BUENOS AIRES, ene 19 (DyN) - Los abundantes tuits presidenciales de los últimos días han sido objeto de todo tipo de análisis, desde cuestiones idiomáticas a otras sicológicas, junto a especulaciones más o menos válidas sobre la intencionalidad política y la edad de los destinatarios del mensaje y sesudas explicaciones sobre un cambio de la estrategia comunicacional del Gobierno.
Vale sumar algunos apuntes de interpretación al hecho de la ahora evidente compulsión presidencial por las redes sociales, siempre bajo la lógica de las hipótesis, porque bien podría haber ocurrido que a la presidenta de la Nación le haya surgido, como a tantos otros, un abrupto enamoramiento por estas herramientas y nada más. Aún sin descartar esta última y simple explicación, hay dos cuestiones que no pueden dejarse de lado: a) que Twitter y Facebook han pasado a ser el sostén más evidente de la bajada de línea del Gobierno, el llamado "relato", más o menos ficcional según a quien se consulte, y b) que el uso de ambos canales y haberlo hecho de modo tan profuso siguen poniendo a la Presidenta y a sus palabras en valor y que, por eso mismo, ella sigue ocupando a diario el centro de la escena y tapando así no sólo la periferia de las políticas erradas, funcionarios cuestionados y deslices de mala gestión, sino también a todos los demás actores de la política.
Los acontecimientos de la última semana bien pueden quedar enmarcados en cualquiera de las dos líneas a explorar. Y si del "relato" se habla, no es posible avanzar sin tomar en cuenta al respecto el tremendo editorial que le dedicó al gobierno argentino, a su Presidenta y de paso a toda la sociedad, el diario brasileño "O Globo". Ya desde el título la impiedad fue manifiesta: "La Argentina en el reino de la fantasía", concepto que el matutino carioca definió sin pelos en la lengua, cuando señaló que la Casa Rosada "vende al pueblo una imagen distorsionada de lo que acontece en el país" y puso como ejemplo emblemático el "maquillaje" que hace que el índice oficial de precios "sea menos de la mitad del real".
Lo más lamentable de la nota editorial es una frase que mete vergüenza en relación a la manipulación del Indec, sobre todo porque proviene del país que es el principal socio de la Argentina en el mundo. No ha sido Dilma Roussef, desde ya, ni ninguno de sus funcionarios, pero como se supone que "O Globo" forma opinión, una descripción tan denigrante es necesariamente dolorosa. Hablando de la forma que utilizan las consultoras privadas para dar a conocer los cálculos de inflación propios a través del Congreso, para no ser denunciados ante la Justicia, el diario califica la situación como "algo digno de una República de Bananas".
Sin embargo, en ese misil únicamente no se quedó el periódico, sino que le endilgó al gobierno de Cristina Kirchner haber "creado una realidad paralela para demostrar que las cosas van bien, aún cuando la verdad demuestra lo contrario" y añadió que "para sustentar la fantasía, el kirchnerismo patrocina una vasta red de comunicación, cuya programación y noticias van en el sentido deseado por la Casa Rosada". En esa línea abarcativa de no dejar ninguna brecha sin cubrir con información propia, quizás habría que enmarcar la activa participación de Cristina en las redes sociales. En este punto, hay que suponer que, o bien por ideología o para no dar el brazo a torcer, o bien ella se cree todo lo que "relata" o no tiene ni la lucidez política ni el acompañamiento adecuado que le haga ver que otros países de la región, Brasil en primer lugar que ninguno, tienen otras recetas de más largo aliento, que avanzan hacia mejores destinos y que el mundo no se les ha caído encima.
Lo que el "relato" no contempla es que trazando una raya en 2003, con toda América latina puesta en el mismo punto de partida, el modelo kirchnerista ha cargado a la Argentina de un combustible que de a poco la ha ido transformando en tortuga y que casi todos los demás adoptaron velocidad de liebre. Pero, atención, que aún no se verifica que por su propia constancia o por la desidia de los demás, como en la fábula, la Argentina tenga chance de recuperar el terreno perdido o de ganar la carrera, sino exactamente lo contrario.
La Argentina se clavó, algo que ante el avance de los demás países de la región es ni más ni menos que retroceder, y por cuestiones ideológicas o mala praxis o ambas a la vez se enredó en políticas de mala gestión, desechó las anclas institucionales, perdió los fundamentos económicos más sólidos que supo preservar durante un buen tiempo (superávits fiscal y comercial), prefirió fogonear el consumo y ahuyentó a la inversión, alimentó la inflación con mayor gasto y emisión y pese a los planes sociales y otros subsidios terminó sumando pobres, se comió la infraestructura (energía, caminos y ferrocarriles) y profundizó el aislamiento.
Toda esta galería de factores que suelen marcar los analistas y que no reconoce el "relato" del Gobierno son los que han mostrado en la semana, en un cartel luminoso muy molesto, el dólar marginal a $ 7,50 algo que las autoridades se empeñan en negar con el único argumento de que se trata de "un mercado chico", con ocasionales viajeros al exterior que buscan billetes. No lo dicen, pero es que porque la AFIP no se los vende.
El Gobierno está entrampado porque si inyecta dólares a casi $ 5 haría bajar al llamado "blue", pero corre el riesgo de alimentar una corrida. El viernes hubo sí algunas ventas de manos oficiales que no pueden mostrarse, porque pese a que al BCRA le conviene el mercado informal porque no sacrifica reservas, ya que los particulares transan dólares y pesos entre sí, no puede decir que está convalidando la ilegalidad.
Pero, además, hay inconvenientes adicionales en la marcha ordenada de la economía porque cuánto más grande sea la brecha entre ambos mercados más se amplía el premio por subfacturar exportaciones y sobrefacturar las importaciones, prácticas delictivas (como el contrabando) que son estimuladas por la situación que el propio Gobierno ha creado con los controles. La alternativa de trampa en las importaciones parece más difícil de llevar a cabo, debido a la vigilancia que Guillermo Moreno y Beatriz Paglieri hacen sobre las compras al exterior, trabas que podrían impedir un procedimiento de este tipo para girar dólares extras y baratos al exterior, disfrazados como pago de mercaderías.
En cambio, vender afuera por menos en los papeles y cobrar allí la diferencia puede llegar a ser más difícil de comprobar, en un procedimiento ilegal, pero que tiene un alto premio para llevarlo a cabo. Si bien la brecha entre los dos mercados era al viernes de 48% ($7,42 / $ 5), la que se produce en el dólar de un exportador que tiene una retención de 35% ($ 7,42 / $ 3,25) es de 128% nada menos.
En ambos casos, los dólares que quedan en el exterior, si se los necesita luego aquí, se los podrá repatriar por el mercado blanco del contado con liquidación a más de $ 7, otra transacción entre particulares que en sí misma no implica fuga neta de divisas. Nada de todo esto escapa a las autoridades.
De allí, que las menciones al "Rodrigazo" escuchadas en la semana en el contexto de las negociaciones salariales no hayan sido inocuas ni quedado fuera de contexto, ya que en 1975 la situación externa era muy complicada en cuanto al llamado "atraso cambiario" y otro tanto ocurría con las distorsiones en las tarifas de los servicios, cuestiones que explotaron en medio de una negociación salarial que barajaba un porcentaje piso de 38%. El titular de la Unión Industrial Argentina (UIA), José de Mendiguren, sacó a la luz aquella historia y recogió palos de todos lados, especialmente desde el Gobierno que no puede entender por qué los demás ven situaciones diferentes a las que él mismo "relata". Creen, efectivamente, que se trata de una conspiración.
Si por el lado del tipo de cambio el dólar "blue" mete ruido y condiciona el crecimiento de 2013, el atraso tarifario tuvo en Mauricio Macri un estupendo chivo emisario y los tuits presidenciales estuvieron implacables con el jefe de Gobierno porteño. Le otorgan chapa de opositor preferente, pero no le dan respiro.
Más allá del marketing electoral, tiene razón la Presidenta y el ministro Florencio Randazzo, cuando dicen que el Área Metropolitana necesita convergencia en las tarifas de los medios de transporte, pero no es menos cierto que es el gobierno nacional el que necesita bajar los subsidios a la actividad, como un modo de terminar con la política que desembocó en la tragedia de Once. Quizás sea Macri quien le justifique al Gobierno algún ajuste extra en colectivos y trenes, ahora que el porteño ha dicho que no va a dar marcha atrás con su idea de llevar el valor del subterráneo a $ 3,50. Y si de declaraciones controvertidas se trata, no sólo las del titular de la UIA hicieron ruido, sino que Randazzo también se anotó con un hit: "En 60 días se va a notar una verdadera revolución" en materia ferroviaria. Ojalá que así sea, que las locomotoras no descarrilen y que la famosa tunelera para el Sarmiento pueda arrancar de una buena vez.