Un empate tendrá sabor a victoria según haya transcurrido el partido para el protagonista. Atlético tuvo dos caras en Alta Córdoba. La que se aferró al 0-0 y elevó plegarias a los dioses, que le contestaron estirando sus manos y evitando que Velázquez y Burzio anotaran; y la del atrevido, el mismo equipo osado que venía de un doblete de victorias (Chicago y el líder Olimpo).
El 0-0 con Instituto tendrá balance con destino de "ni", ambiguo. Porque por como arrancó el equipo de "RR", que Lucchetti no haya perdido su récord suena extraño. La "gloria" no hizo uso y abuso de su apodo, pero en las poquísimas chances que dispuso, la mayoría se fue besando los palos o terminaban en los puños de un "Laucha" atento al despeje.
El ida y vuelta de antaño entre estos dos protagonistas cayó de a cuentagotas, cuando Bazán se hacía dueño de la pelota o Barrado intentaba la del "Llanero Solitario" y encaraba contras desde el propio patio de su casa. Disparó una y apenas se fue desviada. Luego encontró otra, que direccionó con estilo pero que se estrelló en la defensa del gran Chiarini.
La creación de juego faltó a la clase. Hubo muchos intentos de heroicas, de gambetas de más que terminaron en nada. Todo eso provocó lagunas inaguantables hasta para los mismos protagonistas que sustentaban su existencia con el corazón en la mano. Vismara, desde el medio, condujo al local, y Velázquez y Burzio arriba, desperdiciaban lo que les llegaba. Realidad y castigo, el cero era un premio merecido para ellos.
A Atlético le sucedió algo parecido. Sin brillar, y con muchas desconcentraciones atrás, Maidana, en las pocas que tuvo, apenas si intimidó. "Pulguita" se quedó con las ganas de cantar 50 y Barone, con un cabezazo demasiado al piso, los 44. Así, como este relato cortado y sin ritmo, fue el paso de Atlético por Córdoba, donde se llevó un punto, que no es poca cosa.