Nació entre los caballos y el hipódromo es "su" mundo. Romina del Valle Villegas, la primera y única jocketa que surgió en los 70 años de vida del circo hípico tucumano, lleva el turf en la sangre. Con 49 kilos, se la juega arriba de los caballos todos los días de entrenamiento y cada vez que le toca competir. "Es mi vida. No me imagino lejos de los caballos", asegura esta adolescente de tan sólo 16 años, que tuvo su debut oficial el 8 de enero de 2012 con el tordillo Freen Touch.
"A los 12 años, entusiasmada por el profesor Luciano Polizzi, ingresé a la escuela de aprendices. En un principio pensé que me iba a resultar casi imposible poder cumplir el sueño de debutar, por eso cuando corrí la primera carrera sentí una alegría inmensa. Ponerse la chaquetilla, montar el caballo y salir a la pista es algo que no tiene precio. Es algo único y que sólo lo podemos describir los que estamos en esta profesión tan apasionante", reveló.
Romina tuvo la osadía de incursionar en un mundo de hombres en busca de un sueño, y comenzó a cristalizarlo el 9 de diciembre de 2012, cuando consiguió su primer éxito. "Ese día sentí que tocaba el cielo con las manos. Fue muy emocionante cruzar el disco en primer lugar con Lord Ocean, que entrena mi papá", comentó.
La jocketa viene de una familia con mucha tradición turfística. Su abuelo, Bienvenido Villegas, fue jockey y entrenador; su papá es cuidador; sus hermanos, Juan Carlos (ganó dos veces el "Batalla") y Angel Sebastián, son jinetes; y su tío, Carlos Alberto Chirino (hermano de su mamá, Antonia), fue jockey y actualmente es entrenador. "Toda mi vida estuve cerca de los caballos. Mi casa está a 100 metros de los studs y prácticamente toda mi familia está ligada al turf, aunque soy la primera mujer que incursiona en la actividad", dijo Romina, que cursa el segundo año del polimodal.
Su rutina comienza a las seis de la mañana colaborando con el trabajo interno del stud de su papá y luego "vareando" los caballos de César y Manuel Assad, Ángel Rivero y Francisco Jiménez. "Es una profesión muy sacrificada, porque llueva o haga calor, hay que entrenar todos los días a los caballos. Además, nosotros no tenemos sueldos. Si ganás o entrás hasta el cuarto puesto, cobrás; caso contrario, no", indicó.
La amazona es consciente que conducir un ejemplar de 500 kilos, "apilada" en los estribos y a más de 60 kilómetros por hora, es bastante riesgoso. "Sabemos que una mala maniobra nos puede costar la vida. Por suerte los jockeys me cuidan bastante en carrera, aunque siempre defendiendo sus intereses", añadió.
Romina se abre camino en el turf tucumano y sueña con llegar bien lejos. "Tengo mucho por aprender y mi sueño es poder triunfar en esta profesión", concluyó.