El tiempo que se perdió, difícilmente puede recuperarse. Tiene su costo. Su interés. No es lo mismo Cristina Fernández antes de las PASO, que la presidenta de la Nación después del domingo 11. Algo cambió y no fueron los suplentes por los titulares de un partido que se viene jugando hace más de una década. El empresariado y el sindicalismo vino aceptando las reglas del juego kirchnerista. Pero ahora, los mismos jugadores observan que hay cierta debilidad de poder. Que la Casa Rosada está buscando asfaltar el camino hacia las elecciones legislativas del 27 de octubre.
El mensaje presidencial ha mutado producto de las circunstancias electorales. Hay temor por lo que se viene, a la transición institucional que lleva, indefectiblemente, al llano. De allí la necesidad de recuperar la iniciativa y de plantearse en el centro del cuadrilátero, pero con una postura mucho más conciliadora que en otros tiempos. La ausencia de Guillermo Moreno en la cumbre de Río Gallegos marca el son de tregua. De las conductas del polémico secretario de Comercio Interior se han dichos tantas cosas, muchas de ellas ciertas, como mojarle la oreja al empresariado cuando veía que los precios se disparaban. El acuerdo alcanzado a principios de año con los supermercadistas se diluye. La inflación real así lo indica.
Mantener elevado el consumo es el pilar del modelo. Ahora, la agenda electoral ha incorporado al impuesto a las Ganancias como la oferta del año. Opositores y oficialistas. Sobra voluntad, pero faltan los millones. Nadie se anima a hacer cálculos sobre cuánto le costará al Estado subir el mínimo no imponible del impuesto al trabajo. Pero empresarios y banqueros coinciden que tal decisión no podrá ser compensada con lo que el fisco obtenga en caso de aplicarle un tributo a la renta financiera.
El punto de partida son los $ 2.657 millones que le costó a la actual gestión devolver Ganancias en el medio aguinaldo. Esa cifra se puede llegar a multiplicar, por tres, por cuatro o por cinco veces. No es poca plata. Según los cálculos del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), la suba del mínimo debería ser del 33% si se quiere volver a los niveles de hace más de una década. Y recuperar parte del terreno perdido por la inflación. Pero no es lo mismo aplicar una medida a principios de año que luego de transcurrido ocho meses. No tiene el mismo efecto en la recaudación, ni en las paritarias. Si esto se cumpliera, un asalariado casado con dos hijos debería tributar Ganancias a partir de los $ 14.000 o $ 15.000 brutos mensuales. Pero este no es tiempo para resignar dinero cuando el déficit sobrevuela, como un buitre, las cuentas públicas.
El mensaje presidencial ha mutado producto de las circunstancias electorales. Hay temor por lo que se viene, a la transición institucional que lleva, indefectiblemente, al llano. De allí la necesidad de recuperar la iniciativa y de plantearse en el centro del cuadrilátero, pero con una postura mucho más conciliadora que en otros tiempos. La ausencia de Guillermo Moreno en la cumbre de Río Gallegos marca el son de tregua. De las conductas del polémico secretario de Comercio Interior se han dichos tantas cosas, muchas de ellas ciertas, como mojarle la oreja al empresariado cuando veía que los precios se disparaban. El acuerdo alcanzado a principios de año con los supermercadistas se diluye. La inflación real así lo indica.
Mantener elevado el consumo es el pilar del modelo. Ahora, la agenda electoral ha incorporado al impuesto a las Ganancias como la oferta del año. Opositores y oficialistas. Sobra voluntad, pero faltan los millones. Nadie se anima a hacer cálculos sobre cuánto le costará al Estado subir el mínimo no imponible del impuesto al trabajo. Pero empresarios y banqueros coinciden que tal decisión no podrá ser compensada con lo que el fisco obtenga en caso de aplicarle un tributo a la renta financiera.
El punto de partida son los $ 2.657 millones que le costó a la actual gestión devolver Ganancias en el medio aguinaldo. Esa cifra se puede llegar a multiplicar, por tres, por cuatro o por cinco veces. No es poca plata. Según los cálculos del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), la suba del mínimo debería ser del 33% si se quiere volver a los niveles de hace más de una década. Y recuperar parte del terreno perdido por la inflación. Pero no es lo mismo aplicar una medida a principios de año que luego de transcurrido ocho meses. No tiene el mismo efecto en la recaudación, ni en las paritarias. Si esto se cumpliera, un asalariado casado con dos hijos debería tributar Ganancias a partir de los $ 14.000 o $ 15.000 brutos mensuales. Pero este no es tiempo para resignar dinero cuando el déficit sobrevuela, como un buitre, las cuentas públicas.