Por Gretel Ledo - analista política-socióloga
El lanzamiento de Sergio Massa cambia todo el escenario político nacional. La aparición, como candidato, del actual intendente de Tigre pone en discusión la sucesión presidencial de 2015, con dos años de anticipación. Además, asienta su mensaje en un discurso que trata de rescatar lo mejor de la gestión kirchnerista y le agrega, como elemento diferencial, una suerte de convocatoria a la unión nacional. Y ese mismo discurso es el que genera una complicación al oficialismo que lidera la presidenta Cristina Fernández, muy inclinada hacia lo confrontativo.
Massa es, hoy por hoy, el dirigente mejor evaluado de la Argentina dentro de las encuestas de opinión. Todos los sondeos lo muestran como el ganador, por encima del oficialista Frente para la Victoria y también por arriba de Francisco de Narváez.
Es posible que en el interior del país no se perciba este fenómeno político, pero está muy claro que Massa está abriendo un espacio distinto. No hay que perder de vista que, a nivel nacional, el Frente para la Victoria es electoralmente fuerte por su estructura, pero casi el 40% de los votos está en la provincia de Buenos Aires, con todo lo que ello implica. En el principal distrito argentino, el oficialismo había cosechado hasta un 56%, pero esa fortaleza electoral se ha debilitado.
Así, el oficialismo tiene dos oposiciones: una interna y otra externa. Esta última se plantea, básicamente, alrededor del radicalismo, el socialismo y sus aliados. Mauricio Macri no es Hermes Binner, que está recogiendo apoyos no sólo en Santa Fe, sino también en Buenos Aires, donde Macri casi no juega. Esto no modificará demasiado el mapa electoral.
En cambio, la oposición interna del Frente para la Victoria adquiere fortaleza y pone al oficialismo en un escenario casi similar al de 2009. Daniel Scioli no jugará por fuera. No veo al gobernador bonaerense enfrentando a Cristina. En suma, la elección de 2013 es como una discusión sobre el modelo de país que quieren los argentinos; la de 2015 será la de la sucesión, pero montada aún dentro del peronismo. La candidatura actual de Massa muestra eso, pero hay que ver qué destino final tiene. Hay mucha potencialidad y dependerá de cómo estructure su discurso para intentar galvanizar a un sector importante de la población argentina. Pero, las campañas son las campañas.
La capacidad de su gestión se observa cuando cualquier ciudadano recorre el municipio de Tigre. Sergio Massa es la figura inesperada de esta arena política argentina. Y el oficialismo lo está considerando con cierto temor, porque no puede llegar a colocar, en la misma altura, a cualquier otro dirigente que sea capaz de sostener una contraposición a ese modelo de gestión. Massa ya se ha convertido en un presidenciable con vistas a 2015.
Y esta elección adquiere un ribete particular, casi decisivo y crucial para el Gobierno que va a dejar entrever sus hilachas. La ciudadanía ha dejado por sentado que no quiere más confrontaciones y que este modelo no es sustentable, que se contradice demasiado. El oficialismo, con Cristina Fernández a la cabeza, va a perder muchos soldados en esta elección parlamentaria.
Esto, además, marca una cuota de fragilidad, ya que deberá definir cómo encara los dos años que le quedan de gestión, que ha perdido credibilidad. La Argentina está fuera de la agenda económica internacional; los inversores vislumbran que no tienen seguridad jurídica. Desde el exterior se percibe que la Argentina sólo gobierna puertas adentro. El Gobierno nacional aún tiene la posibilidad de dar un giro de 180 grados para que aquellas percepciones se modifiquen. De otra manera, hay que considerar que el candidato seguro para 2015 tiene nombre y apellido: Sergio Massa.
El resto de los postulantes, los opositores, están muy dispersos. Mauricio Macri está tratando de gestionar la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pero al PRO le resulta difícil romper el vallado que lo transporte más allá de la ciudad.
El resto de los partidos no creo que salga bien posicionado. Y esto le cabe tanto a la UCR como al socialismo. Creo que todo se dirime dentro del oficialismo y la alternativa de cambio está hoy dentro del peronismo. En ese contexto, es muy difícil que emerja otro postulante que le haga fuerza al oficialismo. El kirchnerismo tiene dos años más de chances para cambiar su historia de confrontaciones.