- Algunos escritores quedaron descontentos con la versión cinematográfica de sus libros. ¿Qué te parece la versión fílmica de tu novela Tesis sobre un homicidio?
- No sé a vos, pero a mí la película me encantó, pienso que está muy bien filmada, que la actuación de (Ricardo) Darín es genial, la adaptación me parece muy buena. La novela tiene otras cosas que no tiene la película. La novela tiene la visión del joven y la del profesor, entonces se ven los dos lados de la historia y se sabe quién es el asesino desde la primera línea. Porque adaptar un libro es algo que no necesariamente hace el mismo escritor, sino que en este caso lo hizo Patricio Vega, que también había hecho el guión de Los Simuladores; y la dirección de Hernán Goldfrid también está muy cuidada y muy lograda. Es raro, yo hice una novela en el año 98, 99, con esa novela gané el premio de La Nación. Era una novela de culto, hecha para que la leyera poca gente, pero que la quisieran mucho. No esperaba el éxito masivo que se dio ahora con la película. Es una novela de calidad, no necesariamente para todo el mundo, hecha para poca gente. No es un producto industrial. Y, sin embargo, con este renacer de la misma novela, a partir de la película, mi novela llegó a un montón de gente, lo cual es genial. Para mí es lo mejor que me podría haber pasado y estoy muy agradecido. Ver a 300 personas, extras y gente, trabajando en una cosa que inventé yo, eso me parece muy loco y sorprendente. Y más porque un escritor está solo en su casa, con sus pensamientos y sus fantasmas, tratando de inventar algo, y eso no tiene necesariamente mucha relación con el gran mundo del cine. Lo mismo que el cine es un mundo ajeno. Conocer a Darín me parecía una cosa imposible. De hecho no sé si vieron una escena donde estoy yo (el escritor) pidiéndole un autógrafo a Darín (el personaje). Fue bueno en ese momento porque pude relacionarme con otra gente. Yo, igual, estoy acostumbrado a estar relacionado con gente, porque mi verdadera vocación es la docencia. Doy clases en la Universidad de Buenos Aires hace muchos años, tengo un taller de escritura para jóvenes. Mis clases son muy divertidas y funcionan muy bien y están en la UBA desde hace muchos años. Ahí enseño a escribir.
- ¿Se puede enseñar a escribir?
- Yo creo que sí se puede. Si se puede enseñar neurocirugía, se puede enseñar a escribir. Si se puede enseñar piano, se puede enseñar literatura. La idea de que viene la mano de Dios que te va a tocar el cerebro es una tontería. La literatura es una técnica que se aprende. Lo que no se puede enseñar, probablemente sea lo más importante, para mí, que tiene un escritor, que no es su forma de escribir. Es su mirada. Lo que importa es cómo mira un escritor, qué mira en las cosas. La mirada es más importante que la forma de escribir. La forma de escribir de Roberto Arlt, por ejemplo. Él tiene una prosa de lo más horrible y desprolija, pero sus personajes son seres miserables y resentidos y esa prosa le hace muy bien a los personajes de Roberto Arlt. Entonces su forma de escribir bien es escribir formalmente mal. A veces se puede escribir mal y funciona. Lo que importa es qué historia vas a contar, qué tenés para decir y qué ves en las cosas.
- ¿Por qué escribiste Tesis sobre un homicidio?
- Antes de Tesis... escribí dos novelas que nunca publiqué y que nunca voy a publicar, que eran muy horribles, estaban muy mal escritas, eran un desastre. La segunda de esas novelas era muy barrial y contaba la historia de la señora de barrio hablando mal de la vecina, como si fuera Manuel Puig, pero mal. Estaba muy feo. No lo publiqué. Aprendí de (Adolfo) Bioy Casares que se arrepintió toda su vida de publicar las primeras novelas. Aprendí de esa experiencia y no publiqué mis primeras novelas, me privé de eso. Tesis sobre un homicidio nació en reacción a esa segunda novela. Mi novela máxima salió del barrio de Recoleta. Me puse a caminar por la Facultad de Derecho. Me puse a pensar en un drama policial. Imaginé la historia de un chico que cometía un crimen perfecto para demostrarle a un profesor que podía hacerlo. Me puse a contar pasos y me obsesioné con eso. Me pagué con mis ahorros el viaje a Francia para contar los pasos de los puentes. Aún no sabía si iba a publicar esa novela. Y ni hablar de ganar el premio de La Nación. No tenía un historial, nunca había publicado nada. Lo único que hacía era trabajar como periodista (y me iba mal) y daba talleres literarios con los que me iba mejor. Entonces dije: "voy a apostar a esto, porque es lo que siento". Me fui a contar pasos a París, volví y terminé la novela. La presenté en el concurso y tuve la suerte de ganar el premio de La Nación y fue todo muy grato después. Así que Tesis... nace como reacción a eso. Después vino mi segunda novela, El otro Gómez. Tiene una prosa más sencilla que la de Tesis..., porque es para todo el mundo. Y Alrededor de Lorena es una novela de amor y más prosa poética. Cada novela aporta algo distinto. Me parece que la diferencia entre economía y arte es que cuando uno piensa en economía piensa en un edificio, hace un edificio y luego construye otro, y tiene dos edificios. Cuando uno hace arte, hacés una novela y cuando querés empezar la segunda, ya no tenés nada. No te sirven ni el personaje, ni las circunstancias, ni nada. Es como empezar de nuevo, cada vez es un salto al vacío. No se va formulando como la economía. No es uno más uno, igual a dos.
Acá uno más uno es nada. Es empezar de nuevo, con nuevos personajes, con nuevas circunstancias. Y eso es lo que me apasiona. Esa búsqueda distinta cada vez que empiezo una novela. Y en cada novela pongo todo lo que puedo poner. Tengo muy pocas novelas publicadas. Tengo 47 años, empecé a los 30 y tengo tres novelas. No publico todo lo que escribo, porque creo que uno tiene que entregar lo mejor de sí y no todo lo que hace. A veces está mal y tengo la posibilidad de verlo y me privo de publicar una cosa; estoy muy contento con eso. Y por eso tengo pocas novelas y muchos grupos de taller literario, porque eso me sale muy bien.
Otra piel
- Se puede ver a Tesis... como un drama policial. A propósito del género policial, ¿tenés una relación como lector del género?
- Es una gran pregunta. Yo soy un gran lector del policial. Todo lo que se pueda leer de policial, lo leí. Soy amante del género. Escribí dos policiales, a falta de uno. Me parece un género extremadamente interesante, donde se pueden admitir un montón de cosas. En este caso (Tesis...) es mi interrogación sobre la justicia. Si para hacer justicia hay que falsearla o no y si eso es justicia o no. Eso se ve en la novela, en la búsqueda que hace Bermúdez. El otro Gómez es mi tratado sobre la identidad. En Alrededor de Lorena me pregunto sobre el amor (es una novela de amor). Y en mi cuarta novela, que va a salir en octubre y que se llama Max Rosen, cuento la historia de mi familia y me pregunto por Dios. Cada una tiene un estilo distinto y parece estar escrita por gente distinta. Pero soy yo mismo, transmutándome en diferentes personajes, porque me parece que la literatura es una forma de actuación. Yo me pongo en la piel de una señora de barrio y en 10 minutos puedo hacer un monólogo hablando mal de la vecina; o puedo hacer un psicópata en veinte segundos también. La literatura tiene que ver con esto de ponerse en la piel del otro, y ponerse en personaje como si uno estuviera actuando y eso es lo que yo enseño en mis clases. Incluso en mis clases, en mi seminario de literatura, hay una clase en la que los pongo a actuar de verdad. Interpretan una escena y les doy una clase de teatro para que vean y piensen que pueden ser otro. ¿Por qué? Porque lo que le pasa a uno mismo en líneas generales no le importa a nadie. Si a mí me dejó mi novia o lo que sea, eso que uno escribe de adolescente, no le importa a nadie. Pero yo puedo ser una nena de cinco años que le robaron una muñeca; o puedo ser un viejo de 80 años resentido, que acaba de cometer un crimen; puedo jugar a ser diversos personajes. Eso es divino, es algo que tiene el teatro y que también lo tiene la literatura y me parece que experimentar por ese lado (como decía Manuel Puig en su novela Boquitas pintadas), imaginar la literatura como un ejercicio actoral me parece que es una idea creativa y que estimula a los jóvenes a escribir.
- Me gustaría preguntarte sobre algo que aparece nítido en Tesis..., la novela, y que no aparece en la película, es decir, sobre las referencias cinéfilas. Creo que en la novela Tesis... casi se podría hablar de una especie de sub-trama con las referencias al cine. El personaje está obsesionado con una actriz...
- En mi novela el personaje se llama Paul Besançon, que es francés y está obsesionado con Juliette Lewis, que estuvo en Cabo de Miedo y en Asesinos por naturaleza. Me parece que tiene que ver con una cosa de época, creo que el cine nos atraviesa a todos. Todos tenemos una televisión en nuestra casa y nos pasamos una gran parte de nuestro tiempo absorbiendo todo lo que pasa en el cine. Me pareció que en base a los personajes que esta actriz hizo a lo largo de diversas películas alguien (en este caso mi personaje) podía obsesionarse con eso, y de hecho está obsesionado. Hay un momento cinematográfico en donde se mencionan muchas escenas de las películas de Juliette Lewis. Por cuestiones comerciales no se aplicó eso luego a la película, porque había que conseguir los derechos de 10 de sus películas y era una locura. Pero se iba a dar de la misma forma que el personaje pasa a ser español cuando los capitales españoles hacen la película. Para mí era francés, pero los guionistas decidieron otra cosa.
- En Tesis... hay una erudición, un trabajo con el lenguaje, una cita cinéfila permanente. Hay una contraposición entre Francia, París, Buenos Aires. Es un universo culto. El otro Gómez (tu segunda novela), en cambio, si bien plantea un tema importante dentro de la literatura, que es el problema de la identidad, lo hace en un universo como es Bolivia. ¿Cómo fue el pasaje (o el proceso de pasaje) de escritura de una novela a la otra?
- En general cada una de mis novelas reaccionan con la novela anterior. En Tesis... hay un equilibrio entre el estilo, la forma en que está escrito (las frases largas y toda la cosa literaria, entre comillas) y el argumento; hay tanto estilo como argumento. En El otro Gómez no hay argumento. Pasan cosas. Pasan muchas cosas todo el tiempo y el estilo está más desdibujado. Reaccioné contra eso en la tercera novela, Alrededor de Lorena, que es puro estilo. Es toda frases hermosas y prosa poética. Pero cada novela reacciona a la anterior, entonces Lorena es todo estilo y la otra que viene ahora, Max Rosen, es todo argumento sin estilo, en el sentido de que está escrita con un lenguaje más plano y lo que importa más es lo que sucede y no cómo lo estoy diciendo. Me parece que el mejor equilibrio de todo fue la primera, porque hay un equilibrio entre lo que digo y cómo lo estoy diciendo. Pero cada novela busca algo nuevo. Yo valoro y aprecio mucho cuando un escritor se lanza a cosas nuevas, en lugar de repetir fórmulas que ya le dieron resultado. Lo mismo pasa con el cine y me pasa con la tele y con la pintura. Me parece que la búsqueda es más importante que el resultado. O sea, no lo hago por dinero, lo hago por amor.
Temas, errores y éxito
- Dijiste que hay preguntas disparadoras para escribir cada libro. En ese sentido (si es un tema el que dispara), ¿cómo pasaste del tema de la justicia al tema de la identidad en El otro Gómez? ¿O al tema de Dios?
- Porque me parece que son temas bastante universales. Meterse con el tema del doble, quién soy yo y quien podría ser. El tema del doble fue tratado por 500 escritores y mejores que yo. Lo trabaja Borges; lo trabaja Dostoievski; lo trabaja Oscar Wilde con El retrato de Dorian Gray. ¿Qué tengo yo para decir con el tema del doble, de la identidad, de quién soy o quién no soy? Después de lo que hizo Max Frisch con No soy Stiller (que es una novela de un doble). La respuesta es El otro Gómez. ¿Qué es lo que yo tengo para contar desde lo literario al respecto de determinado tema? ¿Qué tengo yo para decir con respecto a la justicia? Bueno, lean Tesis... y verán lo que tengo para decir. Hace poco en una entrevista decía que imagino que voy a publicar muy poco más, dos o tres novelas más, y no mucho más. Porque me parece que no tengo tanto para decir. Y creo que me faltan dos temas para resolver de acá a 10 años. Quiero hacer alguna vez una novela sobre la comunicación, sobre cómo se comunica la gente. No necesariamente sobre las nuevas tecnologías, sino sobre comunicación, sobre relaciones interpersonales. Y me gustaría hacer (de acá a 20 años tal vez) una novela sobre la literatura, sobre el arte de escribir, sobre el acto de escribir, sobre el método de escritura. Me parece que me faltan esos dos temas para abarcar un abanico de cosas que me gustaría abordar. Ya abordé el tema de Dios (con mi novela por salir), el tema del amor, la identidad y la justicia.
- Me gustaría que hablemos de tu relación con los talleres. En una entrevista reciente dijiste que los escritores jóvenes aprenden de los errores de los escritores del pasado. Me pareció que estabas tratando una especie de línea de ascenso, de mejoría, optimista.
- Yo creo eso. Soy muy optimista, me parece que cada generación es mejor que la anterior. Me parece que los jóvenes escritores que ahora tienen 25, 30 años, y son mis alumnos, van a ser mucho mejores de lo que fui yo. Tengo una inclinación por la generación que me precede. Me parece que todos aprendemos de los errores ajenos y si yo no publiqué mis dos primeras novelas fue porque Bioy Casares sí las había publicado y después se arrepintió. Entonces aprendí de él y no cometí los mismos errores que cometió. Me parece que hay una ansiedad de publicar y una necesidad por la fama y el éxito inmediato y no hay paciencia. Todos quieren poner a los jóvenes online en blogs y en Facebook y me parece que las generaciones van a ir aprendiendo que eso no funciona, porque es un error de inclinación que viene de querer tener todo publicado de inmediato como sea. Las cosas se pueden hacer bien. Yo me tomo cinco o seis años para publicar una novela. No publico una por mes ni por año. Soy muy optimista con respecto al futuro de la literatura y del libro digital y del libro en papel también.
- Sobre la sensación de éxito, ¿influye el fenómeno o el contexto de inclusión de la novela, a partir de la película, en la escritura que sigue?
- Influye en mi estado de ánimo. El hecho de tener tantas personas interesadas por lo que estoy diciendo, que me inviten a Tucumán, me pone de muy buen humor y me hace sentir muy contenido y muy contento. ¿Querés que te cuente por qué empecé a escribir? Empecé a escribir a los 16 años, porque tenía un amigo que escribía en las reuniones. Él era el centro de la fiesta (porque escribía). Y yo me moría de envidia, quería ser yo el centro de la fiesta. Dije: "¿por qué están todos mirando lo que escribe este?, yo también puedo". Todo el mundo escribe por eso, por mera envidia.
© LA GACETA
Fabián Soberón