Las colectoras impuestas por el Gobierno pueden ser analizadas desde dos aspectos: uno electoral y otro político. Electoralmente constituyen una herramienta del oficialismo para conseguir votos de otros partidos. Políticamente implica un signo de debilidad del kirchnerismo. ¿Por qué? Porque teme que los sufragios, por ejemplo, que le pueda acercar Daniel Scioli a la presidenta, Cristina Fernández, no sean suficientes para alcanzar el 40% que le permita no ir al balotaje. Necesita sumar, y al habilitar las listas colectoras desnuda dos mensajes: 1)- tiene miedo de no ganar en primera vuelta, 2) no quiere el balotaje porque intuye que pierde en segunda vuelta. La Presidenta puede tener muy buena imagen hoy -las encuestas pueden favorecerla- y hasta la oposición puede sugerir que si no se arman frentes electorales el kirchnerismo cabalga hacia la victoria. Empero, la implementación de las colectoras -de las que reniega Scioli porque atentan contra su reelección- permiten lecturas sobre que la fortaleza del kirchnerismo no es tal. De su propio seno surgió, como si fuera una voz de alarma, la necesidad de captar los votos de cualquiera.