Condenado como todas las estrellas a deber estar siempre, Del Potro sufre lo mismo que cada uno de quienes asoman a la "imprescindibilidad" deportiva. No puede faltar. Su ausencia impacta, preocupa y ocupa, resiente a unos, refuerza a otros, e instala una inevitable sensación de incomodidad.
Por estas horas resulta incómodo hablar de Del Potro, como si existiera un pacto no escrito de no mencionarlo. Su figura es tan fuerte que cambia la ecuación de la serie. De haber estado, ventaja Argentina; ahora que no está, break point de Alemania.
No es un juego de palabras. Es un concepto instalado, real y presente, que altera semblantes y sonrisas. El as de espadas señalado por Jaite al asumir hace poco mas de un año, es la carta que faltará hoy en el mazo argentino y que obliga a pensar que, al menos esta vez, haya que apurar el envido y ganar con un as falso en la última mano.
El azar determinó que Berlocq abriera la actividad de hoy y que fuera Mónaco quien la completara, algo que de haberse podido, se habría elegido exactamente al revés.
Un detalle, podrán pensar algunos. Otros sentirán, para sí mismos, que las series parejas como esta, se ganan justamente por detalles. O se pierden.
"Somos los que estamos", había dicho Zabaleta en la semana. El concepto, avalado por Jaite con palabras similares, esconde la obligación de hacerse fuertes frente a la adversidad. Ellos, solo ellos, los que están, tienen el beneficio de la última palabra.