Hugo E. Grimaldi - Columnista de DyN
BUENOS AIRES.- El eslogan del Frente para la Victoria "en la vida hay que elegir", más publicitario y pro mercado que político, se cumplió a rajatabla este domingo en el cuarto oscuro: siete y medio de cada diez votantes de todo el país "eligieron" pasarle un mensaje directo nada menos que a la presidenta de la Nación, quien es el factótum indiscutido de su propio gobierno. Más allá de todos los desagregados que se quieran hacer, los resultados de la fotografía de las PASO le han dicho Cristina Fernández que los argentinos no están conformes con aquello que, con la habitual iluminación que cree poseer el kirchnerismo, ella prefirió darles, a partir de un modelo que se viene deshilachando desde varios costados, desde el político en primer lugar, pero con un evidente disloque económico que comienza a golpear a la gente.
El miedo al desempleo, la suba incesante de los precios, la voracidad impositiva que ahoga al sector privado y que no respeta ni a los trabajadores, la falta de dólares, el cambio de reglas de juego, el avance desmedido del Estado, el poco apego institucional, la carencia de inversiones y las balas que pican cerca en hechos de corrupción han sido las demandas que los diferentes estratos sociales depositaron en las urnas, reclamos que alguien debería leer correctamente en Olivos. Si se observa la composición del voto, sobre todo del grueso que ha vuelto a preferir al peronismo en la provincia de Buenos Aires, quizás muchos de los no votantes del FpV sí se identifican con alguna parte de la música, pero le han señalado a las actuales autoridades que la letra que suele recitar la Presidenta, a estas alturas, ya no rima demasiado y que el 54% ya fue.
También le han anticipado que si todo sigue así, en octubre podrían preferir escuchar a otros cantantes que interpreten la canción. El que avisa no traiciona. El golpe no sólo le llegó al oficialismo de la mano de un intendente (Sergio Massa), quien dejó por debajo de 30% a la Presidenta y al gobernador Daniel Scioli en el distrito más grande del país, sino que los sopapos de advertencia sonaron fuerte también no sólo donde se los descontaba (Capital Federal, Córdoba, Santa Fe y Mendoza), sino en bastiones otrora inexpugnables como la "propia" Santa Cruz, Jujuy, Chubut, La Rioja, Misiones y San Juan.
Ahora, con los resultados se abre un período de transición de once semanas para que todas las fuerzas políticas ratifiquen o rectifiquen sus estrategias. Están los que tuvieron buena performance y pueden llegar a decir para qué variar y quizás harán la plancha y también muchos ambiciosos que, aún habiendo ganado, querrán ir por más. Además, habrá otros que necesitarán sí o sí cambiar porque, si no lo hacen, corren el riesgo de seguir en el tobogán. Si el Gobierno dará el brazo a torcer y tomará nota de todas las demandas para poder sumar bancas en la elección de octubre es la gran incógnita. Su proverbial picardía muestra que será difícil: como si se tratara de una presidencial, mientras perdía en quince provincias, hacía propalar en cadena que los números globales ubicaban al kirchnerismo, con cerca de 25%, como "la primera fuerza nacional". Además, como son muchos los caminos radicalizados que ha tomado la Presidenta, será bastante complicado -aunque no imposible- que dentro del planeta K ella misma haga cierta autocrítica a la luz de los resultados, aunque bajo la vieja fórmula kirchnerista que reza que "si hay miseria, que no se note"