Son las 10 y en un lugar inusual suceden inesperados encuentros. El equipo periodístico llega al basural ilegal que se instaló hace tres años en Lavaisse y Miguel Lillo y justo en ese momento arriba un carro de tracción a sangre. El conductor se baja y comienza revolver. "¿Vos sos de los que se llevan cosas?", se le pregunta. "Sí, yo no trabajo molestando a los vecinos. Busco botellas, chapas o latitas, lo que pueda a llegar a ser útil y que me genere unos pesos. Por día saco entre $70 y $80. No más que eso", aseguró Fabián Fernández, de 37 años, que sabe exactamente dónde queda cada basural de San Miguel de Tucumán. Los recorre a diario, ya que vive de lo que encuentra en ellos. Si tiene suerte, como otras veces, quizás pueda descubrir un viejo televisor o juguetes para revender.
Pero no todos ven a la Miguel Lillo al 1.800 como un lugar donde se puedan hallar "tesoros". Los vecinos se quejan porque esos 100 metros están repletos de basura, escombros y ramas secas. El paisaje los desanima a caminar por allí y saben que es un generador de enfermedades y resguardo de ratas y malvivientes. Esta calle fue "abierta" hace unos tres años, aunque en algunos mapas todavía no figure su actual trazado. Quizás por ello es que aún no pasan autos por la calle de ripio.
"Las máquinas limpian y los carreros lo ensucian. Nunca fue un paso abierto para el peatón. A veces vienen los policías, pero no están mucho tiempo. Sabemos que cuidar un lugar para que no tiren basura no es su trabajo. El problema está en la cabeza de la gente. No les importa nada", se quejó Guadalupe Mendoza. La mujer, de unos 60 años, recordó que en el pasado, Miguel Lillo al 1.800 era un terreno privado y por eso no arrojaban desperdicios. Al terminar la charla con Guadalupe, ocurre otro encuentro más que oportuno: una máquina topadora ingresó al vaciadero por Inca Garcilaso (es paralela a Lavaisse) y comenzó a remover los desperdicios. "¿Cuánto va a durar la limpieza?", se le preguntó a la vecina. "Unas tres horas", se lamentó ella.
En enero de este año, el municipio capitalino solicitó custodia policial para reforzar los operativos de limpieza en los basurales. Durante unos meses, los agentes estuvieron en Castro Barros al 1.000, en Marco Avellaneda y Santa Fe, en Lucio V. Mansilla y México, y en Rivadavia y España. Pero en la actualidad no hay quien cuide esos sectores y el resto de los vaciaderos; la Municipalidad calcula que existen unos 50 basurales clandestinos.
"Como el tema de la basura está vinculado con lo ecológico, nosotros tenemos personal especializado que se dedica a ello. Se trata de la Patrulla Ecológica, pero que ahora está dedicada full time a la quema de cañaverales y pastizales. Por este motivo no se pueden atacar muchos frentes", explicó Víctor Sánchez, el subjefe de la Policía de Tucumán. También indicó que, en la medida de lo posible, los agentes realizan tareas preventivas en los barrios para evitar que se arrojen residuos en la vía publica y tratan de evitar problemas entre los que generan suciedad y los habitantes de las zonas afectadas. "Siempre se generan situaciones violentas. Cuando los vecinos tratan de impedir que arrojen basura, los carreros los enfrentan y hasta los amenazan", agregó Sánchez.
A unas 12 cuadras de Miguel Lillo y Lavaisse sobrevive un histórico vaciadero. Se trata de un espacio de alrededor de 400 metros sobre Bernabé Aráoz, desde Independencia hasta Fortunata García. Montañas de escombros y de basura domiciliaria conviven desde hace más de una década con los vecinos del barrio Victoria. Allí vive María Ferreyra, de 35 años, con su hija Bianca, de 2. Para la mujer, que es desempleada, las esperanzas de que alguna vez desaparezca este triste paisaje ya se han desvanecido. "Cuando vinieron a entubar el canal en 2009 creíamos que todo iba a quedar lindo. O por lo menos eso nos dijeron. Medio canal está entubado, pero acá nada cambió. La basura sigue estando en el mismo lugar", agregó la mujer, que vive en el barrio desde hace 15 años. Una vecina de María, Mabel Trujillo, también quiso hablar: aseguró que está cansada de que las ratas le coman la ropa de sus hijas y que el humo de la quema de basura afecte en la salud de toda la familia. Para esta mujer de 28 años, la solución para erradicar definitivamente el basural es que esas cuatro cuadras sean pavimentadas en algún momento. "Acá está lleno de ripio y restos de material. Con eso rellenan el canal y sólo les falta poner el cemento", detalló Mabel.