¿Qué es la oración si no es un diálogo? No es un monólogo, un recitado que puedo decir de memoria pensando en cualquier cosa. Es una conversación que espera respuesta. Por eso se puede decir que Dios también reza conmigo cuando yo le hablo. Palabras más, palabras menos, así lo explica el papa Francisco en su libro "La oración", que recoge un diálogo entre él, cuando era cardenal, el rabino Abraham Skorka y Marcelo Figueroa.
El Papa no se cansa de pedir "recen por mí", una costumbre que ya viene desde su juventud. Era para él una forma de despedida, como quien dice, "nos vemos"; que traducido significa: "me gustaría verte de nuevo porque con vos me siento bien". En su caso, ese "rezá por mí" quiere decir: "pedí por mí porque yo solo no me basto, necesito de vos y de tu oración". Otro gesto coherente con la humildad de Francisco, que acaso sólo sorprenda al descubrir que era digno de ese nombre muchos años antes de ser Papa.
Cuando Francisco habla parece dirigirse al mundo, sin distinción de credos. Será por eso que hasta los agnósticos se sienten atraídos por su mensaje.
Carina Fraszczak, una mujer que se considera "de todas las religiones y de ninguna", confesó que se siente "enamorada" de Francisco, así, con esas palabras. Y dijo que le daban ganas de rezar. ¿Rezar? "Sí, neutralizar todo pensamiento y volverse una chispa de amor con la que fuimos creados", explicó.
El Papa hace rezar incluso a los sin religión, porque como él dice: "la oración no empieza ni termina con un rito". Al rezar, Dios te mira y reza junto con vos porque es un diálogo al que todos estamos llamados sin distinción de nada.