Pasar la Navidad en familia suele ser una escena repetida y casi automática para una parte numerosa de la sociedad. Mesas largas llenas de comida, regalos, brindis y afectos. Pero a más de 800 kilómetros de Tucumán, en comunidades wichí del norte salteño, esas imágenes no forman parte del calendario habitual. Ahí, donde el acceso al agua potable, a la educación o a la salud sigue siendo una deuda estructural, un grupo de jóvenes de la provincia decidió, hace ya varios años, tender un puente.
“‘Seamos Puente’ busca unir, trabajar con organizaciones y con personas”, resume Luis Ferreira (27), que desde Concepción fundó y es el actual presidente del voluntariado que nació en 2019. La iniciativa surgió a partir de una inquietud personal: pasar una Navidad ayudando en un lugar “que no sea agradable a la vista”, como él mismo define. Esa búsqueda lo llevó a las comunidades wichí del Chaco salteño y a una escena que marcó un antes y un después. “Apenas llegué vi a un niño de cinco años tomando agua de un charco. Ese fue el momento clave, ahí lo decidí todo”, recuerda.
Desde entonces, la organización viaja a las comunidades más de cinco veces al año. No solo en Navidad. Acompañando procesos, escuchando, articulando con otras organizaciones y buscando sostener la presencia en un territorio donde muchos de los derechos básicos no están garantizados. “Hay comunidades sin acceso al agua, a la educación; las escuelas quedan lejísimos y el agua muchas veces no es potable. Hace poco murió un chico de 12 años por una febrícula que no fue atendida”, relata Ferreira, sin dramatizar.
Sin embargo, hay algo en la campaña de Navidad que denota una lógica particular. Antes de viajar, los voluntarios realizan un censo detallado: nombre, edad, talles, gustos y más datos de los niños que habitan las comunidades. Con esa información convocan a padrinos y madrinas que se comprometen a regalar algo puntual a un niño en particular. No se trata de donar “lo que sobra”, sino de pensar un regalo con nombre y destinatario. “Queremos que sea como cuando le regalás algo a un hermano o a un sobrino”, explica la organización.
Más de 2.000 niños censados
Actualmente, “Seamos Puente” tiene más de 2.000 niños censados. Y lo que se genera va más allá del objeto. “Los chicos devuelven esos regalos con dibujos, cartas o artesanías. Después de las fiestas quieren saber quiénes son sus padrinos. Se crea un vínculo muy fuerte”, cuenta Ferreira. En muchos casos, los niños no saben leer, por lo que son los voluntarios quienes leen en voz alta las cartas que llegan desde distintas provincias. “Ahí lloran juntos”, admite.
"Nos imponen como uno debería sentirse": cuando la Navidad no es perfecta y está bien que así seaValentina Acosta (24) se sumó este año al voluntariado. “Buscaba un lugar donde el compromiso social sea una acción concreta”, explica. Para ella, la experiencia resulta movilizante desde múltiples dimensiones. “Duele ver que muchas cosas se podrían evitar, pero también conmueve la fortaleza de las comunidades, cómo se acompañan entre ellos, el vínculo con sus creencias y su cultura, aunque todo eso esté atravesado por el abandono”, reflexiona.
La Navidad wichí, dice, resignifica sentidos. “Entender que un simple regalo puede significar tanto para un niño te cambia la mirada. Las sonrisas que recibís son sinceras y agradecidas”. Y agrega una definición que sintetiza su decisión de involucrarse: “Ser voluntaria es elegir no mirar para otro lado”.
Milei y la Iglesia buscaron suavizar tensiones en NavidadAnalía Edith Ferreyra (26) tiene un rol clave en la campaña: es una de las encargadas de asignar los ahijados a los padrinos y de recibir las donaciones en Concepción, uno de los puntos logísticos del operativo. Su vínculo con la organización comenzó de manera gradual, hasta que el primer viaje a las comunidades marcó un quiebre personal. “Llegó en un momento donde yo me sentía sola y no conectaba con nada. Ese viaje fue un antes y un después en mi vida. Las miradas de los chicos están siempre presentes en mi día a día”, confiesa.
Sin embargo, no todo es color de rosas. Recorrer cientos de kilómetros, atravesar lugares con climas desérticos y experimentar en primera persona los horrores de la desigualdad o de la invisibilización de algunas comunidades requiere de mucha fortaleza. Desde su experiencia, Analía, asegura que la campaña navideña también trae tensiones relacionadas a la falta de interés o de empatía. “A veces queda un sabor amargo, sobre todo cuando algunos padrinos no responden o no cumplen. Los chicos no merecen menos que otros niños”, dice con honestidad. Pero destaca el compromiso de quienes preparan los regalos “con mucho amor” y la emoción de recibir artesanías hechas por los niños.
Este año, “Seamos Puente” viajará a Salta hoy, 25 de diciembre, con 35 voluntarios. Además, por primera vez, un equipo se trasladará a comunidades guaraníes de la selva misionera para entregar regalos en la celebración de Reyes. “Son comunidades aisladas, con otra geografía y otro clima, pero con problemáticas similares”, explica Ferreira.
“No somos un puente todavía, es un anhelo”, aclara el fundador. “Pero seguimos trabajando con responsabilidad e invitamos a que la gente se comprometa. Los que más necesitan son los que menos piden”. Y deja una invitación final para quienes dudan en sumarse: “Uno cree que va a dar ayuda, pero vuelve agradecido con su propia vida. Es un viaje de introspección”.
“Seamos Puente” es solo uno de los tantos ejemplos de voluntariados y organizaciones solidarias que existen en Tucumán. Ellos junto a muchos otros forman parte de un sector que cada día crece más y que, en una Argentina con muchas realidades, insisten en nombrarlas, acercarlas y, sobre todo, habitarlas. Aunque sea por unos días. Aunque sea con un simple regalo. Aunque sea solo con una carta leída en voz alta en medio del monte.