Al alba, don Rogelio Barreta se subió a su camioneta y recorrió desde San Miguel de Tucumán el camino que lo separaba de su vieja casa de Las Yungas. Había escuchado en la radio que el fuego se extendía por esa zona y, preocupado, fue al auxilio de su propiedad.
Unos minutos más tarde, Darío, empleado de la empresa de vigilancia del country Las Yungas, tomó en sus manos baldes llenos de agua para evitar que el fuego llegara a la reja perimetral del barrio. A los pocos metros, Luis Ramón combatía las llamas que amenazaban la casa "china" que había adquirido hace poco más de un año.
Ninguno de los tres se conoce. Ayer estuvieron unidos con Pablo Córdoba, un joven de 20 años que vive en San Javier y que agarró su machete apenas vio que sus hermanos iban a colaborar con los guardaparques del Parque Nacional "Sierras de San Javier". El incendio que desde el lunes se desató en el cerro San Javier, y que el martes a la noche llegó a 100 metros del perímetro oeste del country Las Yungas, fue controlado ayer paulatinamente. El intenso trabajo de los bomberos y de los guardaparques se vio favorecido con los aviones hidrantes y con el aporte de los que por salvar sus propiedades o por solidaridad, enfrentaron al fuego.
Una vieja casa
Tomando por calle Chubut hacia el cerro, en La Rinconada (una cuadra antes de la plaza vieja) hay que atreverse a continuar por un pequeño camino cuando se cruza el canal que bordea al Camino de Sirga. Al avanzar un kilómetro está la vieja casa de don Rogelio. Ayer al mediodía tenía las manos quemadas y con callos. Se había pasado toda la mañana apagando el fuego que rodeó a su vivienda.
"Escuché en la radio, como a las 3, que se estaba incendiando esta zona. A las 6.30 salí para aquí y con mi sobrino apagamos las llamas. Tuve que usar una pequeña lata para llevar el agua", contó el hombre, aún cansado por la tarea.
Don Rogelio dijo que vivió durante 18 años en esa vivienda, casi en el medio de la nada. "Pero me robaron 24 veces, así que me fui hace un año y medio. Igual cada tanto vengo a quedarme", dijo.
El anciano afirmó que esperaría la llegada de su hijo para terminar de tirar agua en el sector afectado de su propiedad. "Tenía troncos viejos y maderas, por eso se prendió fuego", explicó.
Una casa "china"
Desde el terreno de don Rogelio el camino sigue hacia el sur unos 100 metros y luego 400 metros más hacia el oeste. Al costado, las paltas que cuelgan de los árboles están quemadas. Es la finca que bordea al country Las Yungas. Al final del camino hay un arco con detalles orientales, que anticipan el estilo de la construcción que custodia: una casa "china", como le dicen los lugareños, que fue saqueada. Hoy conserva sólo la estructura y sus molduras típicas de la arquitectura de ese país.
En el lugar estaba Franco, un amigo de los actuales dueños que llegó para dar un reporte de los daños. El hombre relató la misma historia que unos minutos antes había contado don Rogelio: la casa perteneció a un chino que murió dos años atrás, quien había puesto una plantación de lichi (ojo de dragón), una fruta oriental que hoy nadie cosecha.
Luis Ramón, el actual dueño, estuvo al martes a la noche y ayer a la mañana apagando el fuego. "Vinimos con mi esposa y unos amigos. Esta mañana (por ayer) estuvieron los Bomberos. La peor parte se la llevaron los de la finca de paltas", dijo Ramón, quien regresó al predio después del mediodía.
En el country "Las Yungas", Darío relató que tuvo que colaborar para que las llamas no llegaran al barrio cerrado. "El martes a la noche fue el fuego más intenso, pero se reavivó cuando amaneció. Con baldes ayudamos para que no pasara a mayores", comentó el guardia de seguridad.
Vivir en el cerro
La ruta 340 estuvo cortada ayer entre la comisaría de El Corte y el cruce con la ruta 338, en San Javier. Alrededor de las 15.30, 10 personas descansaban en la gruta que está al costado de la ruta. Acababan de dominar el fuego en ese sector del cerro. Entre ellos estaba Pablo Córdoba, que vive en San Javier. "Vivo en el cerro, lo conozco entero y podía ayudar", contó.
Junto a él estaban sus hermanos Orlando y Juan Córdoba, y sus vecinos Juan Fernández, Walter Chocobar, Carlos Sosa y Juan Ojeda. Desde el lunes colaboraron con los Guardaparques Carlos Flores, Franco Puertas y Jesús Bazán.
Unos kilómetros más abajo, empleados de la municipalidad de Yerba Buena y los bomberos voluntarios de esa ciudad en la zona más peligrosa del fuego, donde se produjeron los derrumbes sobre la ruta. Coordinados por el jefe de Guardaparques Ramón Imbert y por Manuel Pachado (jefe operativo) se metieron entre los árboles llevando en sus espaldas mochilas con agua.
A las 16 llegaron las botellas con agua y las bolsas con frutas. "Comé una banana", le ordenó Imbert a uno de los empleados que acababa de bajar del sector más peligroso. "Es potasio, para recuperar fuerzas", lo alentó. A las 19.30 terminaron el trabajo, con la esperanza de que durante la noche no haya ningún viento que les juegue en contra y tire abajo todo el esfuerzo.