Soplaban los vientos mágicos del Centenario de 1916 cuando la elefanta Ernestina puso su trompa y cuatro patas en San Miguel de Tucumán. El paquidermo, un regalo del entonces gobernador Ernesto Padilla, pronto se "apropió" del Jardín Zoológico que funcionaba al lado del Cementerio del Oeste, en el predio del actual Parque Avellaneda.
Ernestina fue un acontecimiento desde que llegó. Por entonces, el zoo tenía pumas, un cutia brasileño, un coatí, un carpincho, un carayá, entre otras especies autóctonas y exóticas. Esas rarezas no impidieron que, a comienzos de 1920, el establecimiento comenzase a decaer. "Las deficitarias administraciones municipales no tenían tiempo ni fondos para ocuparse de esa atracción. Una nota de este diario de mayo de 1927 denunciaba los yuyales y la falta de cuidado del lugar, así como lo desvencijado de las jaulas", recordó Carlos Páez de la Torre (h) en un texto publicado en LA GACETA del 1 de diciembre de 1988.
A comienzos de 1930, con el zoológico en retirada, las autoridades descubrieron que Ernestina no estaba dispuesta a moverse del lugar. "Ni por las buenas ni por la fuerza -inclusive intentaron tirarla con un camión- se la pudo sacar. Así se quedó en una ruinosa choza, en la zona conocida como de los Viejos Mataderos y encadenada para evitar los destrozos", relató Páez de la Torre (h).
Ernestina, que había conocido los azúcares de la fama, pasó sus últimos meses tucumanos saltando de incidente en incidente (una vez, en diciembre de 1930, casi aplasta con sus patas al niño Benigno Moreno, de 6 años; por lo demás, eran frecuentes sus 'travesuras' con la trompa). El paquidermo sólo parecía entenderse con su cuidador, el cornaca Benito Delgado. Tras infructuosos intentos de venta a otros zoológicos, el Municipio cierra trato con los empresarios del circo Berlín, que buscaban una compañera para la estrella de la carpa, el elefante King.
"Los animales pasaron una noche juntos en la choza y, a la mañana siguiente, marcharon dócilmente hasta el tren en el que Ernestina se alejó de Tucumán con rumbo a Santiago del Estero. Era el 7 de agosto de 1931", informó este diario. La historia no terminó allí: con el transcurso de las horas, la compañía de la hembra enfermó -o enloqueció- al macho. Las escenas de violencia obligaron a inmovilizarlo; una noche, el acceso de ira derivó en un llamado a la Policía. El desenlace fue sangriento: "los agentes, por fin, lo mataron a tiros el 10 de agosto de 1931: la cruel operación requirió más de 70 balazos. Las últimas fotografías de Ernestina llegaron a Tucumán meses después. La mostraban, ya amaestrada, convertida en protagonista del circo Berlín".
"LA TRAGEDIA PAQUIDÉRMICA": el drama de las bestias acongoja a Tucumán
La historia fugaz de amor, locura y muerte que unió a Ernestina y King fue seguida por LA GACETA como si de una telenovela se tratase. Tras la muerte del macho, el diario dedicó una buena cantidad de centímetros a la poco convencional "pareja". El recuadro titulado "La tragedia paquidérmica" sintetiza el romance: "hace unos días cruzaba lentamente por las calles de Tucumán balanceando su pesado cuerpo bajo el comando del cornaca enhorquetado sobre su testa... Era King, el elefante del circo Berlín que se alejaba envuelto en los humos de sus recientes nupcias, llevando a su derecha a Ernestina, la elefantita para quien LA GACETA destinó en más de una ocasión sus columnas y cronistas. Una caravana de chiquillos siguió a la pareja de proboscidios hasta que se perdió al final de la avenida Sáenz Peña... Poco duró el viaje de King y Ernestina. En Santiago del Estero llegó el fin para el macho que paseó su mansedumbre por cientas de ciudades".