¿Qué pasaría si las Malvinas estuvieran cerca del Reino Unido y hubieran sido ocupadas por Argentina?. La pregunta la planteó Carlos Duguech, habitual colaborador de LA GACETA, y sus reflexiones, con el mapa incluido, fueron publicadas por el diario norteamericano "El Nuevo Herald".
Esta es la crónica de Duguech: "En el mapa se marcaron unas supuestas islas (las Malvinas) a una distancia del Reino Unido de Gran Bretaña (Escocia) similar a la que existe entre las Malvinas y la Argentina continental. Supongamos que navíos de la patria argentina hubieran llegado a esas islas en 1833, desalojando por la fuerza a un delegado del gobierno inglés y poblándolas. A la vez designándola “Islas Independencia” (por el entonces cercano 1816, declaración de la independencia argentina) como territorio argentino de ultramar.
La pregunta, no del millón sino de un sólo dólar: ¿Cuánto tiempo el imperio inglés hubiera tolerado esa ocupación y manifestación de soberanía? Entonces o ahora. No hace falta responder, porque es una pregunta que en sí misma encierra una ilógica contradicción. Cuando se habla de “imperio” nada vale el derecho ni la fuerza si son inferiores a la del coloso armado y acostumbrado al coloniaje en casi todo el mundo. Por eso su flota era de gran envergadura, para surcar mares echando raíces en tierras ajenas, colonizándolas, dominándolas.
Esta suposición tiene el sentido de provocar un pensamiento simple: no pudo o no supo desde la usurpación de las Malvinas por los ingleses resolver el asunto. Bregaba Argentina en los últimos decenios por la solución concertada y con intervención de la ONU y un amplísimo apoyo internacional.
Le iba medianamente bien en ese trámite hasta que el gobierno de la última dictadura militar pretendió hacer lo que creían que sabían hacer: la utilización de la fuerza militar. Se echó por tierra tanto trabajo diplomático de variada efectividad. Se aprendió que siempre el poder imperial se ejerce por los medios a su alcance, poderosos, para mantener injusticias a los ojos de los demás y para preservar sus conquistas a los ojos propios.
Por eso el notorio desplazamiento a las islas Malvinas (Falklands, para los ingleses) de un modernísimo destructor y los ejercicios militares ostentosos de un príncipe de la monarquía vestido de militar, pretenden poner en vidriera internacional un poderío innecesario.
Un poderío que viene contaminando el Atlántico Sur con una militarización rechazada por una mayoría de los países de Latinoamérica, que empezó a considerar la cuestión como un asunto de relevancia regional. LA GACETA ©