Pudo haber sido un domingo incontable. Pero será, a fin de cuentas, uno más. Martin Alund, desafiando al extremo al mismísimo Rafael Nadal que terminó ganando por 6-3, 6-7 (2-7) y 6-1. Paula Ormaechea en Colombia, perdió ante la española Laura Arruabarrena 6-3 y 6-1. El mendocino y la santafesina se quedaron en turno de semifinales, por cierto, una instancia destacada para el ranking y el contexto de sus carreras. De hecho la de ayer fue, para ambos, la primera semifinal de sus vidas.
Con ellos fuera del domingo de definiciones, la atención, como en tantas oportunidades, hará foco en Juan Martín Del Potro y David Nalbandian. El archivo marca en letras rojas los mismos apellidos para el antecedente más próximo: en enero de 2009 fue la última vez que nuestro tenis exhibió finalistas simultáneos. Nada que sorprenda, entonces, siendo que, salvo salteadas excepciones, ellos han sido los protagonistas casi excluyentes de lo más saliente del tenis argentino en el último lustro.
Por ranking y tramo de carrera, lo de Del Potro es la respuesta casi obligada a la categoría de su tenis. Segundo preclasificado y finalista en 2012, su triunfo de ayer en Rotterdam ante el búlgaro Grigor Dimitrov por 6-4 y 6-4 tuvo un pilar idéntico al de sus anteriores victorias. Juan Martín ha disputado 40 games con su saque en la semana y, hasta ahora, ninguno de sus adversarios lo pudo quebrar.
Obediente, su drive absolutamente suelto y confiado, se ordenó detrás del servicio para redondear otra presentación tan consistente que hace difícil imaginar que, sin Federer en el radar, el francés Julien Benneteau pueda arrebatarle el título hoy.
Lejos de Holanda, en la cercana San Pablo, Nalbandian marcó el torneo paulista. Nadie puede hablar de sorpresa si se piensa en la victoria del cordobés sobre el italiano Simone Bolelli por 6-3 y 7-5. Pero si levantamos la vista hasta el horizonte del martes pasado, vale preguntarse quién hubiera apostado que David ganaría cuatro partidos en días consecutivos, incluido un triunfo 7-6 en el tercer set frente a Nicolás Almagro.
Su impacto de pelota desmiente los seis meses sin competencia. Y su cuerpo, desafiado por una infrecuente continuidad de partidos, por ahora también. La final con Nadal le permitirá a David subirse a un escenario que él disfruta como pocos. Allí, con todas las luces del mundo tenístico encandilándole los ojos, buscará ganar un título más, quien sabe si no el último de su fantástica carrera.
Cosas del destino. En el marco de una historia entre ambos con más vueltas que idas, ellos se ganaron la oportunidad de robarse el protagonismo. Y créanme que, lejos de ser una anécdota, es una chance que, sin dudas, estará en la mente de los dos.