Cada mañana, cuando recorre los 300 metros que separan a su casa del conservatorio donde estudia, Sofía Cativa (25 años) levanta la vista para observar el cielo y admirar el encanto de las nieves eternas de los Alpes. Y cada vez que pasa por la casa natal de Wolfgang Amadeus Mozart, la violinista tucumana que ya ha tocado en muchas de las principales capitales del mundo y que fue becada por la Universidad Internacional Mozarteum de Salzburgo, Austria, se pellizca.
Son las 16 horas de Austria, Sofía acaba de volver de clase, al hogar. Como siempre, su computadora portátil está encendida y conectada a Skype. Mientras realiza sus quehaceres cotidianos, está atenta a los altavoces de su notebook. El Skype es la mejor forma de sentirse más cerca de su familia y sus amigos de Tucumán, la tierra que la vio nacer y crecer.
Los parlantes dejan escuchar un ‘ring ring’ y, en el monitor, dos ‘ventanas’ se abren en simultáneo, pero distanciadas por los miles de kilómetros que separan a Europa de la Argentina. No son ni su madre Alcira (vive en el barrio Telefónicos de Yerba Buena); ni su hermana Andrea, que es violista y que está muy cerca, en Alemania. Es un periodista de LA GACETA, que le pide que le cuente al lector cómo es su vida en el viejo continente.
“Como artista, creo que estudiar en Austria es lo mejor que me pudo haber pasado porque la música nació aquí y es muy enriquecedor conocer la tradición cultural en la que surgieron los más grandes compositores. Estando en Salzburg, puedo aprender música, incluso, en el mismo dialecto germánico que hablaba Mozart y eso es algo mágico” , expresa, mientras su rostro de rasgos norteños deja traslucir su emoción.
- Describime cómo es Salzburgo.
- Es una ciudad pequeña y muy antigua. Me gusta mucho cuando camino de mi casa a la universidad porque puedo ver los Alpes. ¡Es como si sus montañas nevadas estuvieran en mis narices! –se ríe-. Además, todos los días atravieso el Mirabell Garten (jardines de Mirabell) y el Schloss Mirabell, que es el palacio de Salzburg –construcción barroca erigida a instancias del Príncipe y Arzobispo Wolf Dietrich Raitenau-, en ese lugar Mozart tocó cuando era apenas un niño.
-En Austria, ¿cómo sentís la música? ¿Cómo tratan a los extranjeros?
- Llegué hace cinco meses para estudiar en la Universidad Internacional del Mozarteum, a través de una beca doctoral. Ellos valoran, por sobre todas las cosas, la disciplina y el esfuerzo personal. Si bien Salzburg no es tan políglota como Frankfurt (ciudad alemana en la que vivió muchos años) respetan e integran a los músicos extranjeros que llegan a la ciudad para estudiar o trabajar. Hay europeos del este, sobre todo serbios, rumanos y lituanos. En especial, se ven muchos italianos; en cambio, los americanos somos pocos. Creo que yo soy la única argentina en la universidad. En la calle, se observa un mundo artístico muy interesante y en la ciudad, al ser tan pequeña, los músicos nos lucimos más y somos más reconocidos. La gente de Austria es muy abierta y simpática. El hecho de que te vean con un violín en la espalda, te garantiza el respeto y el cariño de los ciudadanos. Ellos admiran mucho a los artistas. Uno se siente especial de alguna forma y es diferente a lo que ocurre en otros países. Las personas se muestran contentas de que músicos de todo el mundo residan en esta ciudad. Mozart y la música son motivo de orgullo para todos.
-Tu hermana y vos viven de la música; ¿qué opinan tus padres de esa vocación?
Mi mamá dice que ‘le va a agarrar un ataque al corazón’ cada vez que le cuento cómo evoluciona mi carrera y la de mi hermana Andrea. Ella estudia viola con una beca en Wiesbaden, Alemania. Este año tuve la suerte de encontrarme en el escenario con Andrea. Las dos participamos de un concierto de la Philharmonie Salzburg, una orquesta integrada por egresados de la Universidad del Mozarteum. Nos presentamos en las dos salas más importantes de Salzburg, en la Großensaal Festspielhaus y en Mozarteum Großer Saal. Fue muy importante para mí, porque al ser concertino, pude disfrutar de liderar una orquesta. Mis padres están felices porque este año comencé el postgrado en la universidad del Mozarteum y pude terminar el primer semestre con excelentes calificaciones.
Sofía se crió en Yerba Buena. Con el paso de los años se convirtió en una música de transcendencia internacional que no se olvida de sus orígenes: de niña, fue a la Escuela Pública José Ignacio Thames y, en la adolescencia asistió a la Escuela de Comercio Dr. Miguel Lillo y al colegio musical Educación del Talento.
-¿Qué valor le otorgás a la educación que recibiste en Tucumán?
- Llegué a Europa cuando tenía 14 años de edad y de ahí no paré de estudiar y crecer profesionalmente. Para mí, estas experiencias son una continuación de lo que vine haciendo con la música desde mis inicios. Egresé del Instituto Superior de Música de la Universidad Nacional de Tucumán y, gracias a estas bases, pude desarrollarme musicalmente para probar suerte fuera del país. Considero que es muy importante decirlo, porque siempre pienso de dónde salí y lo mucho que me sirvió para conocer a los grandes compositores clásicos.
La entrevista llega a su fin. “Se me hizo tarde; justo estamos en la semana de Mozart, no me puedo perder el concierto de la Filarmónica de Viena, que esta noche ( el sábado pasado) se presentará bajo la dirección del maestro argentino Daniel Barenboim”, finaliza. Pavada de programa para un sábado a la noche.