Esa noche infame, dos de ellos escucharon las patadas en la puerta y los gritos que ordenaban a su padre que se vistiera. También las súplicas de su madre: "¡se lo llevan al papá!". Vieron que por la escalera él bajó en pijamas y con un saco de vestir. Los intrusos, armados y vestidos con botas negras y pantalones azules, entraron en sus cuartos con linternas y los amenazaron. La tercera, que estaba en el sur del país, se enteró por teléfono de la tragedia e inmediatamente viajó. Esa fue la última vez que supieron de él. Tres de los cuatro hijos (una falleció) de José Guetas Chebaia declararon durante la semana en la megacausa "Arsenales II-Jefatura II". Brindaron detalles de cómo fue su secuestro, el 24 de marzo de 1976 y de las incontables tareas que emprendieron para dar con el paradero del entonces secretario de Planeamiento del gobierno de Amado Juri.
"Operativo cumplido" Analía Chebaia, que por entonces tenía 12 años, estaba esperando que su papá regresara de una entrevista que daría en Canal 10. Se quedó dormida al escuchar su voz en la casa de Mate de Luna al 3.000. Los golpes en la puerta y los gritos la despertaron. "En ese maldito operativo participaron unas 12 personas. A mi dormitorio entraron dos. Uno me apuntó la cabeza y el otro le daba patadas a una biblioteca", lamentó. Relató que luego, por un balcón, vio cómo se llevaban a su padre. "Habían revuelto todo, hubo un robo vergonzoso. Se llevaron cosas de valor y dinero", advirtió. También consignó que esa noche su madre llamó a Juri y que éste o un allegado de él le explicó que estaban llevando a todos los funcionarios a la Casa de Gobierno. Rubén Chebaia y su amigo Daniel Villagra (declaró la semana pasada) dormían en otro cuarto. El ex intendente capitalino precisó que él y su compañero (estaban por recibirse de abogados) intentaron perseguir a quienes se lo llevaron, pero que los detuvo un retén militar a pocas cuadras. Explicó que luego llegaron soldados para detener a su padre. "Como ya se lo habían llevado, no lo encontraron. El oficial a cargo dijo 'operativo 12 cumplido'. Nosotros escapamos porque pensábamos que venían a buscarnos", añadió. Villagra había identificado en la sala al imputado Roberto "El Tuerto" Albornoz como uno de los integrantes del grupo que irrumpió en la vivienda.
Analía detalló el derrotero de gestiones que emprendió su madre -ya fallecida- y que incluyeron reuniones con el represor Antonio Bussi, quien se desempeñaba como gobernador de facto. "En una oportunidad, mi mamá reconoció a uno de los hombres que se lo llevó en el antedespacho de la gobernación", dijo. Rubén tuvo que esconderse en otras provincias, porque también fueron a buscarlo. Su familia soportó vigilancia, intimidaciones y operativos en los negocios que poseían. También, en varias oportunidades los llamaron para pedir rescate. "Cuando mi madre se lo comentó a Bussi, le respondió 'policías traidores'", agregó.
"No lo busquen más"
"Se lo llevaron, lo estamos llorando por muerto". Repetir esas palabras que un familiar le dijo por teléfono hace más de treinta años conmovieron a Graciela Chebaia. "Cuando llegué de Río Negro, mi hogar era un caos", caracterizó. La mujer citó una carta que su progenitor le mandó tiempo antes de ser secuestrado, en la que le advertía que estaba muy enfermo y que le quedaba poco tiempo. Ocurre que sufría de cirrosis medicamentosa y necesitaba hacer reposo, una dieta estricta y remedios especiales.
Los tres coincidieron en que, en una oportunidad, familiares le llevaron a Bussi los remedios que la víctima necesitaba y que el ya fallecido represor se los aceptó. Días después, sin embargo, se los devolvieron.
"Las noches eran tétricas. Éramos tres mujeres con dos bebés. Los escondíamos en un botinero y los tapábamos con cajas, por si volvían. Les dábamos gotitas para dormir. Mi papá era todo para mi", sollozó.
Los hijos de Chebaia pudieron reconstruir con poca certeza el destino que tuvo. Testigos que se les acercaron les aseguraron que estuvo en los centros clandestinos de la Jefatura y de la Escuela de Educación Física. "Un día, el capellán del Ejército me mandó a llamar. Era amigo de mi padre. Me dijo que no lo buscáramos más, que había fallecido en el Hospital Militar a los tres días de ser secuestrado. Me dio hora y fecha", puntualizó Rubén. Desde entonces, busca sus restos.
Eligió una frase de su padre para cerrar su declaración. La habría pronunciado ante policías que querían entrar a buscar a estudiantes que se habían refugiado en la Federación Económica, institución que presidía: "aquí no entra nadie; con violencia y muerte no construiremos una Argentina para el futuro".