En esta primavera permanente que vive Tucumán, el viejo Tucumán cultural -aquel emblemático de los años 60- reaparece, sobre todo ante la cercanía de la 53 edición del Septiembre Musical, o de la inminente "Noche de los Museos", que se realizará el sábado próximo.

Sin sumergirnos en las particularidades de la grilla de los espectáculos que se verán este año en el Septiembre Musical, tanto ese lanzamiento como otras propuestas actualmente en cartelera son una buena excusa para reflexionar acerca de la relación entre los tucumanos y las expresiones artísticas o estéticas; y, también, sobre los aportes y las deudas que tiene el Estado para con los agentes culturales. Y ello, tanto para quienes producen bienes culturales como para quienes los consumen. Estamos convencidos de que el acceso de las personas a la producción artística o estética no es una cuestión subsidiaria ni banal. Como nos recuerda el antropólogo Néstor García Canclini (y no es el único) las obras artísticas contemporáneas no aparecen como simples ilustraciones de pensamientos, si no nos impulsan a hacer nuevas preguntas; a pensar con más libertad y a elegir en consecuencia. En otras palabras, el arte es, también, un revulsivo que incita a pensar.

Planteado en ese contexto, el derecho de la gente a acceder al arte -y a interpretarlo- debe tener su correlato en un Estado capaz de satisfacerlo. En ese sentido, educar el gusto del público, colaborar en la formación de un público, es obligación del Estado, aunque ello no invalida el necesario aporte privado a la producción cultural. Señalábamos que la inminencia del Septiembre Musical ha sido el disparador para nuestro planteo; pero en la grilla aparecen también actividades como la muestra con obras de León Ferrari, en el MUNT; o la exposición de grabados de Joan Miró, en el Timoteo Navarro. La muestra "El jardín de las maravillas", de Miró, ha sido, hasta ahora, un éxito de público, según los organizadores. Y, al parecer, una de las claves de esa buena recepción ha sido la inclusión de propuestas interactivas sobre una obra que, de por sí, llama a jugar, como es la del artista catalán. Otro museo exitoso es el MUL (el Museo del Lillo); y parte del éxito de su nuevo montaje se debe, también, a la impronta participativa que exhibe,con uso creativo de las nuevas tecnologías. Dos ejemplos de cómo un museo se acomoda a los tiempos, con nuevas estrategias, en busca de los nuevos públicos. La polémica muestra de León Ferrari en el Museo de la UNT, la de Miró en el museo mayor de la Provincia; el MUL que ya tiene vuelo propio, son señales de esa Tucumán de cultura viva de la que hablábamos al comienzo.

Sin embargo, no podemos dejar de insistir en la importancia de formar al público, a los públicos, Y esa es, se ha dicho ya, una acción educativa de largo aliento, que requiere tanto de la participación del Estado como de los privados y de las asociaciones intermedias. Uno de los desafíos de todos los formadores consiste en "abrir la mente" de cada concurrente al museo. Por eso, nos parece que actividades como la "Noche de los museos", que se desarrollará este sábado en Tucumán, deberían aportar a la reflexión sobre como el arte puede modificar la visión sobre la vida. De lo contrario, la maratónica propuesta no será más que un entretenido paseo de una noche.