulas para poder estudiar el instrumento tapándolo lleno de trapos. Por eso, la cabeza inconscientemente fue buscando ese sonido con el cual estudié y así se fue formando mi sonido personal.

- ¿Qué está pasando en el jazz europeo contemporáneo?

- Siempre está en constante evolución, están apareciendo músicos increíbles, está evolucionando el sonido, el nivel es tremendo. La única cosa que te puedo decir es que hay muchísima oferta y poquísima demanda. Los lugares para tocar son cada vez menos y arriesgan poco con los nombres que están saliendo nuevos. O sea, digamos que está creciendo la música, pero no hay lugar donde poder escucharla.

Recitales en bares

Dos propuestas gratuitas

El Festival Tucumán Jazz concluye también en su ciclo de recitales en bares con entrada libre y gratuita. A las 21, en el restó Boris (San Juan 1.131) se presentará el Jazz Trío conformado por Javier Podazza (en la batería), Pedro Gómez (bajo) y Rafael Romano (piano), tres músicos con amplia trayectoria dentro de la escena local. El ensamble propone una estética que fusiona el estilo tradicional con sonoridades contemporáneas, para generar una experiencia musical moderna, creativa y dinámica con un repertorio que combina estándares reversionados, composiciones en clave latinoamericana y obras intervenidas con arreglos propios, donde la improvisación y el diálogo entre los instrumentos ocupan un lugar central. A la misma hora, pero en Alcurnia Wine Bar (25 de Mayo 760) estará el dúo que conforman Juan Escalante y Adolfo De Boek, también con clásicos atravesados por su particular lectura y con la experiencia de la improvisación.