Por Aldo Neri - DYN
Con austeridad individual y un preciso esquema de conjunto, Venezuela echó por tierra las expectativas que inyectó el 4-1 sobre Chile de tener un camino bordado de flores hacia el Mundial de Brasil. La noche calurosa de Puerto La Cruz develó flaquezas de todo tipo que dejan cada vez más claro que no pueden ser compensadas por el mejor jugador del mundo ni por uno de los más contundentes goleadores de la actualidad. El lujo de tener a Lionel Messi o a Gonzalo Higuaín frente al arco rival se evaporan si el balón no llega a sus pies.
Sabella tendrá que atender las causas que significaron sofocones ante Chile e impotencia y un resultado adverso frente a Venezuela. A saber: una defensa por momentos en estado cataléptico, que falla en lo alto o en el uno a uno; entrega de terreno y pelota al rival; que la verticalidad de Angel Di María no puede ni debe ser eterna sino buscar también juego asociado: esa vieja y saludable propuesta que significa que teniendo la pelota es imposible que el rival hiera.
El DT esgrimió el argumento del calor sofocante de Puerto La Cruz, más que a la contracara entre jugadores con claros límites amalgamados en un equipo coordinado y un desmembrado conjunto de notables del fútbol.
Si esta vez la derrota, o la abúlica muestra de fútbol que dio Argentina, se le endilga al calor, que seguramente sufrieron también los venezolanos, ¿qué pasará cuando tenga que jugarse en las alturas de La Paz y de Quito?
Le quedan varios capítulos a Sabella para encauzar estas Eliminatorias sacándoles provecho a las individualidades, pero para ello necesita también tener un equipo. De lo contrario, Venezuela será un buen ejemplo para todos los rivales.