El debate está instalado, y hasta gremios oficialistas se anotan en la opción de más de una negociación salarial anual, habida cuenta del constante impacto de la inflación en los ingresos. Se escucharon, en ese sentido, propuestas de discusiones semestrales y hasta trimestrales, incluso con cláusulas “gatillo”, esto es virtuales aumentos automáticos en caso de una disparada descontrolada de los precios.
La idea remite automáticamente a los momentos más crudos de la economía argentina, y especialmente de los trabajadores, eternos perdedores en estas situaciones. Hasta hubo en una ocasión, en los inicios de la actual etapa democrática, una resolución que establecía para todos los meses el otorgamiento de una mejora equivalente al 90 % del índice de inflación.
Un sistema “gatillo” clásico: si la inflación era, por ejemplo, de 5 %, los sueldos se incrementaban 4,5. Claro que eran épocas en que todos los parámetros económicos se habían desbocado y cualquier salida “a lo Pirro” podía ser considerada válida. Las diferencias de entonces con el momento actual son muchas, empezando por el hecho de que ahora hay paritarias, más allá de los intentos oficiales -varias veces concretados- de poner techos a los índices de aumento.
Pero no es errado, como se ha dicho más arriba, que la -por ahora- sugerencia de discusiones e incrementos por períodos inferiores a los 12 meses generan una cierta inquietud, y las reminiscencias son inevitables. Desde ya que los empresarios y el Gobierno no quieren escuchar ni hablar de esa metodología, pero los sindicalistas, presionados explícita o implícitamente por sus representados, no quieren seguir perdiendo la carrera con los precios.
Hubo algún sindicato que en principio acordó una mejora trimestral, y con una especie de “bonus” compensador del alza de precios del último tramo de 2013, pero en ese caso es casi una costumbre que luego tiene su continuidad en las paritarias que terminan siendo anuales. En ese marco, y pese a su división, los distintos sectores gremiales coinciden en que la inflación es harto superior a la fantasía que plantea periódicamente el INDEC.
Hasta los grupos más cristinistas admiten que el aumento de los precios en el año que recién concluyó anda por un piso de por lo menos 25 por ciento. En estos días se escucharon además reclamos de convocatoria al Consejo del Salario Mínimo, Vital y Móvil, que tiene mucho de Mínimo, algo de Móvil y nada de Vital. Esa petición no es inocente o para cumplir con una formalidad, ya que el porcentaje y el monto de ese haber supo ser utilizado otras veces como caso testigo para las paritarias. Además, es útil para elevar sueldos básicos que en algunas actividades son menores al salario mínimo, aunque en el recibo del trabajador figure finalmente una cifra muy superior debido a diversos ítems y adicionales que se suman y constituyen lo que se conoce como “salario conformado”.
Así entonces, hoy el tema de los sueldos es una de las principales preocupaciones sindicales, aunque por allí también andan organizando tradicionales tenidas para conformar un bloque más amplio y sólido. Eso es lo que están promoviendo concretamente Hugo Moyano y Luis Barrionuevo, quienes quieren tentar a otros dirigentes para sumarlos a su mesa.
Pero las maniobras políticas no están en la lista de prioridades de los trabajadores, que ven mes a mes, y hasta semana a semana, como se licuan sus ingresos por efecto de la inflación. Lo verdaderamente central, entonces, es el sueldo. Y en ese sentido quieren al menos que el aumento de precios -sobre todo los de los productos de primera necesidad- no siga minando sus bolsillos, ya que ellos, como muchos, no creen en controles y en amañadas canastas de valores “acordados” o, más eufemísticamente, “cuidados”. En estas circunstancias, como suele decirse en el ambiente del fútbol, hay muchos que hoy hasta firmarían un empate. Es que, como viene ocurriendo desde hace rato, el salariazo aún está muy lejos.