El tren conocido como “Sky Train” (Tren del Cielo) ostenta el título de ser el ferrocarril más alto del planeta, una distinción que lo ubica en una categoría aparte entre las grandes obras de infraestructura. Este proyecto es sumamente valorado por los especialistas de la construcción, ya que en sus puntos de mayor elevación, como en la Estación Tanggula, el tren supera los 5.500 metros de altura, viajando literalmente por la zona conocida como el “techo del mundo”.
El trayecto, de cerca de 2.000 kilómetros de extensión, une la ciudad china de Xining con Lhasa, la capital histórica del Tíbet. Por esta proeza, el ferrocarril es considerado un "milagro de la ingeniería" que, a pesar de atravesar una región inhóspita y poco habitada, regala a sus pasajeros paisajes verdaderamente increíbles.
Un viaje de extremos
El ferrocarril Qinghai-Tíbet alcanza su máxima altitud en 5.702 metros, atravesando las regiones más complejas del Himalaya. Los pasajeros del Sky Train se encuentran con vistas de sabanas amarillas y picos nevados en el horizonte.
Sin embargo, las condiciones en esta meseta son extremas: el ambiente es reflejo de la crudeza del clima y la altitud, sin espejos de agua, árboles o refugios naturales. Algunos viajeros incluso han reportado ver esqueletos de animales, antiguos puestos militares o telares de oración desgastados. La presencia humana es casi inexistente, generando en los pasajeros una sensación de aislamiento y vulnerabilidad. Las condiciones son tan complejas que cualquier falla en el sistema podría poner en riesgo la vida de quienes viajan.
Historia, misticismo y conflicto político
La construcción de esta vía férrea está íntimamente ligada a la historia de aislamiento del Tíbet. El interés extranjero por esta región creció durante el siglo XIX, época en la que exploradores, misioneros y aventureros buscaban acceder a la ciudad sagrada de Lhasa, que siempre se mantuvo como un territorio remoto, poco cartografiado y cargado de misticismo.
El primer explorador inglés en lograrlo, Thomas Manning, se entrevistó con un joven Dalai Lama, pero luego fue detenido por autoridades enviadas desde Pekín. Este interés culminó en el siglo XX con distintos enfrentamientos militares y un tratado impuesto al Tíbet, que lo volvió un atractivo mundial.
Con la llegada de China, la zona se transformó en un conflicto constante por la autonomía. Esta situación se mantiene hasta la actualidad, marcada por el escape del Dalái Lama (la máxima figura religiosa) hacia India, y donde él y miles de tibetanos aún no pueden acceder a la zona con libertad.
La importancia estratégica del ferrocarril
En este contexto de conflicto político y militar, China impulsó grandes obras de infraestructura para integrar el Tíbet a su red nacional. El ferrocarril Qinghai-Tíbet fue clave para indexar el control de la zona.
- 1984: Se inauguró el primer tramo del tren Qinghai-Tíbet, que conectaba Xining con Golmud, un remoto poblado.
- Eje Estratégico: Esa línea inicial se transformó en un eje estratégico para el desarrollo y el control de la región.
- Evolución: En sus inicios, el tren funcionaba a vapor y el viaje podía superar las 30 horas, según relató el escritor Paul Theroux. Con el tiempo, el servicio incorporó sistemas de oxigenación y mejores comodidades, completándose ahora el trayecto en pocas horas.
A pesar de los avances tecnológicos, el paisaje desolado de Qinghai y la altitud extrema mantienen el mismo espíritu inhóspito que atrajo a tantas generaciones de exploradores y que, hoy, es testigo de la historia y la geopolítica de una de las zonas más místicas del mundo.