San Martín apareció en modo campeón cuando la final lo exigía. Con intensidad, oficio y una claridad ofensiva que Monteros Vóley jamás pudo igualar, el “Santo” resolvió la serie con autoridad: ganó 3-1, repitió el marcador de la ida disputada en la cancha de Natación y cerró un año perfecto coronándose campeón del torneo Anual de hockey masculino. Fue una final jugada con carácter, precisión y una ráfaga contundente que quebró el partido antes del descanso. El “Naranja” empujó, descontó y buscó respuestas, pero nunca encontró cómo frenar a un equipo que llegó preparado para definir y lo hizo sin titubeos.
El arranque en la cancha de Tucumán Rugby mostró a Monteros decidido a presionar alto y a entorpecer la salida “santa”. Sin embargo, San Martín respondió rápido: a los 7’ del primer cuarto, Erik Brunet avisó con un remate cruzado que pasó muy cerca del palo, una acción que anticipó el protagonismo que tendría el delantero a lo largo del encuentro.
A los 11’, Brandán Gasparré construyó una jugada fantástica por derecha, eludió marcas y generó el primer córner corto del partido tras una falta en la puerta del área. La arrastrada de Ezequiel Haro fue potente y obligó a una intervención notable del arquero monterizo. La presión alta de San Martín no aflojaba y, apenas un minuto más tarde, un pie dentro del área derivó en otro corto. Esta vez sí llegó el golpe: el arquero contuvo la arrastrada inicial, pero Lautaro Fernández apareció atento para empujar el rebote y poner el 1-0, justo premio para un equipo que ya dominaba los tiempos del partido.
Ese primer cuarto dejó expuesta una diferencia clave: San Martín aceleraba y generaba peligro; Monteros retrocedía y sufría. Cada avance por las bandas local encontraba espacios y cada recuperación alta traía peligro real. Esa tendencia se profundizó en el segundo cuarto, donde llegó la ráfaga que definió la final.
A los 9’ del segundo cuarto, Gasparré volvió a aparecer como conductor ofensivo. Recibió entre líneas, giró con potencia y asistió a Brunet, que definió con jerarquía frente al arquero para el 2-0. El golpe descolocó al “Naranja”, que empezó a perder orden y claridad para retroceder. El “Santo” olió el momento de quiebre y fue por más.
A los 13’, un desvío tras un envío de Haro rozó el travesaño. Un minuto después, en otro córner corto generado por presión alta, Haro tomó la bocha, arrastró al primer palo y selló el 3-0 con una ejecución impecable. El conjunto monterizo volvió a quedar desacomodado y sin respuestas. En tiempo agregado, el número 43 tuvo el cuarto en su stick con un remate que se fue apenas desviado.
Monteros llegó al descanso golpeado. Sus mediocampistas no lograban limpiar la salida, los delanteros quedaban aislados y el retroceso defensivo era cada vez más costoso. San Martín, por el contrario, administraba el ritmo con madurez y aprovechaba cada desajuste para atacar por los flancos, donde construyó la mayor parte de sus ofensivas.
El tercer cuarto ofreció la reacción que Monteros buscaba. A los 4’, Marcelo Calderón capitalizó una desatención defensiva y definió cruzado dentro del área para el 3-1, un gol que devolvió algo de tensión a la noche. Monteros adelantó líneas, presionó más arriba y encontró energía para incomodar.
Ese tramo fue el más friccionado del encuentro: duelos fuertes, advertencias arbitrales y un ritmo intenso que exigió al máximo el físico de ambos equipos. Monteros empujó con voluntad, pero el desgaste empezó a pasar factura y las ideas ofensivas se diluyeron. San Martín, ordenado y paciente, eligió jugar con los tiempos del partido, manejar posesiones largas y castigar con transiciones rápidas cuando la defensa quedaba expuesta.
Festejó “Rojiblanco”
La escena en las tribunas acompañó el clima de definición: familias, aliento, banderas y ese murmullo permanente que envuelve a las finales de caballeros. Cuando sonó la chicharra, la imagen fue elocuente: abrazo colectivo, banco completo dentro del campo y una celebración que dejó en claro el significado de este título.
San Martín no solo ganó la final. Ganó el clasificatorio, ganó los playoff y construyó una campaña sin fisuras. Su coronación del Anual de Caballeros no deja margen para interpretaciones: fue el mejor del año, con juego, regularidad y carácter para definir cuando la presión más pesa.