No hay espacio para la duda, sí para una invitación con pinta de apurada. "¿Querés escuchar o ver lo que pasa acá?". Rápido y a la yugular, Walter Dávila abre el juego en un terreno eclipsado en noches de luna llena. "Esos son los días en que pasan cosas", agrega el custodio del Monumental, uno de los tantos testigos con licencia autorizada para hablar del tema. "Acá se escuchan ruidos, conversaciones, se ven cosas". Cosas, qué palabra tan histérica pero justa. La clásica que sufrieron varios es la de una rubia. 'La Rubia' anda por las tribunas cercanas al VIP y por la de la Bolivia. También se la ve en la cancha de bochas", revela Carlos Issa.
"La Rubia" fue retratada por una cámara de celular. Un padre que llevaba a su hijo a clases de karate la sacó. Nunca más llevó a su hijo.
A ninguno de los deportistas alguna vez le pasó algo, pero sí a los que viven la noche del "José Fierro". "Está la cabeza de un hombre que te aparece como jugando a las escondidas en la galería. Nunca le ves el cuerpo, sólo la cabeza", describe Issa, quien le saca el drama a este cuento y relata la historia de los cubrepalos de un test match de rugby.
"Fue hace años, antes de recital de Chayanne. Pensé que había alguien acomodándolos en medio de la noche. Pero no. Cuando subí a la platea vi cómo bailaban solos. Como que tenían vida. Fue increíble", exclama Issa. "Tan increíble como ver a una nena vestida de bailarina que desaparece en un salón. O la señora que vio Gutiérrez (un cuidador) patinando en el aire (levitando), después de que le dijera que era lugar para ella el sector del portón 3". Una locura.
Dávila sonríe y muestra una mueca de pánico escénico. "A mí me pasó perder a la mujer mientras dábamos la última ronda de inspección. Cruzó las paredes".
Issa se guarda la cómica para el cierre. "En la vieja gerencia suena una máquina de escribir. Teclean como loco, ja", ríe ahora. "Cuando me pasa algo, trato de verificarlo. Pero sé que un día algo me va a pegar un chirlo por eso, ja".