Venía a embellecer la provincia el francés que embobaba a todo el mundo con sus espacios verdes. La visita de monsieurCarlos Thays (París, 1849-Buenos Aires, 1934) coloca a Tucumán a tiro del jardín de la República que pretendía ser. El naturalista, paisajista y arquitecto que desde la última década del siglo XIX se desempeñaba como director de Parques y Paseos de la Ciudad de Buenos Aires llega a la capital en octubre de 1913 por iniciativa del entonces gobernador Ernesto Padilla. LA GACETA, que en aquel momento tenía 14 meses de vida, "se pega" a Thays, y da amplia cobertura a sus movimientos e ideas.
Ese afán de exprimir al profesional y artista célebre por la creación del Jardín Botánico porteño, y de los magníficos parques nacionales Nahuel Huapi e Iguazú, surge en la interview (como en ese momento se denominaba a las entrevistas) publicada el 10 de octubre de 1913. Conviene precisar que ese género fue excepcional durante las primeras décadas del diario y estuvo reservado a las personalidades indiscutidas. Thays confirma que merece aquella distinción periodística desde el comienzo de la conversación con LA GACETA: "el deseo del gobernador Padilla de que se construya el Parque Aconquija con el mismo plan (empleado) para el Nahuel Huapi e Iguazú viene a completar el sistema de parques que de tanto tiempo ha tengo concebido. En el Parque Aconquija -que vendría a ser el parque nacional Noroeste- se habrá de respetar la flora regional a fin de que conserve su cachet (voz francesa que en español equivale a elegancia), la hermosura propia de la localidad, el ambiente original de esta bellísima tierra del azahar y de la caña".
El diseñador del Parque 9 de Julio de esta ciudad aprovecha la oportunidad para divulgar sus conceptos sobre la necesidad de jerarquizar la flora autóctona: "siendo este uno de los países más protegidos por la naturaleza, no hay razón alguna para que tratemos de hacer en él copias de los parques de Londres, de París o de Berlín. Todo aquello -que da un cachet propio a la estética de esas grandes capitales- desentona, rompe la hermosura de la nota local y constituye un snobismo en un país fértil y bello como este".
"¿Ha sido muy difícil su tarea de embellecimiento en la Argentina?", pregunta el periodista anónimo que entrevistó a Thays. El maestro ofrece una respuesta sorprendente: "¡No, señor! Nada de eso. Por el contrario. Vea: en París, el bosque de Boulogne y lo mismo los grandes parques de Alemania, Inglaterra, Italia y España, tienen verjas de siete metros para evitar los robos de plantas e impedir que el público destruya esas obras que tan caro cuesta mantener. En cambio, en Buenos Aires, con la excepción del Parque Lezama y el Botánico, todos nuestros jardines están abiertos, sin ninguna reja... ¡y en 20 años no hemos sufrido robos por valor de más de 50 pesos! Esto prueba que, en Argentina, el pueblo ama la naturaleza y no tiene espíritu de destrucción. En todas partes, para el desempeño de mi misión, he encontrado facilidades y una decidida cooperación por parte de los poderes públicos".
La fresa del naturalista
En el Tucumán que recibe a Thays existe el propósito de embellecer con base en no destruir y de lograr que la capital sea una verdadera ciudad de invierno con parques, fuentes, paseos, etcétera. "Pero que en todo aquello vibre la nota local, la belleza clásica de esta región", apunta con insistencia el invitado entrevistado. A continuación, brinda su receta para el levantamiento de una urbe ideal: "construcciones armónicas llenas de luz, de aire y de sol, rodeadas de pequeños jardines y arbolados es lo que se necesita para hacer de Tucumán un pueblo hermoso sin destruir en él su cachet de originalidad". Según su criterio, el modelo adecuado para esta capital es el del garden city.
Un par de días más tarde, y tras recorrer y reconocer "el terreno", Thays da a conocer el informe elaborado para el gobernador Padilla. En ese documento -cuyo resumen fue publicado en LA GACETA del 12 de octubre de 1913-, el paisajista hace pronósticos propios de un mago. Como si tuviese la bola de cristal, vaticina: "puedo afirmar que, dentro de muy pocos años, la avenida Mate de Luna (entonces campaña despoblada), por su ubicación, por la excelente clase de terrenos que atraviesa, por ser el camino más corto y naturalmente indicado de acceso a las sierras, donde en verano se tiene un ambiente agradable, estará adornada en toda su extensión por numerosas propiedades particulares, pueblitos y centros de recreo, provocándose así el establecimiento de una línea de tranvía que dará vida a toda esa hermosa región".
A modo de guinda del final (de esta nota y del informe) va la opinión preciosa del paisajista sobre la necesidad de proceder de inmediato a resguardar la riqueza natural tucumana: "los múltiples requerimientos de una ciudad en vía de progreso imponen que se posterguen los gastos que parecen no ser de imprescindible urgencia y, quizá, las disposiciones que se deben tomar para la realización del Parque Aconquija podrían parecer postergables. Yo no considero que sea así porque, por la falta de vigilancia y conservación y, también, por la necesidad en que se ven los dueños de selvas de sacar producto líquido de ellas, la obra de destrucción sigue su marcha deplorable... Lejos es de mi pensamiento que se restrinja el desarrollo de los cultivos industriales; pero se debe, sin demora alguna, exceptuar del área por cultivar una gran zona de montes naturales que constituirán en el porvenir uno de los adornos más hermosos y más grandiosos de la provincia y el país".