Los Ejercicios Espirituales Ignacianos que realiza el papa Francisco devienen de la experiencia de conversión espiritual que vivió San Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús, orden a la que pertenece el pontífice. Estos ejercicios están orientados a todas las personas, sin distinción, que deseen acercarse a Dios. Pueden realizarse en uno, dos, tres, cuatro, ocho días o un mes. El Papa lo realizó de ocho días. Lo principal es estar en silencio para poder acercarse a Dios. En Tucumán no hay presencia de los padres jesuitas, pero estos ejercicios se realizan en el colegio de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús, en el Complejo María de Raco y en Belén.
“Los Ejercicios Ignacianos surgen de una experiencia de San Ignacio en su proceso de búsqueda de la voluntad de Dios y de ordenar la vida que estaba muy desordenada. San Ignacio había nacido en 1491. Hacer los ejercicios hoy significa una experiencia interior de oración para ordenar la vida. Pero para ello hay que querer hacerlo y también querer buscar la voluntad de Dios”, explica la hermana Patricia Galeano, encargada de los Ejercicios Ignacianos que se realizan en la Casa de Belén.
Las hermanas ofrecen una nueva modalidad de los ejercicios Ignacianos: “en la vida diaria”. Están destinados a las personas que por su trabajo o por razones de estudio no tienen tiempo para retirarse y lo hacen dentro de su actividad normal diaria, en un encuentro semanal. Lo dictan laicos y las hermanas esclavas, con la asistencia de los padres jesuitas.
“A Jesús lo tenemos que conocer por los sentidos, como si fuera una persona y no una idea”, explica la hermana Rita Binchi, dedicada a grupos de jóvenes universitarios. San Ignacio decía: “no el mucho saber harta y satisface al alma, sino el gustar internamente. “Es una propuesta para rezar en la vida misma y con todo tu cuerpo. Incluye toda tu persona y tu alma, tus pensamientos y también tus sentimientos”, afirma Galeano. Hay un tema para cada día, para escuchar y rezar.
“Tenemos distintos métodos para rezar, la meditación, la contemplación, rezar con los cinco sentidos. Por ejemplo se hace una contemplación que es como imaginarse el pesebre, el rostro de María, como si uno estuviera ahí, viviéndolo. ‘Como si presente me hallase’, nos dice San Ignacio. Esto permite un mayor encuentro con Jesús, con vos mismo y así uno va encontrando la voluntad de Dios para su vida”, señala.
En todo momento
Los ejercicios tienen diversos niveles de intensidad. Los más completos se practican durante un mes lejos de la vida cotidiana y en silencio. Se hacen en los momentos importantes, cuando hay que tomar grandes decisiones o revisar la vida a fondo. Los que no cuentan con esa posibilidad pueden hacerlos en el curso de su vida ordinaria durante el año, siempre que reserven un tiempo para la oración. De esa manera, y de a poco, se va dejando que el Evangelio ilumine la vida de uno y ayude a ordenarla en todos quehaceres, en el pensamiento y en el corazón.