La violencia es un fenómeno social que se ha profundizado en los últimos lustros. Se ha vuelto habitual en las calles -vehiculizada por los motoarrebatadores- y en las canchas de fútbol. Y si bien, en algunos casos tiene que ver con la marginalidad, la delincuencia, el consumo de drogas y de bebidas alcohólicas, también están involucrados a veces quienes tienen la responsabilidad de combatirla y velar por las seguridad del público.
El viernes pasado, en la cancha de Atlético, cuando el equipo local debía enfrentar a Patronato, la Policía secuestró 50 litros de fernet debajo de las tribunas y en otros sectores del estadio. Probablemente, como respuesta, el jefe de Seguridad Deportiva sufrió el robo de su motocicleta. En la zona de las plateas los agentes arrestaron a dos vendedores de gaseosas que estaban ofreciendo fernet. Fueron llevados a una sede policial para que revelaran quiénes eran sus proveedores, pero los nombres no fueron dados a conocer. Se sospecha que un ex integrante de la barra brava decana, “La inimitable”, está al frente de ese negocio. En las inmediaciones del club, detuvieron a tres personas; una de ellas había intentado ingresar con un cuchillo entre sus prendas.
Pocos días antes, cuando Atlético debía jugar con Defensa y Justicia, la Policía había desalojado a 150 hinchas antes de que se permitiera el acceso al estadio, porque se negaron a ser requisados y se generó una escaramuza. En la ocasión el jefe de Seguridad Deportiva fue amenazado por el hijo del líder los barrabravas.
El presidente del club dijo que habían detectado en la oportunidad entre 2.000 y 3.000 simpatizantes que habían ingresado sin pagar la entrada. Ello motivó que la dirigencia decidiera reforzar los controles para el partido del viernes pasado.
Lo llamativo es que no se avanzó aún en la investigación del robo de la motocicleta del jefe de Seguridad Deportiva de la Policía. La razón se atribuye a que el episodio no fue comunicado al fiscal de Instrucción; ello significa que ninguna dependencia se está ocupando de la búsqueda del vehículo y de los ladrones. Una fuente de la fiscalía dijo que el magistrado iba a citar a los jefes de la seccional 5ª, para que explicaran por qué no habían enviado la causa a tribunales.
Cabe preguntarse quiénes son los responsables de que ingresen barrabravas a los estadios, antes de que se abra el acceso al público. ¿Quiénes son los que permiten que se ingrese una gran cantidad de bebidas alcohólicas y que se las venda durante el partido? ¿Por qué casi nunca se conocen los nombres de quienes autorizan estos hechos que están prohibidos y que propician la violencia? ¿Por qué la Policía no comunicó inmediatamente al fiscal el robo del vehículo de uno de sus jefes? ¿Se intenta proteger a alguien? ¿Ni siquiera el perjuicio a un par merece una veloz investigación?
La violencia en las canchas no se produce casualmente. Los barrabravas -conocidos por la dirigencia y la Policía- son los que la motorizan, pero también aquellos que les brindan toda clase de prebendas. Sería positivo que estos episodios se esclarecieran debidamente; que el nombre de los responsables se conociera públicamente y estos fueran sancionados con todo el rigor de la ley. De ese modo, se daría un gran paso para la erradicación de la violencia en las canchas y se protegería al público que sólo pretende gozar de un espectáculo sin temor a perder la vida.