A un año de haber asumido como presidente de la Unión de Rugby de Tucumán (URT), Javier Budeguer realiza un balance de gestión marcado por el crecimiento en la cantidad de jugadores, el fortalecimiento de los clubes de desarrollo, la incorporación de nuevos árbitros y el avance del rugby femenino. En paralelo, analiza el impacto de la participación de Tarucas, la salida de Matías Pascual de la Comisión de Árbitros y el funcionamiento interno de las distintas áreas de la Unión. Dentro de ese panorama, Budeguer destaca el proyecto que consideran central para el futuro: la creación de un predio deportivo propio para los seleccionados, conocido como la “Casa Naranja”.

- ¿Cuál es tu balance del año en la URT?

- A principio de año, la UAR nos pone metas: cantidad de jugadores en competitiva y no competitiva, tanto masculinos como femeninos; cantidad de árbitros; cuántos de esos árbitros tienen que haber dirigido más de nueve partidos; y una meta nueva que son las certificaciones de entrenadores con los cursos UAR.

En la conferencia de la final comenté que este año pudimos cumplir y superar ampliamente cada una de esas metas. Ampliamos casi 400 jugadores más comparado con 2024. Eso nos llena de alegría y nos permite seguir pensando en crecer. No es solo mérito de la Unión: es un trabajo conjunto con los clubes y, sobre todo, con los clubes de desarrollo.

- ¿Por qué se mantiene el crecimiento del rugby en Tucumán?

- Después de la pandemia tuvimos años complicados, donde muchos chicos se volcaron un poco más al fútbol. Pero el rugby tiene algo que los otros deportes no siempre ofrecen: sentido de pertenencia. El chico va al club, entrena, y después se queda a pasar el día. Se queda a ver la Primera, a ver a los juveniles. Sus mejores amigos son del club. Van a la casa, se quedan a dormir. El rugby une familias, y eso está volviendo a atraer a muchísima gente.

- Cuando asumiste dijiste que el objetivo era que regresen las familias a las canchas. ¿Se logró?

- Ese sigue siendo nuestro lema. En cada final queremos que sea un día del rugby, no solo una final. Queremos que estén las familias, las novias, los padres, los chicos. En Universitario había payasos, gente en zancos, peloteros. No es solo un partido: es la fiesta del rugby. Mientras nos toque estar, vamos a mantener esa impronta.

- ¿Qué impacto tiene tener más entrenadores certificados por UAR?

- Creemos que tendrá un impacto directo en el juego. Un entrenador mejor capacitado transmite conceptos diferentes y mejora el nivel de sus jugadores. La semana pasada se certificaron nuevos entrenadores que hicieron el curso en el Centro Senior. Este año más de 120 personas completaron esas capacitaciones. Vamos a seguir por ese camino.

- ¿Cómo está el rugby femenino en Tucumán?

- Este año sumamos 19 jugadoras nuevas. Eso nos llena de orgullo porque en otras uniones el crecimiento femenino está costando. Acá no solo cumplimos las metas: las superamos. Hoy un equipo tucumano es campeón nacional, Cardenales. En el torneo de 12 jugadoras, el seleccionado tucumano salió tercero. Creo que el rugby femenino todavía no explotó del todo en Tucumán, pero va a andar muy bien a nivel nacional.

- En las Yaguaretés hay varias tucumanas. ¿Cómo ves ese aporte?

- Las Yaguaretés cambian permanentemente. Algunas chicas dejan de estar y aparecen nuevas. El nivel es alto y Tucumán nutre al seleccionado: somos una de las uniones con más jugadoras aportadas.

- ¿Cómo tomaste la renuncia de Matías Pascual antes de la final del Regional?

- No queremos darle más identidad al tema. Fue un malentendido. Con Pascual teníamos la mejor relación. Él pensaba que debía dirigir un árbitro; el resto de la comisión, que debía dirigir Álvaro del Barco, que era el mejor rankeado. Consultamos a nuestros referentes y nos dijeron lo mismo: tiene que dirigir el mejor rankeado. Matías no lo entendió así y decidió dar un paso al costado. Pero el resto de la comisión sigue trabajando y se sumaron dos árbitros más. Lo que no me gustó fue que se hablara de “crisis en el arbitraje”. Hoy puedo decir con absoluta seguridad que la Unión está más unida que nunca en todos sus departamentos.

- Fue un cimbronazo…

- Totalmente. Nunca imaginamos esas palabras. Dejamos pasar la final y luego sacamos un comunicado muy claro. No hubo malas intenciones ni agresiones. Le agradecimos los servicios a Matías. La Comisión Directiva y la Comisión de Árbitros entendieron una cosa; él entendió otra. No hicimos nada fuera de reglamento. Sobre Patricio Padrón, creemos que es un gran árbitro y esperamos que continúe porque seguramente dirigirá muchas finales. Este año se graduaron 35 árbitros en la Escuela de Educación Física. En los torneos de seven harán sus primeras prácticas como jueces y en 2026 empezarán con M14.

- ¿Qué importancia tienen las categorías de desarrollo?

- Creemos que debemos darle identidad a Desarrollo. Para que los jugadores más chicos tengan pertenencia decidimos que las finales de torneos tucumanos y regionales se jueguen en sus canchas. Tuvimos finales en Liceo y Corsarios, y colmaron expectativas. Food tracks, DJ, peloteros, juegos… las mismas condiciones que las finales de Primera. Vimos a los clubes del desarrollo trabajando a la par y nos agradecieron. Ese es el camino. Por eso están creciendo en cantidad de jugadores.

- ¿Qué clubes del desarrollo te sorprendieron este año?

- Aguará logró tener todas sus divisiones juveniles y jugó el Regional B. Corsarios también lo hizo el año pasado. San Martín jugó un repechaje para entrar al Regional B. Los clubes vienen sorprendiendo y queremos que sigan creciendo. El rugby tucumano necesita que surjan nuevos clubes. Que no seamos nueve, sino 11 o 12.

- ¿Qué impacto tuvo la presencia de Tarucas?

- Para los jugadores, es una vidriera. Los que aspiran a más tienen un camino; los que quizás no tienen nivel de Pumas, pueden jugar afuera. Tarucas hace que se queden: juegan la mitad del año en la franquicia y después vuelven a sus clubes. Para nosotros, vestir la camiseta naranja es vestir al seleccionado tucumano, aunque sea Tarucas.

- Además, los jugadores que no son convocados pueden jugar en su club. Eso no pasa en URBA.

- Fue una decisión de la UAR. En URBA decidieron que no. Nosotros creemos que lo mejor es que sigan jugando: si no son convocados 2 o 3 partidos y no juegan en su club, los perjudicamos. Así, se mantienen activos y mejoran. En Tucumán eso seguirá igual.

- Uno de tus objetivos era el regreso de los Naranjas. ¿Cómo está ese plan?

- Es complicado porque no depende de Tucumán. A nivel UAR, el seleccionado mayor no va a volver a competir en los viejos Argentinos. Pero estamos trabajando en otro formato: ventanas preliminares cuando Tarucas juegue de local. La idea es que cuando Tarucas reciba a Dogos o a Capibaras, Córdoba o Rosario vengan con sus seleccionados y nosotros juguemos antes. Eso mantendría vivo el seleccionado.

- ¿Hay chances de traer un torneo como el concentrado juvenil?

- Este año estuvimos muy cerca. El año que viene tenemos muchas posibilidades de traer el M17.

- ¿Qué chances hay de que Los Pumas vuelvan a Tucumán?

- Las gestiones se hicieron. A mitad de año vino un representante a ver la cancha de Atlético. El problema es no tener un estadio único. Tucumán es una plaza muy fuerte, pero ese déficit pesa. El estadio de Atlético está cerca de ser autorizado, pero el cerco de cemento y el alambrado complican. Sería ideal que el Estado pueda construir un estadio único. Si eso pasa, los Pumas vendrían todos los años.

- ¿Qué objetivos tienen hacia adelante? ¿Hay un proyecto grande?

- Sí. Más allá de este consejo y del que venga, tenemos que fijarnos un objetivo: tener un predio deportivo propio. Hoy tenemos una casa institucional, pero necesitamos un predio que le dé identidad a los seleccionados, un lugar propio para entrenar. Estamos hablando con la municipalidad de Yerba Buena y con la Legislatura. Queremos que los seleccionados entrenen en la “Casa Naranja”, un espacio que quede como patrimonio de la unión. Ese es nuestro sueño: que este proyecto trascienda gestiones y sea la meta común del rugby tucumano.