“Sabía que resultaba anacrónico, pero no le importaba. Desde el gesto relampagueante hasta la capa española, pasando por la melena larga y ensortijada, el bigote mosqueteril y la castiza pronunciación, Ricardo Jaimes Freyre tenía clara conciencia de que era, a pesar de todo, un lujo imprescindible para San Miguel de Tucumán”. Así lo pinta LA GACETA del 12 de mayo de 1968, al cumplirse 100 años del natalicio del gran poeta boliviano. Su libro “Castalia Bárbara” (1899) fue un gran suceso en el continente. Hijo de padre diplomático, vivió en Perú, Bolivia y Brasil. En Buenos Aires entró a La Nación, donde conoció a Leopoldo Lugones y a Rubén Darío, con quien fundó la Revista de América.

En 1901 pasó por Tucumán y un amigo de su padre, el español Alejandro Sancho Miñano, lo convenció de quedarse. Debutó con una conferencia en la Sociedad Sarmiento y pronto fue muy popular. “Cuando aparecía en el teatro Belgrano recitando poemas de Darío o propios, ejercía un magnetismo fascinante… en su voz coruscaban los cascos dorados de los nibelungos, las sonrosadas carnes de las ninfas, los hierros despiadados de los conquistadores, mientras un estremecimiento agitaba el pecho de la concurrencia que llenaba los palcos”, dice la nota. Se vinculó con la generación del Centenario. Con dos jóvenes, Juan B. Terán y Julio López Mañán, fundó en 1904 la Revista de Letras y Ciencias sociales. Y en 1910 y 1913 fue encomendado por el gobernador Ernesto Padilla a viajar a España para investigar sobre la documentación colonial de Tucumán, que dio lugar a varias obras sobre la historia de la provincia.

Tuvo cátedras en la Universidad, el Colegio Nacional y en la Escuela Normal. En “Un gran poeta en la ciudad” (06/12/2000), Carlos Páez de la Torre (h) dice que Eduardo Joubín Colombres recuerda sus clases de Literatura en el Nacional: “Era un maestro que enseñaba sin texto y sin tomar lecciones... cuando hablaba, su voz tenía la sonoridad del bronce. Era suave, armoniosa, y adormecía a las mujeres, recitándoles”. Los alumnos, que siempre estaban de chacota, quedaban extasiados oyendo hablar en forma castiza al ”Coya”, como lo apodaban.

Recuerdos fotográficos: 1927. El ministro que se cayó del avión

El poeta Carlos Cossio cuenta que una vez durante una rueda en el Club Social alguien tachó de excesivos los honorarios que se le pagaban a Jaimes Freyre por sus investigaciones históricas de Tucumán y que el gobernador Padilla dijo: “A Jaimes Freyre habría que pagarle para que nos venga a conversar aquí todas las tardes”.

Un día de 1921 se alejó de Tucumán, llamado a altos destinos en su patria. Fue diputado, ministro, canciller, embajador en Chile, la Liga de las Naciones y EEUU y hasta candidato a presidente. Luego se instaló de nuevo en Buenos Aires. Volvería por tres meses a Tucumán, poco antes de su muerte, ocurrida el 24 de abril de 1933.

En la foto está con sus alumnos en el Nacional en 1909 y abajo se ve una imagen actual de su casa en la calle 25 de Mayo al 300. LA GACETA describe en 1968 que “él había visto en Tucumán una atmósfera atractiva para crear, una sociedad amable y un clima de ávida curiosidad por la cultura, donde una brillante generación estaba lista para despegar”. Por ello, cuando dejó la provincia después de pasar dos décadas entre nosotros, dijo: “nunca fui más feliz que en Tucumán”.