No pasa inadvertida. Imponente, vetusta y descuidada la estación está allí, a poco más de 300 metros de la ruta provincial N° 303. Al fondo de la calle 9 de julio. "La principal", como le dice el docente Raúl López (59 años) -nuestro anfitrión- a la arteria de acceso a Las Cejas, jurisdicción comunal del departamento Cruz Alta, próxima a Santiago del Estero. Sólo hay que transitar tres cuadras desde la traza principal. La fachada luce casi sin maquillaje. Pero la construcción, de dos plantas, todavía conserva el encanto del inconfundible estilo inglés de principios del siglo XX. Varios arbustos crecen sin permiso desde la base de las molduras. También desaparecieron algunos vidrios de ventanas y otros de la puerta de tres hojas del balcón central superior. No obstante, aún atrapa las miradas de propios y extraños.

Vacía y depredada
La boletería del pórtico de acceso a la estación se clausuró hace varias décadas. Y la galería del andén principal es una huerta de ausencias y de quimeras. En la playa de maniobras los carriles principales permanecen limpios e intactos, pero en la zona de la plataforma giratoria de locomotoras el abandono del material rodante es despiadado. Los esqueletos de vagones pululan y los que están más enteros se oxidan y depredan.

La estación de doble piso, sin duda, es una reliquia. Fue la primera, y quizás sea la única construcción de altura del singular y pintoresco pueblo. Alguna vez un despistado observador de cartografías militares le endilgó a Las Cejas el mito de que fue mitad tucumana y mitad santiagueña. Toda una falacia.

Sin medias tintas
En ese ir y venir por la estación cruzamos a don Balbino Serratto, de 86 años, otrora foguista de "morochas" a vapor. A diario él visita el lugar. "Nací en Jujuy y me vine a Las Cejas con dos pantaloncitos. Aquí conocí a la madre de mis hijos. Viví todo, lo mejor y lo peor. Pero cuando el ferrocarril se privatizó no solo perdí la alegría sino también amigos y vecinos que se fueron y la principal fuente de ingreso laboral que tenía", resaltó Serratto.

Hoy está jubilado, pero nunca olvida sus comienzos como peón de servicio. "Hacía de todo. Incluso fui a Volcán en el 40, cuando descarriló el Panamericano y ese pueblo fue tapado por el lodo. Hubo varios muertos y heridos. Incluidos el maquinista y el foguista, que perecieron quemados", detalló.

"Fui ayudante foguista y luego foguista. Ganaba 90 pesos por mes y me daban 20 centavos por día, de viático. Al ascender a maquinista ya no corrían los trenes de pasajeros por acá. Solo trabajé en los de carga. Iba para Antillas (Salta) o hacia Clodomira (Santiago del Estero). Todo era mejor porque había trabajo y la gente era más solidaria", contó don Balbino (36 años de servicio y 30 de jubilado del riel).

Irrecuperable Julio Rivero (53 años) trabajó una década en Vías y Obras. La privatización ferroviaria lo dejó de cama. "En agosto del 93 me mandaron el telegrama de despido. Me enfermé bien feo. Era como si el mundo se me hubiese venido abajo. Todos se iban pero yo no podía. Me quedé. Fui pensionado y soy casado. Me ayudan los parientes para que mis dos hijos -una mujer y un varón- sigan estudiando y sean alguien en la vida. No me recuperé nunca más", confesó.

Solidario César Asán, de 83 años, es jubilado y representante gremial de la clase pasiva en La Fraternidad. "Como ferroviario anduve en distintos pueblos. En el 48 me trasladaron a San Juan. Allí me hice maquinista. Trabajé en Pacará -allí nació-, Las Cejas, San Pedro de Jujuy y la capital. Me jubilé en 1984. Hoy vivo aquí. Me casé bien adulto con una dama local", describió con nostalgia.

"Los maquinistas y foguistas son muy solidarios por el sistema de trabajo. Había que echar mucha leña. Para ir a Clodomira hay más de 100 kilómetros y debíamos cargar de 26 a 27 metros de leña, y para Antilla era peor. Solo descansábamos 12 horas y volvíamos. En los últimos 12 años conduje trenes de pasajeros a Recreo y a Güemes. La diesel era más cómoda que la de vapor. En esta última teníamos que soportar 80° durante ocho o nueve horas", relató.

El lugar de todos
En la esquina de 25 de Mayo y Sarmiento se juntan a diario jóvenes, adultos y mayores de Las Cejas. Allí funciona el bar de Rolando Rubén Dip, un ex trabajador de vía y obras que pagaría por volver a ser ferroviario. "Roly" (68 años) calificó de crimen al levantamiento de los trenes de pasajeros. "A este pueblo lo dejaron literalmente en la vía", resumió.