Cuando se le propuso por teléfono visitarla en Buenos Aires y conocer su taller aceptó inmediatamente. Apenas abrió la puerta una inmensa sonrisa iluminó su cara. Cuando a su pregunta "qué quieren tomar" le llegó por respuesta un "nada, por favor, no te molestes", replicó inmediatamente: "¡ah, no! ¡Yo preparé mi torta de manzana para ustedes!" Fue mucho, mucho más que una entrevista.

Primera escena

Laura Reynoso es tucumana, egresada de la Escuela de Luthería de la UNT. Vive desde hace 16 años en Buenos Aires, precisamente, en el barrio de Once. Se fue con Ricardo Macedo, compañero en la profesión y en la vida. Fue la primera luthier mujer de Latinoamérica y, cuenta, esa condición le genera una reacción ambivalente.

"Era un ambiente misógino. muy misógino. Argumentaban, por ejemplo, que las mujeres no teníamos fuerza en las manos para este oficio. No miento cuando digo que más de una vez me mandaron a aprender a tejer... O a cocinar, cosa que, por otra parte, también me encanta", dice y ríe (de nuevo). "Me costó casi dos años que mi maestro, Fernando Silva, aceptara que yo tenía condiciones. Eso sí, cuando se convenció, me lo enseñó todo".

- ¿Por qué la ambivalencia, entonces?

- Porque es cierto que me costó mucho moverme en el ambiente, pero, al mismo tiempo, quiero que me reconozcan por mi calidad como luthier, independientemente de la cuestión de género (alcanza el mate, amargo, "como debe ser").

-¿Cómo nació la idea?

- Me había inscripto en la Facultad de Filosofía, para estudiar Francés. Después me pasé a Teatro, en la de Artes, y por casualidad me contacté con el Taller de Luthería... A partir de ese momento las demás carreras dejaron de existir para mí.

- ¿Y como resultó la apuesta por esta profesión?

- Es mucho más que una profesión. Ser luthier me constituye; muchas veces me salvó la vida (sirve la primera ronda de torta de manzana, aún tibia).

- ¿En qué sentido?

- ¿Viste cuando lo que hacés te levanta si nada sale bien? Eso me pasa cada vez que tomo la madera y las herramientas. Cada uno de los instrumentos es como un hijo... ¡quizás por eso me cuesta pensar en los que están en Europa!

- ¿Sabés dónde está cada uno de los instrumentos que construiste?

- Casi todos. Uno de mis placeres es ir a los conciertos donde puedo escuchar su voz. Es muy emocionante, como lo fue cada vez que llevé algún instrumento mío para que lo oyera alguno de los grandes maestros.

- ¿En qué estás trabajando ahora?

- Vengan que les muestro...

Segunda escena

Luminoso, a pesar del día nublado, se abre el taller. Huele a madera. Sobre uno de los tableros descansa el mango de un chelo. Laura extiende la mano y lo acaricia.

- Este es uno de los proyectos que tengo entre manos. Es muy lindo por muchos motivos; uno de ellos es que el destinatario es otro tucumano, Marcelo Bru. Él me encargó el chelo y vamos trabajando juntos durante la construcción. Eso es hermoso, es una especie de combinación simbiótica...

- ¿Cuánto tiempo te lleva hacer un chelo?

- Ummmm... ¿unos nueve meses? (risas) No debe ser coincidencia. Hay gente que va mucho más rápido, y puede construir más instrumentos en ese tiempo. Pero esto para mí no es sólo trabajo; disfruto cada momento, cada pasito. Además, no es mi único trabajo. Con Ricardo también restauramos instrumentos.

Tercera escena

De nuevo en torno de la mesa, Laura sigue cebando amargos y sirve la segunda ronda de torta de manzana. Y sigue hablando, apasionada.

- Doy clases en un taller de luthería que armamos en el turno noche de una escuela técnica. Es difícil. No tenemos apoyo de la conducción... ¡no nos dan ni un poco de estopa! Pero los alumnos tienen ganas y entre todos compramos los insumos.

- ¿Te gusta la docencia, aun en condiciones tan poco favorables?

- Mucho... No pasa sólo por el hecho de que me guste. siento que es mi obligación entregar a la comunidad lo que sé, así como tuve la oportunidad de aprender y recibí el saber de mis maestros, especialmente de Silva.

- ¿Qué le debés a Silva?

- ¡Todo! Me enseñó, por ejemplo, a trabajar con los sentidos: "ya no hace falta medir -me decía respecto de la madera-. Tenés que sentir". También aprendí que para hacer bien lo que hago era necesario hacer "entre otras cosas, luthería". Por eso siento desde las entrañas que esto no es mi oficio. Junto con la cocina, el arte, el amor, las flores, junto con todo, esto es mi vida.