A contrapelo de la tabla de posiciones, llena de suspenso hasta el instante final, en la de goleadores hacía rato ya que se habían extinguido los misterios. Por tercera temporada consecutiva, Germán Núñez se adueñó del simbólico botín de oro del Regional, que lo confirma como uno de los mejores pateadores del norte del país. "Chicho" sonríe, pero afirma que no se trata de una cuestión primordial. Menos cuando la vitrina "purpurada" acaba de alojar una nueva copa mayor.
"Al principio me fijaba una que otra vez en cuántos puntos llevaba, pero cuando entramos al Súper 8 me importaba más la tabla de posiciones. No me interesaba ser goleador, lo que quería era que Cardenales fuera campeón", se retrotrae el fullback.
Así y todo, lo fue. Y con mejor cosecha que en las dos temporadas anteriores. Marcó 419 tantos en los 23 partidos de la edición 2013, contra los 303 de la del año pasado. Es decir, 116 puntos más, y en la misma cantidad de juegos. "Más allá de que en las últimas fechas no anduve muy bien, cada vez me voy sintiendo con más confianza a la hora de patear", sostiene. Por lo tanto, queda plantado el desafío de superar su propia marca en el Top 14 del próximo año, que será más extenso.
Los de afuera saben que la manera más rápida y segura de perder con los de Barrio Sarmiento es regalándole penales a "Chicho". No obstante, su reconocida efectividad hoy por hoy se debe más al oficio que a la práctica en sentido estricto.
"Por lo general pateo un rato antes de los entrenamientos, sobre todo antes de partidos importantes. Es medio bajón, eso sí, porque no hay muchos que te acompañen para ir un rato antes. Entonces cada vez que pateás, tenés que ir a buscar la pelota porque no hay quién te la alcance", explica el lanzador.
Los que lo conocen saben de su otra identidad. Sucede que el hombre es veneno del "santo", y cuando puede, cambia el templo "purpurado" por La Ciudadela. Donde, dicho sea de paso, amagó con edificar un futuro de futbolista. "Jugué cuando era chico, desde los 10 hasta los 12 años más o menos. Pero cuando empecé la secundaria ya se me complicaba entrenarme todos los días. Por esa época lo conocí a Andrés Odstrcil, y me hice muy amigo de Benjamín Ponce, que jugaba en juveniles y tenía como entrenador a Diego Vidal. Un día me dijo que lo acompañara a la práctica, me invitaron a sumarme y acepté. Ahí ya se terminó el fútbol", relata.
No hay tiempo para disfrutar. El sábado espera el Jockey cordobés, por el Torneo del Interior. "Llegamos bastante más golpeados que el año pasado, pero no nos tocó una zona imposible. Por lo menos, ya logramos lo que queríamos", cerró.